Condenan a prisión un investigador francés por ayudar a migrantes

El 11 de septiembre de 2017, Pierre-Alain Mannoni, investigador de la Universidad de Niza, fue condenado en segunda instancia a dos meses de cárcel por transportar migrantes en su vehículo.

EFE - Redacción internacional
12 de septiembre de 2017 - 09:46 p. m.
Pierre-Alain Mannoni, investigador en la Universidad de Niza, fue condenado a dos meses de prisión por transportar a migrantes. / Sandra Hinterdorfer
Pierre-Alain Mannoni, investigador en la Universidad de Niza, fue condenado a dos meses de prisión por transportar a migrantes. / Sandra Hinterdorfer

En octubre 2016,  Pierre-Alain Mannoni quiso llevar a Niza a tres jóvenes migrantes de Eritrea, que se encontraban en Saint-Dalmas de Tende en la región francesa del Vallée de la Roya, fronteriza con Italia. “Las chicas estaban heridas y necesitaban atención médica”, confirma este hombre, padre de dos hijos.

El trayecto con las migrantes a bordo de su vehículo finalizó en un control de Policía de la autopista francesa. Allí los detuvieron y sacaron a las chicas del vehículo. El conductor pasó 36 horas encerrado en una cella donde fue interrogado.

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Aunque quedó claro que la intención de Pierre-Alain Mannoni, investigador de la Universidad de Niza de 46 años, era prestar ayuda humanitaria a las migrantes, sin pago alguno, las autoridades lo acusaron de facilitar la circulación de migrantes en condición irregular en Francia.

Su caso llegó a los juzgados, en donde el Tribunal Correccional de Niza lo declaró libre, en primera instancia. Sin embargo, el fiscal recurrió la sentencia y en junio se celebró un segundo juicio. La condena se conoció el 11 de septiembre de 2017: fue sentenciado a dos meses de prisión condicional.

No se trata de un caso solitario

El investigador universitario fue el primer detenido por transportar migrantes en la zona de Vallée de la Roya. Dos días después detuvieron a Cédric Herrou, un agricultor de Breil-sur-Roya, el primer pueblo francés de esa región.

La casa de Cédric Herrou se convirtió en el primer punto de acogida para migrantes que lograron pasar la frontera. En agosto, el agricultor francés fue condenado a cuatro meses de cárcel exentos de cumplimiento, según EFE. Lo acusaron de ayudar a migrantes a entrar ilegalmente en Francia.

“Cédric es como mi padre y quiero ser su hijo,” comenta Mohammed Kanu, de Sierra Leona quien encontró refugio en casa de Cédric en abril 2017. Después de haber pasado una semana durmiendo debajo de un puente en Ventigmila, logró pasar la frontera que da entrada al Vallée de la Roya. Para él y los otros 50 migrantes que pasaron varias noches en unas tiendas de campaña, Cédric Herrou es un héroe. “Esto no es mi trabajo, yo soy un agricultor. Uno debe estar preparado para esto, hago lo que puedo, pero es el Estado el que debería gestionarlo.”, aclara Cédric Herrou.

Fronteras cerradas

Tras los atentados de Niza (14 de julio, 2016), el Gobierno francés decidió restablecer los controles fronterizos con Italia y suspender temporalmente el tratado de Schengen. Esto provocó que Italia se convirtiera en una especie de embudo. “Miles de migrantes llegaron a la costa italiana y no pudieron salir del país para continuar su viaje hacia el norte”, comenta Enzo Barnabá, historiador de la zona. Los migrantes se encontraron bloqueados en Ventimiglia, la última ciudad fronteriza entre Italia y Francia. Una ciudad de 23 mil habitantes que recibió unos 30 mil migrantes en los últimos dos años.

Cientos de refugiados dormían debajo de los puentes o en la estación de tren de Ventimiglia. El alcalde de la ciudad fronteriza, Enrico Ioculano comentó las dificultades con las que se enfrentó la ciudad para convencer a los migrantes para que entraran en el campo de refugiados de la Cruz Roja, que se ubicó en las afueras de la ciudad.

“No se atreven a entrar porque hay policía afuera de la estructura y, a lo mejor, no quieren que los identifiquen otra vez”, así el alcalde. Según la convención de Dublín, el primer país donde registran a la persona es donde debe presentar la demanda de asilo. Muchos migrantes quieren llegar a otros países europeos, donde ya tienen conocidos, amigos o familiares.

Rutas alternativas

Para continuar con sus rutas, los migrantes empezaron a buscar otras vías de tránsito; algunos lo intentaron a través de las montañas y se atrevieron a caminar por el sendero de la muerte: un camino estrecho, rocoso y empinado. El camino está marcado por un paisaje cubierto de cepillos de dientes, camisetas, zapatos y mantas, que los refugiados dejan atrás antes de cruzar la frontera.

Este año ya hubo varios muertos. Por la noche no se ven los acantilados. Otros migrantes caminaron al lado de las autopistas, algunos se cayeron de los puentes o fueron atropellados por camiones.

Cruzar la frontera en tren es otra posibilidad. Especialmente los viernes, cuando se celebra el mercado local de Ventimiglia y hay más afluencia de pasajeros franceses. Pero en el tren, la policía los registra, los identifica y los hace bajar en la primera parada francesa: Mentón. Allí autobuses los regresan a Ventimiglia o al sur de Italia.

Atrapados en el valle

Durante mucho tiempo, los migrantes han hecho este recorrido: se dirigen hacia el norte de Ventimiglia hacia el Vallée de la Roya. Un valle formado por cinco pueblos franceses en medio de los Alpes.

Allí no eran comunes los controles fronterizos y por eso algunos migrantes lograron entrar a territorio francés. Pero una vez que los indocumentados se encuentran en el valle, no tienen salida. Los territorios del sur y del norte pertenecen a Italia y la única carretera que sale pasa por el pueblo de Sospel, a unos 20 km donde establecieron un control militarizado.

Algunas personas de la región les ofrecieron alojamiento, ayuda y transporte a Niza, en donde podrían presentar una petición de asilo al gobierno francés o para recibir atención médica. Como hizo Pierre-Alain Mannoni . “La gente del valle nunca ha decidido ser activista, simplemente no puede permitir que los migrantes se mueran al lado de la carretera”, comenta Mannoni.

“O como en mi caso, quería transmitir a mis hijos la misma educación que recibí de mi abuelo, que fue médico en Córcega. De él aprendí que nunca se puede dejar a alguien al lado de la carretera sin importar las condiciones, la religión o la procedencia”, enfatiza el imputado.

Por EFE - Redacción internacional

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