Francia: con pronóstico incierto

Las encuestas indican un virtual empate entre cuatro de los candidatos. El atentado del jueves en París pone en jaque a los partidos tradicionales y a la Unión Europea.

Ricardo Abdahllah / París
23 de abril de 2017 - 02:40 a. m.

No estaba en el voluminoso índice de los “Fichados S” que las autoridades francesas mantienen bajo vigilancia como sospechosos de radicalización, pero había pasado en prisión catorce de los 39 años que alcanzó a vivir. A las nueve de la noche del jueves, paró su auto en la esquina donde la rue de Berri, la del consulado colombiano, se une con los Campos Elíseos. Bajó del vehículo con un fusil en la mano, dio dos pasos hasta una patrulla de policía encargada de proteger a los turistas que frecuentan la avenida. En el puesto del conductor estaba Xavier Jugele, miembro de la asociación de policías LGBTI. Jugele recibió dos tiros y murió antes de que pudieran auxiliarlo. Sus dos compañeros de patrulla quedaron heridos, pero van a recuperarse.

Fue así como Karim Cheurfi pudo haber cambiado el rumbo de la elección presidencial francesa, a menos de 72 horas de los comicios.

Días atrás, la discusión política en el bar frente a la Alcaldía de Brulôns, un pueblo de 1.500 habitantes en el departamento de Sarthe (Francia), era otra. La región, conocida por sus galletas de mantequilla, comenzó a ser relacionada con el cacique local, François Fillon, hasta hace dos meses el favorito para suceder a François Hollande, pero una serie de escándalos de corrupción lo hicieran despeñarse en las encuestas. Tras haberse aproximado al 40 % de intención de voto, Fillon llega a las elecciones de hoy con veinte puntos porcentuales.

Contando el margen de error de las encuestas, es la misma cifra que se les pronostica al liberal Emmanuel Macron, la ultraderechista Marine Le Pen y el izquierdista radical Jean-Luc Melenchon.

“Fillon es un hijo de esta región. Ha cometido errores, pero al final de cuentas es un tipo honesto. Toda la vida he votado por él y no voy a cambiar ahora”. dice Guy Richet, jefe del bar.

“Pero fue ministro de Sarkozy y durante cinco años no hizo nada de lo que ahora está prometiendo”, dice Michel, uno de los clientes del lugar, que luego se lanza en una retahíla contra la inmigración. No lo va a decir, menos a un periodista de acento extranjero, pero de la discusión que sigue uno lo adivina dentro de esa franja de electores que votarán por Marine Le Pen sin decirlo públicamente.

Otra de las clientes es Julie Nguyen, una joven de origen asiático y tatuaje en el cuello, que dice que ningún candidato la convence, pero cualquier presidente sería mejor que Emmanuel Macron, el puntero, por escaso margen, de las encuestas.

“Es un tecnócrata que nos quieren imponer los medios y los hipsters parisinos”, dice. “Nosotros necesitamos a alguien que nos saque de la Unión Europea”.

Frente a Melenchon y Le Pen, que proponen una renegociación de las bases de la Unión Europea, seguida de un referendo por el frexit en caso de fracaso y a un Fillon que exigiría una modificación profunda del espacio Schengen de libre circulación, Macron, de 39 años, es el único candidato que no teme definirse como “proeuropeo”, al punto de repartir banderas de la Unión en sus reuniones de campaña.

A pesar de sus diferencias con Melenchon en ese punto, los dos coinciden en una mejor política de acogida a los refugiados y suelen hacer referencia en sus discursos a una Francia mestiza y multicultural, por oposición a la política de reducción drástica de migración y endurecimiento de las condiciones de residencia para los extranjeros común a Fillon y Le Pen.

A pesar de ello, el hecho de haber firmado una importante reforma de inspiración liberal ha alejado a Macron de los votantes asalariados, que lo ven como una amenaza a la estabilidad de sus trabajos.

“Macron es el candidato que uberizó el transporte y quiere uberizar todos los oficios”, dice Claude Chouraqui, quien a sus setenta años no gana una pensión suficiente y trabaja como conductor de taxi en la ciudad sureña de Marsella. “Fillon, por su parte, es un ladrón. Yo entiendo que la gente esté harta de la clase política y quiera votar Le Pen, pero no votaría por alguien que viene de una familia que ha negado el holocausto. Tal vez votaré Melenchon, para mí el único que sabe escuchar a la gente”.

Sin duda, el más exitoso en la plaza pública, pues reunió 130.000 personas en París y 50.000 en Marsella, Jean-Luc Melenchon fue el último en entrar al cuarteto de los favoritos, pero está lejos de ser nuevo en el paisaje político francés.

Licenciado en Filosofía, Melenchon ha construido durante años un programa de izquierda fuerte, para distanciarse de la social-democracia del Partido Socialista, del que, como Macron, alguna vez fue miembro.

Sus propuestas, que incluyen un “salario máximo” más allá del cual se aplicará un impuesto del 90 % y un acercamiento con las izquierdas latinoamericanas, lo han llevado en las últimos días a recibir un importante flujo de votantes socialistas, que no se reconocen en la “izquierda” liberal de Macron y ya se resignaron a la virtual eliminación del candidato del partido de gobierno, Benoit Hamon, que, anticipándose a su derrota, invitó a sus seguidores a votar por Melenchon en la segunda vuelta.

“Melenchon y Macron, los dos candidatos que se negaron a participar en las elecciones primarias de la izquierda, duplican al que la ganó. Estamos asistiendo a la muerte del Partido Socialista como fuerza de gobierno y sólo falta saber si a esa muerte seguirá una reconstrucción, que le permita enfrentarse a las legislativas, o una implosión que acaba con todos los sectores”, opina Serge Cosseron, historiador y especialista de la izquierda europea.

El panorama no es mejor por el lado de los Republicanos, el partido de derecha. Dentro de la unión pragmática detrás de la candidatura de Fillon hay facciones enemistadas a muerte, entre ellas las de los fillonistas puros, los seguidores del expresidente Nicolás Sarkozy y los moderados que apoyan al exalcalde de Burdeos Alain Juppé. Si Fillon no logra pasar a la segunda vuelta y debe renunciar a la presidencia del partido, la lucha entre estos grupos para posicionar sus candidatos a las elecciones legislativas de junio se anuncia sin cuartel.

El cuádruple empate técnico y el hecho de que a horas de la votación un 30 % de los electores aún se declaren indecisos y un cuarto de la población francesa afirme simplemente que se abstendrá, hace imposible cualquier pronóstico.

Más aún cuando muchos de quienes dudan no votarán por el candidato que prefieren, sino siguiendo la estrategia del “voto útil” para sacar del juego al que menos soportan, sea Macron, por liberal; Fillon, por corrupto; Melenchon, por “comunista”, o Le Pen, por xenofóbica.

“El voto útil es una tradición lamentable que hace que la gente sufrague por miedo, para evitar lo que consideran lo peor, pero que lleva a apoyar los programas más mediatizados en lugar de los que de verdad abordan las cuestiones que afectarán la vida de los ciudadanos”, opina Nathalie Arthaud, profesora y candidata presidencial por el partido Fuerza Obrera, que según las encuestas obtendrá alrededor del 1 % de las votos.

En la misma línea está Philippe Poutou, mecánico automotriz y candidato por el Nuevo Partido Anticapitalista “Yo no estoy haciendo campaña para llegar a la presidencia, sino para poner en la agenda pública los temas que interesan a sectores como los trabajadores, los inmigrantes y las comunidades LBGTI. El voto útil termina por cerrar esa posibilidad”.

La segunda vuelta será el 7 de mayo. Todas las encuestas dan a la heredera del clan Le Pen como perdedora frente a cualquiera de los demás candidatos, pero la dinámica podría cambiar si Le Pen llega hoy en primer lugar.

El ataque del pasado jueves le ha permitido no sólo continuar jugando la carta de la candidata rechazada por los medios  —que sin embargo reproducen en serie cada una de sus declaraciones—, sino que insiste en la necesidad de cerrar las fronteras y prolongar las penas de prisión.

Si Macron o Melenchon son eliminados, sin duda invitarán a formar un “Frente Republicano” en el que los votantes de todos los partidos se unirían tras quien quiera que sea el rival de la candidata de extrema derecha. Si el eliminado es Fillon, en cambio, es posible que se abstenga de dar una consigna a sus votantes. En ese caso, es fácil imaginar que un electorado tradicionalista, católico y de maquinarias como el suyo, preferiría entregarse a la política de mano dura e identidad nacional de Le Pen, antes que ver llegar al primer cargo del país a un izquierdista radical como Melenchon o a un joven proinmigración como Macron. Incierto.

Así, Fillon, el mismo que durante los últimos meses ha recibido en cada aparición pública concierto de cacerolas para recordar los escándalos que arrastra y tras cada una de sus declaraciones en Twitter, centenares de respuestas que cuando menos lo trataban de estafador, podría ser uno de los dos hombres que decidirán quién ocupará la oficina del Palacio del Elíseo a la que él durante toda su vida estuvo seguro de llegar.

Por Ricardo Abdahllah / París

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