Al Sisi contra Al Sisi: el monólogo electoral de Egipto

Después de Vladimir Putin, el turno este lunes es para Abdelfatah al Sisi, quien, al igual que su homólogo ruso, tiene asegurada la reelección. Fue elegido por primera vez en 2014. ¿En dónde está la oposición?

Camilo Gómez Forero
25 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.
Abdelfatah al Sisi será reelegido como presidente de Egipto. Aunque las elecciones comienzan mañana, muchos anticipan el resultado. / AFP
Abdelfatah al Sisi será reelegido como presidente de Egipto. Aunque las elecciones comienzan mañana, muchos anticipan el resultado. / AFP
Foto: AFP - KHALED DESOUKI

La obra Antes de la revolución, del dramaturgo Ahmed el Attar, fue censurada por el gobierno de Egipto a principios de esta semana por su contenido. Se trata de una representación de la lucha de ese país por cambiar su sistema político en 2011, y de cómo después de los levantamientos populares de ese año la historia no cambió. Pese a los eventos de la Primavera Árabe, la nación sigue gobernada por un régimen dictatorial, represivo y lleno de censura, que ahora busca perpetuarse en el poder.

“La Primavera Árabe fue un fracaso en todos los países. Mientras no haya una organización de partidos y una verdadera democracia, estos brotes, que generalmente son promovidos por estudiantes y jóvenes desempleados, no tienen mayor futuro”, señaló Rubén Sánchez, profesor de la Universidad del Rosario.

Aunque Abdelfatah al Sisi, actual presidente de Egipto, convocó a elecciones presidenciales “democráticas” para este año, ha hecho todo lo posible para eliminar a la oposición de la carrera electoral. Los comicios que se celebrarán entre mañana y el miércoles, más que una elección democrática, son la forma de este gobernante para consolidar su autocracia en las urnas.

Nada raro, teniendo en cuenta las cosas que Al Sisi hizo antes de llegar al poder. El militar fue el responsable de ordenar pruebas de virginidad a las mujeres que protestaron en la plaza Tahrir durante la Primavera Árabe y también fue quien ordenó el uso excesivo de la fuerza contra los manifestantes que terminaron provocando la salida de Hosni Mubarak.

A pesar de todas las violaciones de derechos humanos por parte de los militares egipcios, el país intentó retomar el rumbo. Quiso iniciar una nueva época en la que los uniformados no estarían en el poder. Así se celebraron las primeras elecciones libres en décadas, que fueron ganadas por Mohamed Morsi, miembro de los Hermanos Musulmanes.

En un intento por reformar la cúpula militar, pero mantenerlos como aliados, Morsi cometió el peor error de todos: nombró a Al Sisi jefe de las Fuerzas Militares y ministro de Defensa. Menos de un año después, en julio de 2013, Abdelfatah al Sisi se volvió contra Morsi. Luego de una serie de protestas contra un gobierno que no cumplió con las expectativas de los egipcios, Al Sisi derrocó al mandatario islamista.

El militar encabezó una junta militar y se reunió con varias fuerzas políticas para trazar una nueva hoja de ruta. Nombró a Adli Mansur como presidente interino de Egipto. Mansur convocó unas nuevas elecciones populares en 2014, completamente vigiladas por la junta militar.

Además de esto dejó marcado el futuro del Parlamento Egipcio, pues decretó que sólo el 20 % de las curules serían elegidas por listas de partidos, dándoles el resto de escaños a los independientes, y vetó a los Hermanos Musulmanes en los procesos electorales. Esta organización islámica, la más antigua del país, fue catalogada como grupo terrorista por el Gobierno.

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Con la oposición debilitada y un fuerte control nacional por parte de los militares, Al Sisi arrasó en las urnas con un contundente 96,9 % en primera vuelta sobre su contrincante, Hamdeen Sabahi, y se convirtió en el nuevo presidente de Egipto en el 2014.

Una muestra más de que los militares egipcios están fuera de todo control. “Los militares tienen un enorme poder en Egipto, que casi no ha tenido gobierno civil”, señala Sánchez. “Desde la caída de la monarquía en 1952, los militares han tenido privilegios ofrecidos y permitidos por el Estado, por los que han podido controlar tanto instituciones religiosas como desarrollar actividades económicas”, complementa Felipe Medina, especialista en Oriente Medio del Colegio de México.

“No sé si tuve la fortuna o la mala suerte de vivir en Egipto al tiempo del golpe militar a Morsi”, agrega. “A todos nos tomó por sorpresa. El ambiente que se vivía era de inconformidad, pues Morsi no pudo hasta ese momento administrar las diferentes agendas de un país en transición. La base de apoyo del presidente fue fuertemente reprimida y después de que mucha gente se enteró de que se trataba de un golpe militar, sectores que habían apoyado esta acción fueron reprimidos también”, complementó.

Saldo en rojo

Tras cuatro años de mandato, el balance de su administración ha sido negativo para la población egipcia. Además de una lenta reactivación económica, el Gobierno se ve enfrentado a un creciente problema de seguridad por los combates contra el Estado Islámico. Recientemente, la provincia de Sinaí ha tenido gran presencia de ISIS por su gran posición estratégica, y el caos en la región ha permitido la operación del grupo terrorista.

Además, la crisis política dentro de la nación ha generado gran descontento, pues la represión nacional, una de las principales características del presidente, no permite la consolidación de una oposición. “Una vez el golpe fue ‘democratizado’ en las urnas, Abdelfatah al Sisi trató de desaparecer todo rastro de los miembros o partidarios de los Hermanos Musulmanes e inició una ofensiva de arrestos y juicios a todo disidente de su gobierno”, señala Medina.

Egipto, país de 96 millones de habitantes “es el centro de gravedad del mundo árabe. Es un factor de estabilidad en un Oriente Medio totalmente caótico. Necesitamos un Egipto estable”, explicó a la AFP Denis Bauchard, experto de la región en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).

Para los comicios de este año, los contrincantes del presidente han sido eliminados uno por uno. Ahmed Shafiq, político conservador y ministro del expresidente Mubarak, fue deportado de Emiratos Árabes Unidos y arrestado en Egipto. Era una de las piezas más poderosas de oposición contra Al Sisi. Jaled Ali y Ahmed Konsowa también fueron arrestados por realizar gestos obscenos en público y por difundir un video con opiniones políticas.

El único contrincante de Al Sisi en estas contiendas es Moussa Mustafa Moussa, quien pertenece al Ghad, el mismo partido del presidente. Moussa registró su candidatura horas antes de que se cerrara la fecha límite, por lo que ha sido señalado como un “candidato falso” que ha puesto el Gobierno para simular la “democracia” en las elecciones. Su conducta parece confirmarlo, pues no le ha hecho oposición al presidente; de hecho, ha prometido continuar con el camino de éste si llegase a ganar.

La represión de Al Sisi en Egipto ha sido ignorada por los organismos internacionales. El control de la prensa y la coerción de las actividades sociales como las protestas son sus principales armas para mantener el poder, además de un firme apoyo militar. Tanto Donald Trump como Vladimir Putin han elogiado en varias ocasiones a Al Sisi, principalmente porque el discurso de éste se ha enfocado en luchar contra el extremismo islámico.

Al igual que sus homólogos Putin y Nicolás Maduro, Al Sisi presentó toda una obra teatral en la que las elecciones lo miden a él contra él. Los pronósticos apuntan a que se quedará con la Presidencia de nuevo y que Egipto, clave en el mapa geopolítico de la región, seguirá padeciendo las consecuencias de un régimen dictatorial.

Por Camilo Gómez Forero

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