La Chefcita: Una chiva con memoria gustativa

Por medio de una cocina itinerante al interior de una chiva, Ana Belén Charry busca rescatar y visibilizar saberes culinarios del sur del país.

Valeria Cortés Bernal / @cortesbernal_v
20 de julio de 2019 - 02:00 a. m.
Ana Belén Charry, cocinera y antropóloga colombiana. / Óscar Pérez.
Ana Belén Charry, cocinera y antropóloga colombiana. / Óscar Pérez.

Desde entonces, el tema de la memoria se ha convertido en un eje central en la vida de Ana Belén, hoy antropóloga y cocinera de 24 años. Tras ser finalista en el reality MasterChef de 2016, aprovechó su reconocimiento para visibilizar a mujeres y jóvenes emprendedores de varias regiones, cuyos saberes culinarios constituyen buena parte de la tradición gastronómica nacional.

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Aunque comenzó con sus redes sociales, pronto buscó llevar su plataforma a otro nivel y el vehículo que encontró fue, justamente, un ícono nacional: la chiva; ese colorido autobús rural que surgió como medio de transporte en Antioquia, pero que hoy es incluso una atracción turística.

Ana Belén invirtió todos sus ahorros en adaptarle a su chiva una cocina profesional y la bautizó La Chefcita, el mismo apodo que algunos internautas utilizaban de forma peyorativa para referirse a ella por ser demasiado joven para ser chef. En su vehículo dicta clases de cocina en Bogotá con mujeres portadoras de saberes que hoy son sus maestras.

“Las mujeres tenemos un lugar en la cocina que va más allá de tener que alimentar a un grupo de personas. Es un espacio donde hemos formado identidad, memoria y donde hemos construido relaciones con otras personas. Siempre invitamos a que sean partícipes los demás”, asegura.

Simultáneamente, la cocinera y su chiva hacen parte de un proyecto que se realiza en alianza con la empresa Mariana Cocoa y el programa Territorios de Oportunidad, financiado por Usaid. La joven dicta talleres gratuitos de emprendimiento gastronómico a miembros de comunidades cacaoteras en Guaviare, Putumayo y Caquetá, a la vez que invita a los participantes a explorar sus propios recuerdos y proponer platos tradicionales que incluyan al cacao de la región. El resultado será un compendio de recetas que se entregará a las escuelas de las comunidades con el fin de preservar el legado de sabores de generación en generación.

Los talleres se llevaron a cabo con personas de todas las edades en Puerto Asís, San José de Fragua y San José de Guaviare, particularmente con emprendedores que trabajan en líneas de gastronomía y turismo. Hasta el momento se han recopilado más de 200 recetas de cerca de treinta personas, incluyendo el arroz de azaí, de Sandra Guerrero Ruales, o “el que caiga en el anzuelo”, un plato de Yamile Martínez Romero.

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Al ser hija de antropólogos, la joven convivió buena parte de su vida con abuelas del pueblo indígena Cofán y su primer contacto con la cocina fue a través de sabores que se cocinan en las selvas del Putumayo. Por eso asegura que recopilar los saberes gastronómicos de los portadores de tradición en estas regiones es una tarea contrarreloj, pues con el paso del tiempo se pierden recetas que el resto del país desconoce. “Podría dedicar el resto de mi vida a escribir historias de abuelos cocineros. ¿Cuántos no hemos perdido ya?”, reflexiona.

Sin embargo, también reconoce que el legado de estas recetas es responsabilidad de los jóvenes que hoy están aprendiendo técnicas, platos y oficios. De hecho, Ana Belén espera que La Chefcita no solo sea un vehículo de la memoria gastronómica del país, sino también un espacio que celebre la creatividad colombiana de los más novatos. “Quiero tener la batea que quedó con oreja chueca, la copa que tiene una pequeña burbuja o el plato que no quedó tan plano. Ahí es donde quiero emplatar mi comida”, cuenta.

La Chefcita viajará a las tres regiones en octubre de este año para presentar los platos y el recetario a las comunidades. Ana Belén estará en el festival Sabores de mi Putumayo, donde cocinará junto con los participantes de los talleres y compartirán las recetas que nacieron de sus encuentros.

Cuando le preguntan qué es amar a Colombia, la cocinera responde con el que denomina su “mantra de vida”, el mismo que orienta sus proyectos desde que decidió ser antropóloga de la alimentación: “Es poner un granito de harina por la cocina colombiana”.

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Por Valeria Cortés Bernal / @cortesbernal_v

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