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El presidente de las selfies en Portugal

Marcelo Rabelo de Sousa, un conservador que llegó a la presidencia en 2016, se ha convertido en un fenómeno académico y político en Portugal. Su carisma lo llevó a ser considerado el presidente más querido del mundo.

Daniela Quintero Díaz
23 de marzo de 2019 - 03:00 a. m.
El presidente de las selfies en Portugal

El 9 de marzo de 2016 Marcelo Rebelo de Sousa llegó caminando al Parlamento de Portugal para obtener su investidura como presidente, al salir victorioso en primera vuelta con el 52 % de los votos. Ese acto dejó claro cómo iba a ser su futura dirigencia: fuera de moldes y protocolos, en las calles, con la gente.

En campaña también rompió esquemas. Gastó 157.000 euros (cinco veces menos que sus contrincantes) de su bolsillo, y contó con la colaboración de solo siete personas. Dejó de lado la maquinaria partidista, los mitines y las pancartas, y decidió salir a caminar por las vías de Portugal para hablar con las personas, abrazarlas y hasta tomarse selfies.

“La gente sabe que no les puedes solucionar sus problemas particulares. Pero un momento de consuelo no cuesta dinero, ni tiempo. A veces, las personas solo necesitan un abrazo, que las escuchen”, aseguraba entonces, en campaña.

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“A Marcelo todo el mundo lo quiere en Portugal, no solo porque es muy brillante en términos de conocimiento e intelecto, sino también porque su personalidad es carismática y es muy cercano a la gente del país. Hay muchas fotos de él en la playa conversando con todos”, comenta Pedro Aquino, ciudadano portugués.

Pedro Adão e Silva, profesor del Instituto Universitario de Lisboa y analista político, coincide: “Marcelo ya era popular desde que era comentador televisivo. Después porque acercó las instituciones a las personas con una presencia en el espacio público, hablando con todos, independientemente de sus posiciones políticas. Las ‘Marcelfies’ son un buen ejemplo de ese presidente próximo que desacralizó la presidencia”, dice.

Y es que las selfies con el presidente se volvieron un fenómeno en el país. Su presencia en todos lados ha permitido que miles de portugueses tengan una foto con él. De hecho, un sondeo realizado por la encuestadora Eurosondagem, a finales del 2018, reveló que el 52 % de los portugueses querían una selfie con Rabelo de Sousa y que cerca de 330.000 ya tenían una. El impacto fue tal, que una agencia creativa decidió hacer un “regalo” a quienes no habían tenido la oportunidad de cruzárselo por el camino: una aplicación que permite hacerse una selfie con el jefe de Estado desde cualquier lugar. La llamaron “Marcelfie”.

Pero esa no ha sido la única iniciativa. Otra agencia de publicidad lo empleó para promocionarse: con la web Tele Marcelo, los portugueses podían dejar el teléfono de algún conocido para que fuera despertado con una frase del presidente: “Aquí Marcelo Rebelo de Sousa. Interrumpí una reunión que tenía, pero quería enviarte un beso”, decía el mensaje. En un solo día se realizaron 107.000 llamadas.

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Sin embargo, su gestión ha ido más allá de las fotos y los saludos. En uno de los peores momentos para el país, Con los devastadores incendios que se expandieron por el centro de Portugal, en junio del 2017, el presidente se destacó no solo por responderles institucionalmente a las víctimas, sino por ir hasta el lugar y darles el apoyo que necesitaban. Tiempo después, regresó a las cercanías de la tragedia a cortar árboles de eucalipto con sus propias manos, pues para él (y varios más) habían sido los causantes de la expansión del incendio. Desde entonces fue conocido como “el presidente de los afectos”.

Pero, a escala institucional, sus afectos no son compartidos con todos, y sus convicciones ideológicas y religiosas han pesado frente a otros temas. Desde que llegó a la presidencia ha empleado 11 veces su poder de veto frente a proyectos de ley aprobados por el Parlamento; algunos de estos han sido en contra de los derechos de la comunidad LGBTI. En mayo de 2018, por ejemplo, vetó la ley que establecía el derecho a la libre determinación de la identidad de género, que permitía el cambio de sexo y nombre en el registro civil a mayores de 16 años sin necesidad de un informe médico.

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Rebelo de Sousa goza de gran vitalidad. A sus más de setenta años mantiene una jornada muy activa: viajes infinitos dentro y fuera del país, recepciones, discursos, reuniones y, claro, tiempo con sus ciudadanos. En palabras de Andrés Malamud, politólogo e investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, “Marcelo es omnipresente y cuenta con una actitud auténtica y una personalidad simpática e hiperactiva”.

Aunque viene de la aristocracia salazarista (régimen autoritario que estuvo en vigor durante 48 años en Portugal), pues es hijo de un ministro y gobernador de la antigua colonia portuguesa de Mozambique durante la dictadura del Estado Novo, desde joven mostró su autonomía política. Incluso, se movilizó con los reformistas que querían acabar con el salazarismo (y lo lograron, en el 74).

Nació en diciembre de 1948 en Lisboa. Asistió a las mejores escuelas de la ciudad y estudió Derecho en la Universidad de Lisboa en 1966. Ocho años después, en 1974, inició su vida política al ingresar al Partido Social Demócrata (PSD), que lideró desde 1996 hasta 1999.

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En los años 80 cumplió sus sueños profesionales. No solo consiguió doctorarse en Ciencias Jurídicas, sino también participó en varios medios de comunicación. Fungió como director del diario Expresso y de Semanário. Después llegó a la televisión nacional, y por más de 15 años participó en un programa de análisis político en uno de los canales más importantes del país, que era emitido todos los domingos. Para muchos, este le dio gran parte de la popularidad que tiene hoy en día.

“Su presencia semanal fue decisiva. Al público le gustó que era inteligente y simpático, pero lo que los conquistó fue la imagen de neutralidad que transmitía. Durante 15 años Marcelo ha criticado a políticos de todos los partidos, incluido el suyo. Esa autonomía le ganó el apoyo de millones de telespectadores” explicó el politólogo Antonio Costa Pinto al diario El Español.

Hoy, tras tres años en la presidencia, cerca del 71 % de la población sigue manteniendo una imagen positiva del dirigente y quienes lo rechazan no llegan al 9 %, según Eurosondagem. Su caso fue tan novedoso para el país, que incluso, la profesora Sandra Sá Couto, de la Universidad de Porto, dedicó su tesis doctoral a estudiar el “fenómeno” del presidente súper estrella de Portugal.

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