Las cicatrices de la guerra marcan una amarga navidad en Siria

Con los edificios destruidos, las calles llenas de escombros y las carrocerías de los coches calcinadas, los residentes de Arbín, ciudad próxima a Damasco, tratan de celebrar la navidad desempolvando sus libros religiosos.

Redacción EFE
24 de diciembre de 2018 - 07:45 p. m.
Nabil al-Aach inspecciona las condiciones de la Iglesia Ortodoxa Griega en Arbin, ciudad que quedó entre las ruinas tras la ofensiva en el área de Guta. / AFP
Nabil al-Aach inspecciona las condiciones de la Iglesia Ortodoxa Griega en Arbin, ciudad que quedó entre las ruinas tras la ofensiva en el área de Guta. / AFP

En la iglesia de San Jorge de la ciudad siria de Arbín, cerca de Damasco, Nabil al Aash desempolva libros religiosos e inspecciona las cicatrices de guerra de este lugar de culto cristiano. La ciudad en el antiguo sector rebelde de Guta oriental, fue reconquistada este año por las tropas de Bashar al Asad.

Esta navidad los ánimos no están para fiestas. El panorama es más apocalíptico que navideño, con edificios reventados, calles llenas de escombros, carcasas de coches calcinados, consecuencia de una guerra que ha causado más de 360.000 muertos desde 2011. La iglesia de San Jorge, la única de esta localidad, está vacía.

"Aquí no hay fiesta, las casas de los cristianos están destruidas, su iglesia destrozada", lamenta Al Aash. La reconstrucción de este edificio de 1873 "necesitará mucho tiempo, esfuerzo y dinero". El hombre, de 55 años, se lamenta en el altar donde no queda ninguna imagen santa, todas de gran valor histórico, pues fueron quemadas o robadas hace meses. "También hemos encontrado cruces rotas".

Al Aash huyó de Arbín en 2012 debido a los intensos combates y al asedio impuesto por Damasco. Regresó este año. El primer lugar que visitó fue la iglesia de San Jorge. "Casi me desmayo viéndola (...). Crecí en esta iglesia y en ella pasé todas las Navidades, el ambiente rebosaba de alegría", recuerda, emocionado. Este espíritu festivo "no volverá sin el regreso de los habitantes y de los feligreses", añade. Podría interesarle este artículo: Diez datos para entender el origen de la guerra en Siria

Después de semanas de diluvio de fuego contra Guta oriental, a las puertas de Damasco, en abril las fuerzas progubernamentales reconquistaron la región, con la ayuda de la aviación rusa. Esta ofensiva causó más de 1.700 muertos civiles y provocó el éxodo masivo de la población.

Antes de la guerra, Arbín albergaba una minoría cristiana de unas 3.000 personas, según su alcalde Jalil Tohmé. Por el momento regresaron pocos.

"Sólo cinco cristianos visitamos regularmente la localidad, los otros vienen de vez en cuando para inspeccionar sus casas (...), en su mayoría destruidas", lamenta Nabil al Aash.

Hace poco comenzaron las obras de restauración de edificios dañados. A unas decenas de metros de la iglesia, Joseph Hakimé da instrucciones a un obrero que pinta los muros de una casa subido a una escalera. Le recomendamos: ¿Quién es quién en la guerra en Siria?

El empresario tiene que terminar la renovación de la casa en unos días. Le esperan otras tres obras similares, además de la restauración de la suya propia.

"Nos preparamos para el regreso una vez que los servicios y las infraestructuras estén garantizados. Llevará tiempo", dijo.

Sentado en un bote de pintura, este cristiano de Arbín de 29 años lamenta la ausencia de celebraciones.

"Espero que el año que viene todo vuelva a ser como antes: abetos, adornos, cánticos y oraciones".

La tristeza de Arbín contrasta con el espíritu festivo que se respira a unos kilómetros, en Damasco, iluminada para celebrar la primera Navidad desde que el régimen arrebató Guta Oriental a los rebeldes. En la plaza de los Abásidas hay un abeto de 30 metros de alto.

En el barrio de mayoría cristiana de Qasaa, en el este de Damasco, se ven las luces de las guirnaldas de los abetos a través de las ventanas de las casas. Pero otros, como la familia de Riad Rajiha, instalada en la ciudad desde su huida de Arbín en 2012, no tienen ganas de fiestas.

 

"¿Qué sentido tiene un abeto adornado en una casa que no es tuya?", se pregunta Rajiha.

Un viejo álbum de fotografías da fe de cómo se celebraba antes la Navidad en su ciudad natal. Se ven arañas de cristal junto a imágenes religiosas y bancos de madera repletos de feligreses.

"Nuestras raíces están allí, al igual que todos nuestros recuerdos", explica este sexagenario que sueña con poder pasear un día con sus nietos por Arbín . "Nací en Arbín, viví allí, y en ella quiero morir y que me entierren".

 

 

 

Por Redacción EFE

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar