Leo Varadkar, el mandatario irlandés que enfrenta al coronavirus atendiendo pacientes

El mandatario irlandés ejerció como médico siete años hasta 2013. Ahora, desde el Ejecutivo, continúa evaluando los síntomas de los pacientes por teléfono. Con menos de 800 muertos y más pacientes curados que infectados, las cifras de la epidemia de coronavirus en Irlanda respaldan su gestión hasta ahora.

redacción internacional
27 de abril de 2020 - 03:59 p. m.
El primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, junto a miembros de la Defensa Civil de Dublín. / EFE
El primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, junto a miembros de la Defensa Civil de Dublín. / EFE

Un de los líderes que más se ha destacado durante la batalla contra el coronavirus es Leo Varadkar, el primer ministro irlandés. Además de haber implementado medidas de confinamiento tempranas, que retrasaron el incremento exponencial de la curva de contagiados, el mandatario, haciendo uso de su experiencia como médico durante siete años, decidió empezar a atender la línea nacional para evaluar posibles pacientes infectados. 

La comparación con la gestión de su vecino, Boris Johnson, ha sido inevitable, teniendo en cuenta la diferencia radical en cuanto a las gestiones. No obstante, es importante tener en cuenta que, al comienzo de la crisis, hacia finales de febrero, ambos líderes afrontaban la batalla contra la COVID-19 en circunstancias muy diferentes. 

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Irlanda, con unos 4,7 millones de habitantes, acumula un total de casi 800 muertos por coronavirus, hasta arrojar un global de 16.671 casos, de los cuales 6.669 siguen "activos" y 9.233 están "curados". 

Entre los factores que explican las diferencias en las estadísticas con Reino Unido, que ya ronda ls 20.000, los expertos destacan que el Gobierno de Dublín comenzó a tomar medias antes que Londres, aumentó rápidamente el número de test diarios y la ciudadanía cobró pronto conciencia respecto a la gravedad de la epidemia, lo que reforzó el distanciamiento social. 

Por ejemplo, el 2 de marzo, tres días después de detectarse el primer caso de coronavirus, la multinacional Google, que tiene su base de operaciones europeas en Dublín, ya pidió a sus 8.000 empleados que trabajasen desde casa al día siguiente, tras anunciar que un miembro de la plantilla presentaba "síntomas gripales". 

El 9 de marzo, con 24 casos confirmados, el Ejecutivo de Varadkar decidió cancelar las festividades del patrón de Irlanda, San Patricio, las cuales, solo en Dublín, hubiesen congregado el 17 de marzo a más de medio millón de personas, muchas de ellas turistas, durante el popular desfile por la capital. 

Lejos de crear alarma, estas medidas, sostienen los expertos, concienciaron a la población, entre la que comenzó a calar la idea del auto-aislamiento, al tiempo que se redujo significativamente el número de visitantes extranjeros a la isla, con lo que se evitó que los eventos multitudinarios produjesen las llamadas "bombas biológicas" de COVID-19. 

Mientras Irlanda cerraba puertas, el Reino Unido las mantenía abiertas. Miles de seguidores del equipo de fútbol español Atlético de Madrid llenaron el 11 de marzo el estadio del Liverpool para la vuelta de la eliminatoria de la Liga de Campeones. 

Tendrían que pasar varios días más para que Johnson ordenase el 23 de marzo el confinamiento obligatorio, mientras que Varadkar ya había decretado entre el 12 y el 15 de ese mes el cierre de escuelas, universidades, bares o restaurantes, cuando el número de casos positivos era 16. 

Después de introducir restricciones de forma escalonada, el "Taoiseach" (primer ministro irlandés) ordenó el cerrojazo total el pasado 28 de marzo, cuando la epidemia había causado 46 muertes y 2.615 casos. Varadkar ha indicado que podría relajar alguna de las restricciones, en vigor hasta el 5 de mayo, si se aumenta el número de test y se refuerza el "rastreo" telefónico de contactos con casos, un protocolo para el que Dublín cuenta con 1.700 personas. 

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Primer ministro y médico

 

Varadkar, quien es hijo de un médico de origen indio y de una enfermera, ha sido elogiado no solo por su anticipada reacción a la crisis, sino por ahber decidido ejercer nuevamente en el campo de la medicina, cosa que ya había hecho durante siete años hasta 2013. Es licenciado en Medicina en el Trinity College de Dublín y, ahora, evalúa telefónicamente una vez a la semana a posibles contagiados del virus. 

 "Muchos familiares y amigos suyos trabajan en el sector sanitario. Él quería ayudar, aunque fuera de forma modesta", aseguró el ejecutivo de ese país. Abiertamente homosexual, el mandatario cumple así su tercer año a cargo de Irlanda, en un mandato que venía en decadencia poco a poco, con bajos índices de favorabilidad tanto de él, como de su partido. 

"Tenía las cifras en el piso después de las elecciones, pero se percibe que volvió a la normalidad", dijo Pat Leahy, editor político de The Irish Times. "Hay una sensación de que demostró un liderazgo fuerte y rápido para entenderlo".

En el momento de su elección, el mandatario afirmó: "Soy gay, no es un secreto pero tampoco algo que todo el mundo sabía, y nunca había hablado públicamente de ello antes. No es algo que me defina: no soy un político medio indio, ni un político médico, ni un político gay. Es simplemente parte de mí, no es lo que me define. Supongo que es parte de mi carácter".

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Pese a su formación en medicina, fue elegido concejal cuando tenía poco más de 20 años y pasó a dedicarse completamente a la política al ser elegido diputado en 2007. Antes de ser elegido como primer ministro se ocupaba de la cartera de Protección Social, y ha ocupado otros puestos de gabinete.

Varadkar es descrito como muy inteligente pero tímido. También se ha ganado reputación de conservador directo y franco, lo que le ha valido alguna polémica. En 2008, cuando el desempleo era alto tras el estallido de la crisis, fue acusado de racista por proponer pagar el billete de regreso a sus países a los extranjeros. Años después lideró una campaña contra "quienes abusan de las ayudas sociales", tildada de insensible por algunas voces.

Por redacción internacional

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