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Hacia una cultura del vino

Portugal, conocido por su Oporto, pretende promover la bebida en los estratos 3 y 4 de Colombia, para que el consumo per cápita crezca hasta el 10% en los próximos tres años.

Redacción Negocios
28 de noviembre de 2014 - 12:58 a. m.
Hacia una cultura del vino

En Colombia, la mitad del precio de una botella de vino puede ser producto de los impuestos. Si cuesta $20.000, unos $10.000 pueden provenir de los aranceles. El país no tiene una gran tradición vitivinícola, como sucede en Argentina y Chile. Por las características geográficas, la vid, introducida por los españoles durante la América colonial, prosperó sólo en algunas regiones. Los demás, como Colombia, la cultivan en pequeñas cantidades y se dedican, en cambio, a importar.

Esto último para Luis Fernando Emanuel, administrador de Vinos, Licores y Bebidas No Alcohólicas del Grupo Éxito, no es algo negativo. Dice que en los países como los de la Patagonia se comercializa sobre todo la bebida local, “muy poco producto de otro origen”, muy poca variedad. A eso hay que sumarle que los vinos en América o Australia tienden a ser monovarietales, de una sola uva.

Colombia resulta atractivo para economías productoras de vino, a pesar de que en la cultura de beberlo aún haya mucho por hacer. Uno de esos es Portugal. Es paradójico que ese país haya traído también la vid a sus colonias y que produzca su insigne Oporto desde hace más de cuatro siglos, pero que hoy haya no más de diez de sus referencias en las grandes superficies colombianas. Pero el atractivo es justamente ese: promover las copas de vino sobre las mesas del país.

Portugal tiene un territorio cerca de 10 veces más pequeño que Colombia, pero tiene, según Miguel Ferreira Crespo, consejero económico y comercial de la Embajada de Portugal en Bogotá, la mayor variedad genética del mundo, con más de 250 tipos de uva. Para ellos es un arte, “la uva muchas veces se pisa todavía con los pies”. Quizá por eso se destacan por su calidad, no tanto por la cantidad. De acuerdo con Crespo, Portugal, cuyas exportaciones de vino son el 1,6% del total, es “20 veces el mercado de Colombia y aun así no somos ni de lejos los mayores productores”.

El reto es incentivar el consumo, la cultura del vino, porque para Crespo “la gastronomía de Colombia pide vinos”. Una parrillada no se acompaña con jugos o whiskey, sino con tinto. “Su propia naturaleza permite hacer la digestión. Portugal tiene unos vinos en el Atlántico más ácidos que son ideales para el cerdo porque ayudan a digerir la grasa”. Pero realmente lo que hay detrás, a pesar de un siglo de relaciones diplomáticas, son dos o tres años de un cultivo de relaciones comerciales.

Colombia recibe de Portugal productos petroquímicos, materiales de construcción, textiles, calzado y tecnología, como por ejemplo los sistemas de seguridad biométrica del aeropuerto El Dorado. Entre enero y septiembre de 2014, el país ibérico importó de nuestro país un total de 145,3 millones de euros.

La meta de Portugal es influir para que el consumo de vino per cápita en Colombia, que se encuentra entre 1,4 y 1,5 litros por año, crezca, y que la bebida tenga más protagonismo. Según un informe publicado en mayo por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ingestión de vino es el 1% del consumo total de alcohol en el país, una cifra menor frente al 66% de la cerveza y el 33% de los destilados.

El consumo per cápita en Portugal está en 40 litros por año, mientras en Francia, Italia y España ronda los 60, 40 y 30 litros por año, respectivamente. El 1,4 que tiene Colombia, según Crespo, se ubica en el estrato 6 y algo del 5. “Es un mosaico también por tema reglamentario: una botella que o traiga acá no la puedo llevar a Cali, o a Medellín, porque estoy cometiendo un delito fiscal”, explica. El mercado colombiano, además de estratificado, está geográficamente delimitado. Es un cúmulo de micromercados.

Calando en los estratos 3 y 4, Portugal pretende que Colombia sea en unos tres o cuatro años como Perú, un país no productor, con un consumo per cápita de dos litros por año. El promedio en economías sin vitivinicultura, con una clase media constituida, es de ocho litros por año. 

Por Redacción Negocios

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