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El censo, visibilidad para grupos étnicos

Marcelo Paixão, autor de “500 años de soledad” e invitado a la Feria del Libro, habla de cómo la información estadística es fundamental para reducir desigualdades raciales en una sociedad, pues es lamentable que una persona esté condenada desde su nacimiento a vivir en peores condiciones sociales debido a su origen.

María Alejandra Medina C.
02 de mayo de 2016 - 01:52 p. m.

El censo de población que el DANE prepara es visto por muchos como el censo del posconflicto. Particularmente para los grupos étnicos, la información que arroje la medición estadística será fundamental de cara a la formulación de políticas públicas que reduzcan inequidades históricas.

Marcelo Paixão es brasileño y profesor de la Universidad de Texas en Austin. También es el autor del libro 500 años de soledad: estudios sobre las desigualdades raciales en Brasil, presentado durante la Feria del Libro. En diálogo con este diario, Paixão, académico que ha seguido de cerca la construcción de políticas para la equidad en su país, explica la trascendencia que tiene el componente de raza en los censos.

Visibilizar en números la diversidad social puede direccionar las decisiones de los gobernantes. Pero la forma como se formulan las preguntas y las opciones de respuesta son asuntos delicados. De eso depende que los resultados sean lo más fieles posibles. Por ejemplo, si a usted le preguntan si se considera —o lo consideran— blanco, mestizo, indígena o “ninguno de los anteriores”, y no sabe qué responder, lo más probable es que se escape respondiendo “ninguno”, en vez de tomarse el tiempo para pensar. Eso, a la larga, ocultaría identidades que existen en la sociedad colombiana.

¿Cómo ha sido evidente la identidad de raza en la estadística en Brasil?

Uno de los datos más interesantes es el desglose de la población por grupos raciales. En 1995, los que se autoidentificaban como personas blancas eran el 55 %. Hay motivos para sospechar que eso no es una coincidencia. Hoy, si miramos ese desglose, los blancos son 45 %. La reducción no se puede explicar con razones demográficas: no ha habido una explosión de natalidad de personas negras ni una epidemia que haya afectado a las personas blancas. En vez, es un reflejo de cambios políticos, culturales e identitarios. Hay un proceso de creciente conciencia sobre el propio cuerpo.

Es decir, ¿la estadística es diciente de dinámicas de inclusión social?

Los procesos de identidad no se basan sólo en mi propia decisión, sino también en relaciones sociales. Nosotros nos identificamos, pero la sociedad también nos identifica. Colombia ha sido uno de los países donde he percibido mayores niveles de movilización y estudios sobre esta cuestión. Hay una población afrodescendiente muy fuerte, los datos oficiales apuntan a que son 10,5 % de los colombianos, pero algunos estimativos de la Universidad del Valle hablan de cerca de 25 %. Mi libro es parte de un proceso de diálogo que se está llevando a cabo en toda la región, no sólo de intelectuales afrodescendientes sino de indígenas que están buscando una reinvención del significado de América Latina. En los años 10, 20 o 30, la región se pensó bajo la óptica del mestizaje. Apuntamos a un nuevo camino para pensar con la óptica de la diversidad. Por eso los datos estadísticos son tan importantes.

¿Cuál es la complejidad de la categoría de “raza” en un censo?

Un censo es parte de la producción de aquello que Benedict Anderson, sociólogo inglés, ha llamado la imaginación nacional. ¿Qué es la nación? Una imaginación colectiva de que todos tenemos un vínculo ancestral común y un destino común. Eso es un proceso de imaginación: que 200 millones de brasileños tienen un origen y un destino común. Está basado en mitos y narrativas. El censo es parte de esa narrativa, porque es una herramienta de producción de reconocimiento y visibilidad. Cuando le preguntamos a alguien si es indígena o afrodescendiente es importante, porque existen dinámicas sociales que están ocultas pero presentes en estas relaciones, que son relaciones sociales donde hay discriminación. Hacer la medición permitirá reconocer la existencia de un grupo y una dinámica social. Una vez reconocida, es también importante dar cuenta de si genera inequidad. ¿La persona está condenada desde su nacimiento a peores condiciones sociales por su origen? ¿No importa si alguien es talentoso u honesto, porque si es A, B o C es una persona que no tendrá las mismas posibilidades? Esos procesos sociales, culturales y políticos se manifiestan en términos estadísticos. Cuando incluyo las variables que me permiten reconocer esos grupos tengo una herramienta importante para la formulación de política y producción de diálogo en la sociedad.

¿Cómo decir que ciertos resultados estadísticos no son pura coincidencia sino dicientes de discriminaciones en la sociedad?

Una persona negra que tiene un nivel universitario tendrá posiblemente mejores condiciones socioeconómicas que una persona blanca sin escolaridad o básica. Son cosas que cualquier estadística mostrará. Es cierto que un tipo como yo, profesor universitario, tiene un patrón socioeconómico mejor que la mayoría de la población blanca de Brasil. La pregunta también es: ¿por qué las personas como yo somos tan pocas? No es posible hablar de que toda la desigualdad que separa las condiciones de vida de blancos, negros o indígenas sea producto de la discriminación, pero la discriminación es un proceso muy complejo que a veces el sistema estadístico no es siquiera capaz de captar bien. La discriminación puede ser muy sutil. Desde niño una persona va a saber que por su cuerpo, origen o acento no será bienvenida en la sociedad. ¿Cómo hacer esa medición? Si veo telenovelas o comerciales, veo personas blancas. Desde niño se comprenderá que ciertos espacios son hechos para determinado tipo de gente. Eso significa que alguien puede ser Einstein, pero está condenado a estar en las actividades de menor importancia para la sociedad. A la larga, el perjudicado será todo el país. Pero estoy de acuerdo con que la educación o la salud para los afrodescendientes no mejorarán en la medida que no mejoren a nivel general.

¿Cómo empezó la inclusión del factor de raza en los censos en Brasil?

Tenemos una tradición más larga de producción de datos. En los años 40, el Gobierno decidió incluir la variable étnica, porque estaba interesado en mostrar en la imaginación nacional que el Brasil cambiaba cada vez más hacia una población más blanca a través del mestizaje. Era parte del discurso nacional. En los 70 pasábamos por una dictadura que decidió que ese desglose no estaría más en el sistema censal. Pero en el proceso de democratización en los 70 y 80, académicos y activistas presionaron para que volviera esa cuestión. A partir de los 80 se constituyó la idea de que el eje de la producción de esos datos era la producción de análisis sociales sobre la presencia de los afrodescendientes en la sociedad y los estudios sobre inequidades.

¿Qué impacto ha tenido la cuestión de la raza en los censos en la política pública de Brasil?

El mayor impacto ha sido en la imaginación social. Los procesos de cambio de mentalidad son tan importantes como los cambios en los datos. Los cambios en la política son consecuencia de ese cambio de mentalidad. El cambio ha estado en las acciones afirmativas en las universidades: hoy todas las universidades propiedad del Gobierno dan la mitad de los cupos a estudiantes que vienen de la escuela pública, y dentro de esos hay cupos para afrodescendientes. La política también establece que todas las escuelas deben incluir en el currículo historia de la población afrodescendiente e indígena y su contribución para la formación de la identidad nacional.

¿Cree que algún día no será necesario tener ese tipo de normas sino que la equidad será algo natural?

En el mejor de los mundos no pasaría ese tipo de mediación. Pero hablamos de “500 años de soledad”, de construcción de sociedades muy desiguales. ¿Cuánto tiempo tomará cambiar eso? No sé. Cuanto mayor sea la voluntad política, más rápido llegaremos a esa situación que hoy parece un tanto utópica. Es un camino muy largo.

Colombia se aproxima a un censo. ¿Qué recomienda?

Siempre tengo cierta prudencia al hablar de procesos de otros países. Podría parecer un poco arrogante. Lo que puedo hacer es compartir experiencias. Además, cuando vengo lo hago en posición de alumno, a aprender de procesos que sólo pasan acá. Por ejemplo, la presencia de grupos afrodescendientes que tienen identidades étnicas propias, como los raizales o los palenqueros. Conozco el excelente trabajo y esfuerzo de los profesionales del DANE y los académicos colombianos. Pero no me parece que los afrodescendientes en Colombia sean el 10 %. Yo estaría más atento a hacer monitoreos de la capacidad del sistema estadístico para expresar la composición racial de la población y así tener mejores herramientas para hacer política y mejorar las condiciones de la sociedad colombiana como un todo.

En el censo colombiano habrá preguntas sobre cómo se reconoce uno, quizá blanco, indígena, mestizo. ¿Qué pasa si alguien no se reconoce como nada?

Creo que es un derecho de las personas reconocerse. Estoy en contra de que el Estado imponga sobre las personas la forma como piensa que ellas son. Es una cuestión política también. La experiencia internacional nos enseña que, todas las veces que el Estado ha intentado imponer a las personas identidades, lo ha hecho con la intención de tener control político o demográfico. Están todos los ejemplos de las sociedades coloniales.

Por María Alejandra Medina C.

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