Arquitectos y artistas sin casa dentro de la U. Nacional

Hace ocho años fue demolido el edificio de la Facultad de Artes. Desde entonces los más de 300 profesores y 3.000 estudiantes viven dispersos por salones y pasillos ajenos. La solución se convirtió en una pesadilla burocrática pero la solución parece cerca.

Pablo Correa
04 de marzo de 2020 - 02:13 p. m.
Diseño ganador para la construcción de la Facultad de Artes de la U. Nacional.  / Cortesía.
Diseño ganador para la construcción de la Facultad de Artes de la U. Nacional. / Cortesía.

Suena paradójico pero el edificio de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional, que albergó por mucho tiempo una de las mejores escuelas de arquitectura de Colombia, quedó mal construida. Mientras los jóvenes que se preparaban para diseñar y construir los puentes, edificios y casas del país tomaban clase, podían al mismo tiempo escuchar los chasquidos de ladrillos en las paredes colapsando. El asunto era tan grave que en 2012, por razones de seguridad, no quedó otra opción que demolerlo. 

Los 278 profesores de planta, sumados a los 80 profesores ocasionales, los cerca de 2.500 estudiantes de pregrado y otros 567 de posgrado, se convirtieron en un pueblo nómada dentro de su propia universidad. Cada día de clases se convirtió en peregrinar por otras facultades dispersas por el enorme campus. Y como todo pueblo nómada comenzaron rápidamente a pensar dónde establecerse. 

En 2013, optimistas, abrieron una licitación convocando a las mejores firmas de arquitectura para que presentaran diseños, no sin antes darse un buen paseo por la burocracia del propio Estado para lograr permisos arquitectónicos ya que el antiguo edificio estaba rodeado de edificios declarados patrimonio nacional. En 2014, después de varios meses de deliberación, se declaró como ganadora la propuesta de la empresa AIA, Arquitectos e Ingenieros Asociados de Colombia.  

Carlos Eduardo Naranjo, decano aquel año y quien regresó al cargo recientemente, cuenta que el nuevo diseño los llenó de entusiasmo porque les permitiría por fin ponerse al día con el modelo pedagógico que ya venían implementando las mejores  escuelas de arquitectura y artes del mundo en el que predominan los “talleres abiertos”, espacios donde son los maestros los que van hasta el estudiante, donde se crea colectivamente. 

En 2017 después de varios intentos fallidos apareció una solución al problema de la plata. La universidad se endeudaría a través de un préstamo de Findeter. Después de ires y venires, reuniones, oficios, actas, papeleo, se acordó que la universidad recibiría tan sólo $70.000 millones. Ante esa realidad presupuestal desde la vicerrectoría Sede Bogotá, a cargo del arquitecto Jaime Franky Rodríguez, llegó un mensaje para la facultad de Artes: quiten una de las torres. Nadie estuvo de acuerdo. Quiten un piso a cada torre. Imposible: quedarían sin el espacio necesario. Quiten la plataforma central. ¿Cómo? ¿Y romper toda la idea arquitectónica? La respuesta de los profesores, estudiantes y directivos de los programas que aglutina la facultad fue: o todos en la cama o todos en el suelo. 

La solución apareció en un acuerdo con la Gobernación de Cundinamarca que se comprometió a donar $15.000 millones en un año y $15.000 millones en el siguiente para completar el proyecto. Recursos correspondientes a regalías.  Rápidamente aparecieron los temores administrativos: ¿Cómo abrir una licitación sin tener todo el dinero en el bolsillo?

Comenzó una agria disputa interna. La vicerrectoría de Sede decidió en diciembre presentar a licitación pública la construcción de la Facultad de Artes pero "excluyendo" la Torre A, es decir, la que paradójicamente le corresponde a los arquitectos. En respuesta a esto, el 5 de febrero comenzó a circular una carta titulada "Arquitectos sin edificio" en la que rechazaban la interlocución con el vicerrector de la Sede Jaime Franky, pedían anular el proceso licitatorio, y, entre otras consideraciones, pedían que la rectora Dolly Montoya se reuniera con los miembros de la Facultad. 

En una comunicado a la comunidad universitaria, la rectora Dolly Montoya intentó apaciguar los ánimos y demostrar su compromiso con la obra: "es comprensible la inconformidad de la comunidad universitaria por el tiempo transcurrido y las dificultades presentadas en el desarrollo del proyecto del nuevo edificio de la Facultad de Artes. Sin embargo, también es importante mencionar que para esta administración, desde su inicio, la construcción del nuevo edificio de la Facultad de Artes ha sido y será su prioridad".

"Lo que no hicieron otros en 10 años me lo están cobrando a mi”, se lamenta la rectora que cumple un año y medio en el cargo. Insiste una vez tras otra en su compromiso con la construcción de la Facultad de Artes. “Me duelen los muchachos que no tienen las condiciones apropiadas para estudiar, pero también me duele la incomprensión. Aquí hay teléfonos rotos. Uno explica y explica y no quieren oír”. 

Para la rectora Montoya, el dinero prometido por la Gobernación puede tardar más de un año en llegar. Y, en esa medida, no pueden tomar ciertos riesgos. Prueba del compromiso institucional con toda la obra es que construirán los pilotes del edificio que se construirá en una segunda etapa. 

Para el decano Naranjo, toda esta situación es también un "reflejo del desconocimiento y poca importancia que se le da a las artes en el país y en la misma universidad" pero confía en que pronto se resuelva este nuevo obstáculo y se haga realidad el sueño de estudiantes y profesores. La rectora Montoya dice que dentro de su programa rectoral está que “las artes vuelvan a brillar dentro de la Universidad Nacional”. 





 

Por Pablo Correa

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar