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“Valentina y la sombra del diablo”, y el teatro con temas tabú

Desde sus lecturas y talleres, la maestra mexicana Verónica Maldonado ha contribuido al surgimiento de una nueva dramaturgia para jóvenes públicos en nuestro continente, acercando a los niños al teatro para entablar un diálogo entre situaciones y espacios conocidos y desconocidos por ellos, dando una valoración del papel de la niña y el niño en la sociedad.

Óscar Hembert Moreno Leyva
21 de abril de 2021 - 12:40 p. m.
"Valentina y la sombra del diablo" es una obra que permite identificar algunos tipos de abuso y de violencia dirigidos hacia los más pequeños.
"Valentina y la sombra del diablo" es una obra que permite identificar algunos tipos de abuso y de violencia dirigidos hacia los más pequeños.
Foto: Pixabay

Desde 1986, Verónica Maldonado, dramaturga, escritora, actriz, guionista y maestra mexicana, viene trabajando con el teatro para niños desde la deconstrucción de conceptos tales como lo malo y lo bueno, la violencia, el narcotráfico y la violación. Temas que muchos consideran tabú cuando el público lo componen los más jóvenes de la sociedad. En todas sus obras muestra la complejidad de los roles que asumen las víctimas y los perpetradores, buscando, desde lo poético, visibilizar, debatir y comprender todos los tipos de violencias que existen en México y en América Latina.

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Valentina y la sombra del diablo es una obra dirigida a todo público, la cual, a través de metáforas y canciones infantiles-tradicionales, nos adentra a la historia de una niña que es víctima de violencia sexual e intrafamiliar. Violencia a la que es sometida por una gran sombra: la sombra del diablo. La dramaturga Verónica Maldonado propone una obra sutil y a la vez fuerte que explora sentimientos profundos, como el miedo a confesar un secreto que duele. Desde sus saberes y dudas, colocando sus tragedias, sus mundos, sus verdades, como temas a discutir en el mundo de los adultos, Verónica Maldonado dice que “el adulto no solo está para protegerlos, sino para acompañarlos en sus procesos. No podemos ponerlos en una burbuja siempre, así ellos pueden comprenderse en sociedad y pueden entender cuál es su rol, no solo como jóvenes sino en algún momento como adultos”.

Esta obra, con cientos de representaciones en varios países de Latinoamérica, llega a Colombia en una apuesta por dos reconocidos grupos de la ciudad de Cali: El Laboratorio de la Máscara y el Colectivo Teatral Entrada Libre. La pieza está dirigida por la también actriz Claudia Muñoz y cuenta con la participación actoral de Nicolás Llanos, Julián Guerra y Sergio Rincón, quienes al ganar la Convocatoria del Ministerio de Cultura 2020, con la Beca de Creación Teatral, le apostaron a una obra arriesgada pero urgente, dado los contextos de violencia que sufren las niñas y los niños en nuestro país.

La puesta en escena de Valentina y la sombra del diablo mezcla el uso de máscaras, títeres y actores, quienes asumieron el riesgo de poner en escena un texto difícil a través del juego. Los actores fueron construyendo cada uno los personajes, creando el ambiente propicio para todo tipo de público, presentando a Valentina, interpretada por Claudia Muñoz, desde su carácter y su relación con el diablo y con ella misma.

El diablo encantador encubre una realidad cruda, sin ser grotesco. Para el actor Nicolás Llanos, quien lo interpreta, no fue fácil construir el personaje desde la voz, la máscara y el vestuario, elementos que identifican y nutren a ese ser que obliga a Valentina a jugar a cosas que no le gustan, que la lastiman. El estigma de la vergüenza que pretende el diablo sobre la niña es el leitmotiv en la obra, con una bella metáfora de las piedras que no le permiten gritar, que no le permiten siquiera pronunciar una palabra para denunciar al diablo.

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Valentina no está sola, ella es acompañada durante la historia por su abuelo Lázaro, interpretado por Julián Guerra, personaje que se sale del triángulo del drama. El abuelo no busca ser el héroe, es quien le devuelve el heroísmo a Valentina, quien la ayuda a vencer sus miedos, pues es ella quien debe aprender a salvarse sola.

Sergio Rincón está detrás del títere “diablejo”, que representa la sombra que sigue al abuelo Lázaro. El “diablejo” es quien da los momentos cómicos en una obra que por momentos genera la tensión necesaria para concientizar sobre una realidad. Para Rincón, la obra permite ver elementos que ayudan tanto a niños como adultos a identificar esas señales de alerta que vienen de forma física y verbal. Esta es una obra que permite identificar algunos tipos de abuso y de violencia dirigidos hacia los más pequeños.

Desde la puesta en escena y el texto, las niñas y los niños se han conectado con la obra e intentan ayudar al personaje de Valentina. Es importante reconocer estos elementos que ayudarán a que más adelante ellos mismos identifiquen esas sombras que los incomodan. Así, nos enfrentamos a una obra que duele oír y ver, pero a la vez nos da la esperanza de la denuncia. La valiente Valentina entona un grito de clamor y devela a quien le ha venido haciendo tanto daño. Sólo hay una cosa a la que le teme el diablo: a la verdad.

Por Óscar Hembert Moreno Leyva

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