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Los estragos económicos de la tercera ola de coronavirus en Bélgica

Mientras la reapertura se acerca, luego de una fuerte presión social y política, los sectores de la economía belga exhiben sus carencias y esperan que el Gobierno cumpla con sus planes de reactivación, al tiempo que observan la evolución de la pandemia y la voluntad de la población de retornar poco a poco a la normalidad.

Sebastián Montes Sandoval
21 de abril de 2021 - 10:39 p. m.
El bar ‘Delirium’ de Bruselas, que ostenta el Récord Guinness en variedades de cerveza (con casi 2.000 en su menú), cerrado por la pandemia.
El bar ‘Delirium’ de Bruselas, que ostenta el Récord Guinness en variedades de cerveza (con casi 2.000 en su menú), cerrado por la pandemia.
Foto: Sebastián Montes - Sebastián Montes

Los temores del gobierno belga se hicieron realidad más pronto de lo esperado. El pasado 21 de marzo, el país registró 9.065 nuevos casos de Covid-19, luego de que las cifras aumentaran lentamente desde inicios del mes pasado, advirtiendo la llegada de una tercera ola que llevó a tomar medidas urgentes tres días después.

La prioridad del Gobierno era clara: el sistema de salud no podía desbordarse, como casi ocurrió en el segundo pico. No obstante, ignoraba el hecho de que los comercios y el sector de la hostelería cumplirían un semestre en cierre total o parcial con las nuevas restricciones.

La tercera ola se vio motivada por los casos ligados a la cepa proveniente de Reino Unido, que llegaron a 95 % del total de infecciones en el país, según cifras del laboratorio CHR de la Citadelle, ubicado en la ciudad de Lieja. Para atajar su avance, algunas de las medidas que decretó el Gobierno incluyeron el cierre de las escuelas de primaria y secundaria, la obligatoriedad de acudir con cita previa a tiendas no esenciales, la reducción de la burbuja social de diez a cuatro personas y el cierre total de los negocios de contacto, como las peluquerías, que habían vuelto a abrir solo un mes antes de que las nuevas restricciones entraran en vigor.

Este último aspecto afectó particularmente a mi vecina Charlotte, pues este cierre significaba una nueva reducción en los ingresos familiares, justo cuando la recuperación derivada de la apertura decretada en febrero empezaba a mostrar sus primeros frutos. “Sigo a flote gracias a la fidelidad de los clientes. A veces ellos vienen a mi casa y a veces voy yo a la suya, pero la verdad es que hay meses donde hay menos dinero que otros, entonces hay que ajustarse”.

Charlotte suele cobrar entre €25 y €30 por un corte de cabello. Si bien es una de las tarifas más altas de las que he escuchado en mi estancia en Europa, tal parece que es la cifra promedio que se maneja en el país, pues sus clientes no tienen ningún reparo en pagarle dicha cantidad, argumentando además que la calidad de su trabajo es impecable. Al menos así lo detalló Antonino, uno de los frecuentadores más fieles de su peluquería, ubicada en la Rue Charles Hanssens, al sur de la Grand Place.

Debido a la falta de subsidios del gobierno y a la escasez de clientes en la breve reapertura de febrero, Charlotte se ha visto obligada a trabajar de forma clandestina, pues las restricciones actuales solo permiten recibir a una persona al mes fuera del núcleo familiar. Para no exponerla a una multa de hasta €750, Antonino es uno de los que ha decidido acudir a su casa para cortarse el cabello en el último mes, argumentando que nadie podría refutarle si declara ser su único contacto cercano, en caso tal de que lo descubran.

La empatía de Antonino hacia Charlotte se debe a que él también pasa por un momento complicado, pues su pizzería ‘La Botte’, ubicada en la Place Edouard Pinoy, en la comuna de Auderghem, lleva cerrada desde el pasado 7 de octubre, cuando el gobierno belga decretó el cierre de bares, restaurantes y cafeterías, medida inicialmente pensada para un mes.

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“En tiempos normales nos va bien, pero en estos seis meses hemos perdido 85 % de lo que ganamos. Cuando nuestro contador revisa los números queda en shock porque hemos perdido mucho. La clave ha sido la comida para llevar, que nos ha salvado por ahora, y ha sido lo mismo para muchos. A la gente le toca apretarse el cinturón, porque lo importante ahora es la salud, no la plata”, aseguró.

La desesperación de los empresarios del sector Horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías) se unió al agotamiento de la población belga ante un confinamiento que ya cumplió medio año. Tanto así, que a nadie le pareció extraño un anuncio que circuló en redes sociales el 31 de marzo, convocando a una manifestación en Bois de la Cambre, el parque público más grande de Bruselas. El encuentro, que buscaba enviar una señal de protesta contra las restricciones derivadas de la pandemia, resultó ser una broma del Día de los Inocentes, que se celebra el 1 de abril en Europa.

Esto no impidió que más de 5.000 personas acudieran al encuentro ficticio para manifestar su inconformidad ante la situación actual y dejar en evidencia sus deseos de libertad. Como resultado, la Policía desplegó agentes de caballería por todo el parque para dispersar a los asistentes al evento, y en algunos casos tuvo que implementar cañones de agua y gases lacrimógenos. Los disturbios dejaron 15 detenidos y 11 heridos, entre ellos tres policías, según cifras oficiales.

No obstante, la indignación no solo se limitó a la población, sino que también trascendió a instancias legales. El mismo 31 de marzo, el Tribunal de Primera Instancia de Bruselas ordenó al gobierno federal el retiro de todas las medidas adoptadas contra la pandemia en un plazo no inferior a 30 días. En caso de no cumplir dicha reglamentación, la multa por cada día de incumplimiento podía ascender a €5.000.

Si bien el gobierno anunció que apelaría la decisión, la presión ciudadanía e institucional que enfrentaba le llevó a replantear su estrategia para enfrentar la pandemia, que a su vez comenzaba a dar un respiro al país a medida que avanzaba el programa de vacunación y los casos diarios disminuían.

Según el centro de investigación ‘Sciensano’, del Instituto de Salud Pública de Bélgica, la incidencia de la pandemia en los últimos 14 días, con corte al 20 de abril, fue de 423,9 casos por cada 100.000 habitantes. Dicha cifra representó una caída de 24 % frente al indicador anterior. A su vez, el promedio de casos de la última semana cayó 2 %, las hospitalizaciones bajaron un 8 % y los decesos se redujeron en 8,7 %.

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El cambio en el panorama del país llevó a que, el pasado 14 de abril, el Gobierno belga iniciara una ronda de negociaciones para relajar las medidas contra el virus. A su vez, la preocupación de los resultados que arrojaron sus propios sondeos, donde se reflejaba que 41 % de los ciudadanos belgas no estaban dispuestos a seguir las reglas de confinamiento a pesar de los riesgos, les obligó a actuar antes de enfrentarse a un eventual panorama de desobediencia civil.

Hacia las 3:00 p.m. de dicha jornada, se anunció que el 19 de abril se eliminaría la restricción de los viajes no esenciales. Una semana después, el 26 de abril, se habilitaría la apertura de peluquerías y comercios no esenciales, así como la ampliación de la burbuja exterior de cuatro a 20 personas. Finalmente, la apertura de las terrazas de los bares, restaurantes y cafeterías se programaría para el 8 de mayo.

Si bien las medidas fueron ampliamente elogiadas, el sector Horeca se estaba preparando para abrir sus terrazas el 1 de mayo, fecha que el primer ministro, Alexander de Croo, consideró apresurada ante el riesgo latente que aún representa la pandemia, destacando que “la diferencia en ocho días es de 500.000 personas más que serán inmunes”.

“Creo que todos deben mantener la calma y el sentido de la responsabilidad. Lo último que necesitamos es tener conflictos, sobre todo en una situación tan difícil en nuestros hospitales, donde el personal trabaja incansablemente. Lo último que queremos es abrir y luego tener que cerrar. Vamos a entrar en discusiones con el sector sobre los términos del apoyo financiero, porque hay una diferencia entre los negocios que tienen terraza y los que no”, afirmó en una declaración a la prensa tras anunciar las decisiones finales.

Uno de los primeros sectores en celebrar las nuevas medidas fue el hotelero, principalmente las que entraron en vigor este lunes en torno a la apertura de los viajes no esenciales, pues este factor significa un impulso importante en la afluencia de turistas, cuya ausencia ha diezmado sus ingresos dramáticamente.

“Debido a las limitaciones actuales, los hoteles en general solo pueden ocupar máximo dos tercios de sus habitaciones para mantenerse rentables en medio de la situación, y de paso garantizar la seguridad sanitaria para sus huéspedes. Hay días donde tenemos más de la mitad de ocupación y otros con menos, pero el hotel nunca está 100 % lleno. Esto nos ha golpeado mucho, sobre todo ahora que no hay turistas”, afirmó Marc, conserje del Hotel Amigo, uno de los mejores hoteles cinco estrellas de Bruselas.

Una habitación regular en este hotel puede costar desde €750 la noche, pero las condiciones actuales han llevado a crear una promoción de €375 con desayuno y cena incluidos. Aún así, la medida sigue siendo insuficiente si se tiene en cuenta que, al desocuparse el cuarto, debe permanecer fuera de servicio por 48 horas, en las que se lleva a cabo “un minucioso proceso de desinfección antes de que vuelva a estar disponible al público”, según comentó Marc.

A pesar de la complejidad de la situación, tanto el hotel como la misma Bruselas tuvieron un pequeño empujón con la visita del actor Brad Pitt el pasado 30 de marzo. Su estancia en la ciudad, que duró tres días, se debió a los preparativos de la exposición que el escultor y artista visual Thomas Houseago, amigo personal del interprete, inauguró en el Museo de Bellas Artes. Según reportes de la prensa local, Pitt se habría hospedado en la habitación Armand Blaton del Hotel Amigo, que cuesta €5.000 la noche.

Por el lado de los bares, restaurantes y cafeterías, los dueños de los establecimientos consideran la decisión de reabrir el 8 de mayo como “un buen gesto”, pero en casos como el de Antonino, es apenas un pequeño respiro a una situación que aún asfixia sus finanzas.

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“Ahora tengo a dos o tres personas trabajando, pero en tiempos normales serían 10. El problema es que no podemos reabrir normalmente, porque las terrazas también van en función del clima, que es bastante imprevisible, y mucha gente va a los restaurantes solo si hay sol. Está bien por ahora, pero es difícil comer cuando el clima está mal, distinto a una cerveza o un café”, subrayó.

No logro descifrar si la decisión tranquiliza del todo a Antonino, o si en el fondo sospecha de un nuevo cierre al poco tiempo de retomar, o peor aún, de que los planes se vengan abajo si la pandemia no se frena lo suficiente para el 8 de mayo. Le pregunto hasta cuándo podría aguantar si se llegara a dar el caso, y me dice que solo tiene caja para septiembre de continuar así. “El problema es que no se sabe si los demás restaurantes puedan darse ese lujo, porque no tienen la opción de vender comida para llevar. Si no abrimos el 8 de mayo, va a ser una situación catastrófica para los cafés y los bares”, concluyó.

Junto a estos establecimientos, otro sector que se detuvo por completo en medio de la segunda y tercera ola del virus fue el artístico, pues todos los eventos culturales se cancelaron desde octubre del año pasado y, con excepción de los museos, se mantuvieron inactivos en los últimos seis meses. De momento, la única relajación que se prevé para este apartado es la organización de actuaciones al aire libre que no superen los 50 asistentes.

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La noticia fue recibida con entusiasmo por actores de teatro y bandas musicales, que desde ya están planeando su regreso a escena para obtener algún ingreso. Uno de los más emocionados es Gabriël, baterista de la agrupación ‘The Big Boys Band’, aunque no deja de lado una realidad que tarde o temprano deberán enfrentar: si bien la gente quiere libertad, en el fondo aún le teme al virus, sin importar cuanto ansíe volver a la normalidad.

“Las audiencias serán muy pequeñas al inicio, pero estamos inspirados para tocar. Hemos sido muy pacientes a la hora de esperar la posibilidad de hacer conciertos, y estamos ansiosos de encontrarnos con nuestros fans en el futuro. La gente necesita música más que nunca, así como buena energía y positivismo. Tomaremos cada oportunidad que tengamos para tocar, pues en cualquier momento puede haber una cancelación”, dijo.

Es imposible ignorar la ansiedad y desesperación de la gente, sobre todo faltando semanas para una reapertura que se prolongó más tiempo del esperado. Si bien cada empresario tiene en sus manos asegurar un retorno seguro a sus actividades, el Gobierno también debe entender que su población no aguanta otro paso atrás, tanto económica como psicológicamente. Los belgas necesitan un respiro, y tal parece que, finalmente, ha llegado el momento.

Por Sebastián Montes Sandoval

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