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Viaje al tiempo de Darío Valencia Restrepo

A fines de 2020, Valencia Restrepo publicó dos volúmenes con sus colaboraciones en “El Mundo”, en circulación cerrada; en los tomos hay una advertencia: “Este es un libro para los familiares, amigos y conocidos. No tiene la intención ni menos la pretensión de que su circulación trascienda ese ámbito”.

Mario Yepes Londoño
05 de abril de 2021 - 11:00 a. m.
Darío Valencia Restrepo
Darío Valencia Restrepo

Ya en 2004, Darío Valencia Restrepo había recogido en un primer volumen con ese título sus columnas en los diarios El Mundo, El Espectador, El Tiempo y El Colombiano, así como en los semanarios La Hoja de Medellín y Cambio. Ahora, a finales de 2020, publica dos volúmenes más con sus colaboraciones en el primer periódico citado, en circulación cerrada. En los tres tomos hay una advertencia: “Este es un libro para los familiares, amigos y conocidos. No tiene la intención ni menos la pretensión de que su circulación trascienda ese ámbito”. Es decir, la circulación amplia ya fue garantizada para la libre elección de anónimos lectores por la inserción en diarios de diversa proyección; ahora, la selecta muestra de los escritos escogida por el autor va dirigida a precisos afectos y a una variada colección de lectores: gentes de muy diferentes walks of life, pero seguramente todos con una curiosidad por asomarse a otras disciplinas como las que estos libros les ofrecen reunidas.

Hasta aquí ya aparecen dos rasgos que caracterizan a Darío Valencia, sin que agoten la complejidad del ser humano y del ciudadano íntegro que muchos conocemos: la discreción en todo lo que vive y emprende, y la asombrosa pluralidad y rigor de sus intereses intelectuales. Ya está claro lo primero desde el párrafo de arriba y quienes hemos tenido la fortuna de alternar con él sabemos que su existencia pública jamás ha sido abrumadora para nadie: Darío aparece ante tal o cual persona, círculo o circunstancia voluntaria u obligada por aquello que lo compromete, y enseguida desaparece para sumergirse en su soledad acompañada de todo lo que nos revela en sus escritos, o en futuros encuentros; en estos, la afabilidad en el trato, la gracia de su charla que no oculta la riqueza de la erudición que despliega sin alardes; siempre consciente del foro en el que se encuentra, en la reunión de amigos se contiene en los temas posibles para todos. Cuando escribe informa, comenta y razona con un lenguaje rico y ameno, que revela el saber y el detenimiento de su indagación sobre el tema escogido; y la clara fuente de su afición por la literatura y las artes, rasgo que nos recuerda una tradición ilustre de su alma mater: de ingenieros humanistas, escritores y artistas.

Ingeniero de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, sede Medellín, seccional de la cual fue vicerrector, Darío Valencia tiene títulos de posgrado en Matemáticas de la misma universidad, y en Recursos de Agua del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por su sigla en inglés). Docente de Hidrología y Recursos Hidráulicos, fue rector de la Universidad de Antioquia, donde dejó un documento que debería ser de vigencia permanente: “Hacia un proyecto de universidad”. Rector de la Universidad Nacional de Colombia, de la cual es profesor emérito y doctor Honoris Causa. Galardonado por el Gobierno Nacional con la Gran Cruz de la Orden al Mérito Julio Garavito. Miembro honorario de la Academia Antioqueña de Historia y de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en cuyo carácter viene estudiando y difundiendo la obra de Francisco José de Caldas y de Alexander von Humboldt.

En el carácter de ingeniero, que ha constituido su labor profesional, es notable cómo Darío Valencia ha entendido con claridad que ha marcado su acción pública la convicción de que no es posible adelantarla sin la consciencia de ser ciudadano; es decir, persona interesada, informada e ilustrada en la política. En el más alto concepto de la disciplina, y con propósitos de servicio a la comunidad, sin ambiciones personales de participar en el juego siempre ambiguo y equívoco de la lucha por el poder burocrático o la imposición de ideologías. Por un lado, lo hemos visto, siempre discreto pero franco en sus posturas, participando en movimientos progresistas sin ser el militante a ultranza, acrítico y oportunista, sino el que sabe cuándo acompañar y cuándo marginarse sin estruendo. Por otro, el de la acción requerida por su prestigio, en la gerencia general de Empresas Públicas de Medellín y en la gestión de la rectoría académica. Siempre vuelve a su labor de asesor en Colombia y donde lo requieren.

Sin ser un profesional de este arte, Darío Valencia Restrepo es un melómano erudito en la historia y en las formas de la música occidental, con una dedicación que le lleva, para su propio regocijo y el de su entorno, a producir sus propias traducciones de obras como los poemas de Wilhelm Müller para el ciclo del lieder Viaje de invierno, de Schubert, y los textos orientales de La canción de la Tierra, de Gustav Mahler, presentados en un formato audiovisual de cuidadosa factura y en versiones musicales admirables. Y si hablamos de sus aficiones artísticas, hay otra que ha cultivado con vasta información y deleite, el cual en buena medida resulta de compartirla: el cine. En efecto, en la década de 1960 participó en el sostenimiento y en la pedagogía del Cine Club de Medellín, con Alberto Aguirre, Orlando Mora, Álvaro Sanín y otros amigos: para nuestra generación, la primera entrada a ese arte en el entendimiento de que la diversión es consecuencia del conocimiento de su estructura y de los lenguajes que lo sustentan; en el clima dominante entonces de la Guerra Fría, la orientación era la apertura mental al cine (y a las artes todas) de muy diversas culturas e ideologías.

En el tomo de 2004, bastaría mirar los siete grandes encabezados para las disciplinas tratadas: música, artes y letras, ciencia y técnica, universidad, viajes, deporte y política. En el campo del deporte, no hay que olvidar la consagrada labor de práctica personal, de estímulo, divulgación y administración voluntaria del ajedrez y del tenis de mesa en el departamento de Antioquia, con proyección nacional e internacional, hasta el punto de proponer y dirigir la organización de un campeonato internacional femenino de ajedrez en Medellín, asistir a uno mundial en Londres o participar con la delegación colombiana a otro de tenis de mesa en Pekín. Tres artículos sucesivos dedica a sus notas tras una visita a China en 1973, y su interés por esa cultura y en particular por aquel momento que marcó a fuego la política mundial tras el encuentro Mao-Kissinger-Nixon del año anterior; Darío Valencia haría parte de la Asociación de Amistad Colombo-China. Y en cuanto se refiere al teatro, no puedo pasar adelante sin mencionar que en el segundo, artes y letras, le debo a Darío Valencia un grato recuerdo de su reseña, generosa y detallada, de la puesta en escena de un buen número de sketches de Terror y miserias del Tercer Reich, de Bertolt Brecht, que dirigí en 2002 para la temporada en el Pequeño Teatro de Medellín. Además de reconocer allí mismo la trayectoria de nuestro grupo El Tablado, para el cual gestionó ante la Alcaldía de Medellín la cesión en comodato de una sede, que le permitió la estabilidad de producción y proyección durante varios años.

Perdóneme el lector que traiga a cuento una anécdota: muy cercano a la familia del maestro León de Greiff y de su hermano don Otto (también notable poeta de su propia obra y de sus traducciones, y por su parte crítico de música y musicólogo, matemático e ingeniero), Darío Valencia cultivó la amistad de dos hijos del primero: el ya desaparecido Boris, maestro internacional de ajedrez, y Hjalmar, devoto y riguroso divulgador de la obra de su padre, León. Por encargo de Hjalmar, Darío Valencia asumió la labor de editor de un libro que debía imprimir la Editorial de la Universidad de Antioquia: la selección que hizo el primero de los escritos sobre música (para sus programas en la Radio Nacional de Colombia), en los cuales el grandísimo poeta demostró no solo su refinada afición por la música clásica, sino el asombroso conocimiento del repertorio y la historia de la música; digo asombroso, aunque cualquier lector cuidadoso de su poesía reconoce no solo el juego recurrente de trasladar las formas occidentales de la música a las del verso, ya las canónicas, ya las libérrimas de su invención, y en toda su obra, con el resultado mágico de producir su propia música en palabras. Pues bien, trabajé parcialmente en ese empeño al lado de Darío Valencia (el mérito final siempre fue suyo) hasta entregar el texto definitivo ordenado y corregido minuciosamente para preservar lo entregado por Hjalmar de Greiff. Pese a esas dos garantías extremas, un día nos enfrentamos con la sorpresa de que el “corrector de estilo” de la Editorial había resuelto corregirle la plana a León de Greiff: al lenguaje de arcaísmos, alusiones literarias e históricas que él no comprendía, a la ortografía impecable pero por supuesto ajena a las supuestas normas (llámese modas y usos arbitrarios aceptados pero nunca impuestos por la Academia —¡nunca lo hace!—), hasta el punto de volver irreconocible, estandarizado y aséptico, un texto admirable del escritor de quien se puede predicar, como de nadie en Colombia, que es dueño de un estilo. Esta desventura fue subsanada por la intervención del director Luis Fernando Macías, pero fue Darío quien retomó la ímproba tarea de hacerle justicia al autor, letra por letra.

También ha sido su amigo Jorge Arias de Greiff, ingeniero, melómano, astrónomo y director durante varios años del Observatorio de la Universidad Nacional.

La vastedad y pluralidad de los temas tratados por Darío Valencia en los dos nuevos tomos (2005-2011 y 2012-2019) de Viaje del tiempo no caben en una reseña como esta. Pienso que la voluntaria renuncia del autor a una difusión impresa de mayores alcances algún día deberá ser reconsiderada; los estudiantes de hoy que no han conocido a este paradigma de la ambición de saber para servir, y los de las últimas décadas que en muchos casos fueron sus alumnos, y los que vendrán, deberían tener la oportunidad de asomarse a su memoria por los medios que hoy en día les fascinan.

Ahora quedamos a la espera del libro que nos ha anunciado: sobre la obra de Juan Sebastián Bach.

Por Mario Yepes Londoño

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