El Magazín Cultural
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Una metáfora con la tierra

El jueves se inaugura el Festival de Cine de Cartagena con la proyección de ‘Chocó’ y la presencia del presidente Juan Manuel Santos.

Liliana López Sorzano
21 de febrero de 2012 - 10:00 p. m.

Fueron seis meses de recorridos por los corregimientos del Chocó. Viajes de observación, de miradas atentas, no incisivas, pero sí alertas. Jhonny Hendrix Hinestroza viajaba por los pequeños pueblos, no sólo en la búsqueda de ideas para su proyecto de película, sino para realizar talleres audiovisuales.

Saudó. Esa fue la idea inicial. Una película de suspenso que consignara rituales de brujería, los poderes de los amuletos y los protagonistas de historias que celebran el más allá y lo inexplicable. Pero una conversación que escuchó cambió el rumbo de su proyecto. Presenció como testigo indirecto a dos mujeres hablando del amor de sus vidas, un hombre que era lo mejor y lo peor al mismo tiempo, a quien pese a sus maltratos querían así. No estaban hablando de dos maridos, estaban hablando de un mismo hombre que compartían. “Yo quería contar una historia de maltrato a raíz de esa conversación, que me golpeó mucho”, sostiene Hinestroza, quien entonces decidió hacer Chocó en vez de Saudó.

Chocó es la película que inaugura mañana el Festival Internacional de Cine de Cartagena, seleccionada para la competencia oficial y también dentro de la sección Colombia 100%, que busca visibilizar lo más reciente de la producción cinematográfica nacional. Así mismo, acaba de participar en la Berlinale en la sección Panorama. Ésta es la primera película de Hinestroza como realizador, pues su trabajo se había centrado en la producción.

Chocó cuenta la historia de una mujer que lleva ese nombre, y que pone por encima de todo a sus hijos. Pobre, maltratada por su esposo, explotada en el trabajo, Chocó tiene una meta en mente: poder conseguir un ponqué de cumpleaños para su hija.

“Chocó querido, lo que tú has sufrido sin tu destino poder cambiar, tu inmenso quebranto me duele tanto que mi penar agobiado, el pecho triste desecho, quiero llorar”, canta la protagonista, como si la tierra y su vida fueran una misma. Esa fue la intención del director. “Hago una metáfora con la tierra, porque el departamento del Chocó lleva el mismo dolor, es violado, traumáticamente golpeado y avasallado”, dice.

Pareciera que no hubiera reivindicación de la figura masculina en la película; sin embargo, Hinestroza asegura que no se trata de retratar a buenos y malos, sino de una cuestión social, el maltrato es una práctica cultural muy arraigada en la sociedad chocoana. “Tenía que contar algo como eso. Empecé a notar que era un problema social. El papá le enseña al niño, él a sus compañeros, y así sucesivamente. Las prácticas pasan de generación en generación, como la música, que es muy protagonista de la película”.

Las imágenes dan cuenta de una realidad que abarca la experiencia chocoana: paisajes exuberantes de la selva, la pobreza del pueblo, la problemática de la minería explotada con mercurio y no artesanalmente, una herencia musical muy fuerte marcada por el arte de la marimba, el juego del dominó, la ingesta de biche, los problemas de raza y de género. “No quise hacer una crítica sino dar una mirada cultural a esa región, la región donde nací. No quise caer en la pornomiseria de mostrarnos caídos o sucios. Siempre cuidé la película y los personajes para que se vieran dignos. Una mujer que, si bien es pobre, mantiene sus ollas, como casi todas las ollas del Pacífico, relucientes, como un espejo. Me gusta mostrar la dignidad del pueblo chocoano a pesar de que tiene muchos problemas”.

Para Hinestroza el cine es un medio crítico fundamental para la sociedad, una forma de exorcizar miedos y dolores. Y eso es su primera película, una manera de poner en la pantalla grande personajes y paisajes que no habían sido considerados en el cine, una historia personal que se parece mucho a la historia del departamento.

Hay un tono documental en Chocó. De hecho, los actores son naturales, con excepción de la protagonista, Karent Hinestroza, que estudió arte dramático. El director tenía la firme intención de que las actuaciones se vieran menos actuadas, más bien sentidas, naturales y reales. El proceso de dirección de actores fue más de trabajo psicológico que otra cosa. De hecho, muchas tomas fueron hechas sin que los actores supieran que estaban filmando. “Yo no soy buen contador de historias, pero soy un buen observador. Lo que quise con los actores fue capturar lo que había observado durante todos esos seis meses en el Chocó”, explica Hinestroza.

El municipio de Tadó y todos sus corregimientos, entre los cuales están El Carmelo, el pueblo palenque más antiguo de Colombia; Playa de Oro, a orillas del río San Juan, y Angosturas, fueron los escenarios reales donde se filmó la película. El paisaje no pretende quitar protagonismo a los personajes. “La idea es que el espectador sienta que hay un lugar divino donde viven. Ellos no se camuflan, sino que viven”. Es ahí mismo donde el equipo de producción hubiera querido proyectar por primera vez Chocó, antes de que la sorpresa de la participación en la Berlinale y el Festival de Cartagena hubiera llegado.

Pero no hay ni una sala de cine en todo el departamento. Aún están planeando cómo proyectarla el Día de la Mujer, de pueblo en pueblo. Para Hinestroza es casi una obligación moral, no sólo por el hecho de que el pueblo mismo le ayudó a hacer la película, sino porque quiere que la gente confronte la realidad por medio de las imágenes. Al mismo tiempo confiesa que tiene algo de susto por la reacción de la gente. Puede que les guste, que la critiquen o que la acaben. Al final, no importa, lo importante es que al menos cause algún tipo de reacción.

Por Liliana López Sorzano

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