Lo que dijeron los brasileños en las urnas

Además del triunfo del candidato de la ultraderecha, la mayoría del Senado quedó compuesta por novatos, muchos de ellos militares, y Lula da Silva perdió casi todos sus fortines políticos. El cambio al que le apuesta Brasil.

redacción internacional
09 de octubre de 2018 - 02:00 a. m.
 Seguidores del Trabajadores lamentaron los resultados. / AFP
Seguidores del Trabajadores lamentaron los resultados. / AFP
Foto: AFP - DANIEL RAMALHO

Jair Bolsonaro se convirtió el domingo 7 de octubre en el político más influyente de Brasil, desde Luiz Inácio Lula da Silva. Bolsonaro estuvo a punto de ganar la Presidencia en primera vuelta este domingo, al conseguir una votación que ninguna encuesta predijo: 46,03 % de los votos.

No solo eso, Bolsonaro, un legislador de extrema derecha con un largo historial de comentarios incendiarios, cambió el mapa político de Brasil. Los candidatos que apoyaron su candidatura fueron los que consiguieron llegar al Congreso y ganar varias importantes gobernaciones.

Mientras que formaciones tradicionales, como el Partido de los Trabajadores (PT) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), perdieron espacio, puestos estratégicos y reductos importantes, fuerzas impulsadas por el efecto Bolsonaro, surgieron como nuevos actores políticos en Brasil.

Congreso militar

Impulsado por el efecto Bolsonaro, el Partido Social Liberal (PSL) una formación minúscula y que en el 2014 solo eligió un diputado, sale de las urnas como la segunda mayor fuerza en la Cámara Baja, con 51 diputados.

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En la Cámara Alta (Senado), donde este partido no tenía representación, pasa a tener 4 escaños.

El nuevo Congreso será un 46 % nuevo: tres de cada cuatro senadores que intentaron el domingo la reelección no lo consiguieron. Según el registro, 32 de los 54 senadores que ejercían el cargo desde el 2011 buscaron renovar su mandato, pero solo ocho de ellos los consiguieron, lo que supone apenas un 25 %. Eso deja por fuera a importantes nombres de la política brasileña. Según los resultados, muchos de esos nuevos rostros son de militares.

Los integrantes de las fuerzas armadas de Brasil, que se habían mantenido alejados de la vida política desde que terminó la última dictadura, hace treinta años, llegaron en masa.

Generales retirados y otros exoficiales lograron una curul. Esta incursión militar en política es, según analistas en Brasil, un giro preocupante. “Puede que la eventual elección de estos oficiales militares lleve a la adopción de propuestas autoritarias, sobre todo si se trata de seguridad pública”, le dijo Carlos Fico, historiador de la Universidad Federal de Río de Janeiro, al periódico The New York Times.

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Los militares ya se estaban abriendo paso en el gobierno de Michel Temer, quien nombró a un general para dirigir el Ministerio de Defensa.

Bolsonaro, el primer miembro retirado de las fuerzas armadas que puede convertirse en Presidente, ya dijo que nombrará a generales en su gabinete, “no porque son generales, sino porque son competentes”.

El favorito para ganar la Presidencia de Brasil, el próximo 28 de octubre cuando se realice la segunda vuelta, anunció además que nombrará militares en varios ministerios e implantará escuelas militarizadas en todo el país, “para que, a punta de disciplina y jerarquía, mejore la educación pública en Brasil”.

¿Y el efecto Lula?

El Partido de los Trabajadores (PT), que lidera desde la cárcel el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, condenado por corrupción, pasó a ser la quinta minoría, al bajar de 13 senadores a los seis de ahora. La expresidenta Dilma Rousseff, destituida en el 2016 por el Congreso y quien lideraba todos los sondeos previos a las elecciones para uno de los dos escaños por el estado de Minas Gerais, quedó eliminada y no logró una silla en el Senado.

El PT, que tuvo en Fernando Haddad a su candidato presidencial, consiguió mantenerse como la primera fuerza de la Cámara de Diputados, con 56 asientos, aunque perdió 12 con respecto a las elecciones del 2014.

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La razón de la sinrazón

“Prefiero un presidente que sea homofóbico y misógino a uno que sea ladrón”. Con esta frase, expresada por muchos votantes brasileños, se explica qué pasó en esta campaña presidencial en Brasil.

Bolsonaro supo capitalizar el cansancio de los brasileños y castigó lo que viene sucediendo desde hace varios años en América Latina: la eternización en el poder y los personalismos.

“Lula no trató de cambiar las leyes para permanecer un tercer mandato, pero sí fue contra la ley electoral para intentar volver a la presidencia”, escribía en el diario ABC de España, Emili Blasco, director del centro de estudios estratégicos Global Affairs de la Universidad de Navarra.

Pero la explicación que más se repite en los medios brasileños es el cansancio del votante con la corrupción de los políticos tradicionales, algo que Bolsonaro supo explotar muy bien en la campaña, cuando atacaba al expresidente Lula da Silva, condenado a 12 años por corrupción, y Dilma Rousseff, destituida a mitad de su segundo mandato.

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El escritor brasileño Luiz Ruffato explicaba a este diario el fenómeno Bolsonaro así: “Es un fenómeno político. Él refleja el pensamiento de buena parte de la sociedad brasileña, representa una parte grande del país. Además, ya se implantó en la sociedad y definirá lo que sigue en Brasil”.

Este lunes los mercados reaccionaron al triunfo de Bolsonaro en las urnas: la Bolsa de Sao Paulo subió y el dólar bajó. Y él ratificó sus propuestas, anunció su intención de privatizar varias estatales y de reducir el tamaño del Estado en caso de ser elegido el próximo 28 de octubre, en la segunda vuelta. Algo que muchos ya dan por descontado.

La confianza de los mercados reposa esencialmente en el anuncio de Bolsonaro de que, si llega a la Presidencia, nombrará al economista liberal Paulo Guedes al frente de un ‘superministerio’, que uniría las carteras de Hacienda, Industria y Comercio, de Planificación y la Secretaría encargada de Asociaciones e Inversiones del Estado.

Aunque la “fragmentación” del Congreso representa un desafío para las reformas fiscales y, en particular, del deficitario sistema de pensiones, la victoria de Bolsonaro lo dejó en “clara ventaja” y “aumentó las chances de una reforma promercado”, resumió consultora Capital Economics, en un informe.

Según Tribunal Superior Electoral (TSE), el lunes se registró la abstención más alta desde las elecciones del 2002: 29,9 millones de brasileños no acudieron a las urnas, es decir, uno de cada cinco prefirió no votar, pese a que el voto es obligatorio en el país.

Roseli Milhomem, una abogada de Brasilia, de 53 años, cree que la solución de los problemas de Brasil pasa por Bolsonaro. “Tenemos que elegir a alguien que cambie las cosas realmente. Basta de corrupción, nuestro país es demasiado rico como para estar en manos equivocadas”, declaró.

Por redacción internacional

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