En un texto anterior que escribí sobre el trabajo de Laura Ceballos referí que sus obras hechas con asfalto eran el resultado de una cartografía del desprendimiento, de sus recorridos por la ciudad recogiendo pedazos de pavimento producto del vencimiento de las calles. Ahora que escribo sobre Tapete (2017) reitero que ha sido precisamente ese mapeo urbano el que le ha posibilitado proponer una obra escultórica que cruza un pensamiento sobre las capas geológicas de la Tierra y el carácter artificioso de las superficies que constituyen las vías de una ciudad.
Tapete surge del acto de derretir fragmentos de pavimento en un olla hasta lograr un mazacote maleable que la artista moldea para dar forma a estos cuadros amorfos que dan vida la escultura sostenida por una estructura de alambre. Es una pieza que pesa literal y visualmente, que es contenedora de la estética agreste de una Bogotá que está en permanente destrucción.
Tapete hace parte del proyecto Entierra, proyecto cuyos procesos le permitieron a la artista ahondar en las características físico-químicas del asfalto, al someterlo a altas temperaturas obtuvo una materia viscosa con la que llevó a desarrollar experimentos con propiedades como la densidad, el brillo, la maleabilidad, el volumen, entre otras. En cada una de las obras que consolidan Entierra tiene lugar una colisión entre lo pictórico y lo escultórico.
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Tapete, además, encierra una tensión entre el peso de su materialidad y la idea leve que sugiere el nombre que la artista dio a la pieza. Laura Ceballos trabajar con materiales complicados que le implican crear un laboratorio de exploración donde el acierto y el error hacen entrar en crisis sus procesos creativos, en varias ocasiones lo que la artista proyecta difícilmente resulta y de esa incertidumbre que le impone la materia emergen algunas de sus obras.
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