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A los 93 años le llegó la justicia a un exguardia nazi

Tenía 17 años cuando fue cómplice de cientos de crímenes en un campo de concentración de la Alemania nazi. Bruno Dey, que vivió siete décadas inadvertido, deberá purgar dos años de cárcel. Una simbólica sentencia que revive la historia.

25 de julio de 2020 - 04:24 p. m.
Setenta y cinco años después del final de la Segunda Guerra Mundial, este juicio podría ser el último de este tipo debido a la edad de los protagonistas.
Setenta y cinco años después del final de la Segunda Guerra Mundial, este juicio podría ser el último de este tipo debido a la edad de los protagonistas.
Foto: AFP - DANIEL BOCKWOLDT

La Sala de Menores de la Audiencia Territorial de Hamburgo en Alemania produjo una sentencia histórica. Condenó a dos años de prisión en régimen de libertad vigilada a un hombre de 93 años que escuchó su sentencia sentado en una silla de ruedas. El condenado, Bruno Dey, vivió una vida normal hasta el año pasado, cuando un antiguo exguardia ucraniano testificó que hizo parte del genocidio del campo de Stutthof, en Polonia, durante la Segunda Guerra Mundial. La sentencia cifró en 5.230 el número de víctimas durante sus días de nazi.

Bruno Dey tenía 17 años cuando ingresó a las temibles S.S. de Hitler. Él insistió durante el juicio, que lo hizo reclutado, llevado a la fuerza a Stutthof, y que en ese momento no era consciente de las atrocidades que allí se cometían. Otras versiones señalan que fue soldado y participó en la Wehrmacht. Según registros históricos, en el campo de exterminio donde estuvo Dey murieron cerca de 65.000 personas, la mayoría judíos bálticos de Polonia. El sentenciado admitió que supo de las cámaras de gas y que vio “personas esqueléticas”.

Su nombre salió a relucir durante el largo proceso que se adelantó contra el exguardia ucraniano Iván Demjanjuk o John Demjanjuk, un antiguo guardia del campo de Subibor, conocido en Treblinka como “Iván el terrible”, que dio lugar a un sonado caso internacional. Un hombre que cuando terminó la guerra, permaneció inadvertido en Alemania, y en 1952 viajó a Estados Unidos donde terminó nacionalizado. A finales de los años 70, a partir de la ley para el castigo de los nazis y sus colaboradores, el estado de Israel solicitó su extradición.

Fue juzgado públicamente en Jerusalén en 1987, pero un año después una corte de apelaciones lo dejó en libertad. Entonces volvió a Estados Unidos y, tiempo después, fue Alemania la que pidió juzgarlo por delitos de lesa humanidad. En diciembre de 2008 fue extraditado, pasó brevemente por la prisión Stadelheim en Munich, y el 12 de mayo de 2011 fue sentenciado a cinco años de prisión. Al año siguiente, en uso de su libertad, murió a los 91 años. Ahora, de lo que se documentó en su expediente, el hilo de la justicia continúa.

El turno fue para Bruno Dey, que a sus 93 años ratifica que la memoria no prescribe, y que, en su caso, así sea de manera simbólica, debe purgar un mínimo de cárcel -dos años-, porque la justicia no puede olvidar. Fue procesado en un tribunal de menores de Hamburgo, porque él lo era cuando participó en la violencia desatada de la Alemania nazi. Antes de escuchar su condena, Bruno Dey pidió perdón a “todas las personas que pasaron por ese infierno”, y cerró, por ahora, el capítulo de su inesperado reencuentro con el pasado.

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