La enemiga número uno de Putin al acecho

El presidente ruso, Vladimir Putin, presentó en la mdrugada de este 15 de enero su discurso anual a la Asamblea Federal de Rusia en el que describió los objetivos para estey tareas para el gobierno en 2020. Enfrentar una economía estancada será su principal desafío.

Camilo Gómez / @camilogomez8
15 de enero de 2020 - 11:00 a. m.
Vladimir Putin se enfrenta a un estancamiento económico que podría desembocar en nuevas protestas. / EFE
Vladimir Putin se enfrenta a un estancamiento económico que podría desembocar en nuevas protestas. / EFE

Hace dos décadas, un poderoso exagente de la KGB, desconocido para el mundo y la política, se quedó con el poder en Rusia. Hoy toda una generación de jóvenes de ese país no conoce gobierno que no haya estado marcado por su nombre. Vladimir Vladímirovich Putin celebra, de una u otra manera, veinte años al frente del Kremlin. Con carácter fuerte, y para algunos incluso intimidante, ha llevado durante este periodo el timón de la nación más grande del planeta como presidente (1999-2008 y 2012-presente) o como primer ministro (2008-2018). Pero a pesar de haber descrestado con su imagen a la región y al mundo, haber exhibido su poderío político con vehemencia durante los últimos años y contar con un incomparable apoyo popular, Putin no se salva de la agitación, y 2020 se avista como un año particularmente difícil para el mandatario.

Gobernar Rusia, una nación del tamaño de Plutón, es una tarea titánica, sobre todo cuando su economía prende las alarmas. Esta podría convertirse en la verdadera enemiga de Putin, la número uno de cualquier nación, porque es quizá la única que puede desafiar sus ambiciones en el Kremlin. Rusia sufre una paradoja económica en la actualidad, según analistas. Por un lado, el gobierno ruso muestra ser uno de los más fuertes del mundo con su superávit presupuestario y sus enormes reservas fiscales. Para 2019, el Kremlin logró por primera vez que su deuda pública estuviera totalmente cubierta por el ahorro público, un lujo que no se da otra economía emergente. El mismo Putin se jacta de ello como autor de un “enfoque responsable de las finanzas públicas”.

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Pero, por otro lado, la economía rusa avanza a un ritmo inferior e incluso ya es más pequeña que la de Italia. Los ingresos cayeron un 1,3 % en 2019 respecto al año anterior. Según la encuestadora Levada Center, cerca del 65 % de los hogares no tienen ahorros. Las estadísticas estatales tampoco son alentadoras: la pobreza ha aumentado al 14,3 % (afectando a unos veinte millones de personas). Las bancarrotas van en aumento y el crecimiento va por debajo de los objetivos establecidos por el gobierno. En 2019 fue de un 1,2 % y para 2020 el Banco Mundial ya recortó su pronóstico de crecimiento para Rusia del 1,7 % al 1,6 %. Este estancamiento no es nada bueno para Putin y su gobierno, considerando que una crisis económica podría alimentar el creciente descontento que se vive en el país.

Rusia cerró 2019 como lo comenzó: con protestas. A lo largo del año pasado se registraron manifestaciones en el país reclamando mayores libertades y justicia en los procesos electorales, como es usual. Pero también se observaron importantes levantamientos contra una impopular reforma al sistema pensional que aumentó la edad de jubilación —algo que Putin prometió que no haría— y contra el sistema de salud que, según expertos, está al borde del colapso debido a la malversación o falta de fondos y a una desastrosa dirección. Pero el descontento no se quedó en las calles, donde fue reprimido, sino que se transportó a las urnas, donde se evidenció que el romance del gobierno Putin no pasa por su mejor momento. En septiembre de 2019 se celebraron elecciones locales en Moscú, marcadas por una derrota para el partido de Putin, Rusia Unida, que perdió un tercio de sus escaños en la Asamblea Legislativa de Moscú y por una oposición que ganó terreno allí. Por lo tanto, como apunta el analista Frantisek Markovic en la revista Forbes, “una crisis económica podría llevar a un descontento público aún mayor”.

La respuesta del gobierno para salvarse de este escenario es un ambicioso programa de inversión nacional en el que se desembolsarán US$400.000 millones para impulsar el crecimiento de Rusia y así tener un “avance revolucionario en el desarrollo del país”. Este consta de proyectos en varios sectores, como demografía, salud, educación, economía digital, cultura, vivienda, carreteras, ciencia y empleo. Pero, aunque el Ministerio de Desarrollo Económico ve esta inversión con una cara muy positiva, economistas advierten que la enorme ola de gasto en infraestructura hará poco para impulsar el lento ritmo de crecimiento de la economía rusa. Un estudio realizado por consultores de Oxford Economics apunta a que el programa de proyectos nacionales dará un aumento anual del PIB de solo 0,1 a 0,2 puntos porcentuales.

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“Los proyectos nacionales no son un gran avance para el modelo de crecimiento de Rusia. Mientras las instituciones continúen limitando la productividad y el trabajo y la población en edad de trabajar disminuya, Rusia todavía estará buscando crecimiento en los lugares equivocados”, destaca Evghenia Sleptsova, economista que integró la investigación.

Este miércoles, Putin dio su discurso ante la Asamblea Federal, uno de los eventos anuales más importantes en la agenda del presidente. En este, Putin fija los objetivos para el país, dando una especie de guía para que su gobierno y el parlamento lo sigan. Sin duda alguna, dar las pautas para enfrentar una economía estancada será el punto central de sus palabras, y mientras el mandatario lucha para que este desafío no se le salga de las manos, deberá hacer todo lo posible para reconectar a su partido con el electorado, pues en septiembre habrá elecciones regionales y el próximo año están programadas las parlamentarias, que serán claves para el futuro de su legado. Si permite que el romance vacile en este año decisivo, su legado estará en duda. Por otro lado, deberá mostrar su liderazgo más que nunca en cuanto a política exterior mientras sus adversarios tambalean. Estos doce meses no solo serán claves para ver su presencia en Medio Oriente y África, sino para negociar un nuevo pacto de control armamentístico con Estados Unidos, pues el actual expira en 2021 y todavía no hay negociaciones en marcha. En definitiva, 2020 será un año clave para Putin.

Por Camilo Gómez / @camilogomez8

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