Los misterios del submarino

Antes de su desaparición, el miércoles 15 de noviembre, el sumergible ARA San Juan tuvo complicaciones. Serias. ¿Qué más se ocultó de esta nave?

Daniel AvellanedaBuenos Aires
26 de noviembre de 2017 - 02:00 a. m.
Los mensajes a los marinos desaparecidos en el submarino no terminan. La búsqueda continuará, dijo el presidente Mauricio Macri.  / Efe
Los mensajes a los marinos desaparecidos en el submarino no terminan. La búsqueda continuará, dijo el presidente Mauricio Macri. / Efe
Foto: EFE - Chipi González

El mundo entero está sacudido. La explosión del ARA San Juan, el submarino que continúa perdido en las profundidades del mar argentino y cargado de desesperanza para sus 44 tripulantes, es un síntoma de la pobreza estructural de un país desvencijado. No hay casualidades, a fin de cuentas. Hace tres años vivió un incidente crítico. Incluso, sus ocupantes llegaron a despedirse porque consideraron irreversible la situación. Finalmente, la nave emergió. Y el susto quedó olvidado tras un silencio cómplice. Hasta la denuncia de Itatí Leguizamón, esposa del radarista Germán Suárez.

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Construido en 1985 por una empresa alemana, en junio de 2008 necesitó ser reparado en el Complejo Industrial y Naval Argentino. Se cortó el casco de la embarcación a la mitad para poder reemplazar los motores, se realizaron 625 obras y se arregló el equipo de generadores que se utilizan para la carga de las baterías, que no se cambiaron, sino que fueron replacadas. Esta habría sido la razón del desperfecto, según sostuvo el vocero de la Prefectura, Enrique Balbi. Y pensar que en septiembre de 2011, Cristina Fernández de Kirchner había dicho que el ARA San Juan tendría “una vida útil de 30 años”. En 2014, según los dichos de la mujer de Suárez, el buque tuvo complicaciones. Y el miércoles 15, una semana antes de revelarse la desaparición del navío, sufrió una avería fatal.

Sin ir más lejos, el Ministerio de Defensa ya abrió un sumario interno para revisar el accionar de la Armada. Y el titular de la cartera, Óscar Aguad, se puso a disposición del juez de Mar del Plata que investiga el caso. De cualquier modo, Mauricio Macri no quiere lanzarse a una caza de brujas. “No hay que aventurarse a buscar culpables”, disparó el jefe de Estado. Y se puso al frente de la investigación.

El desamparo presupuestario de las Fuerzas Armadas Argentinas es alarmante. El 84 % va a los salarios, el 12 % al funcionamiento y apenas el 4 % al reequipamiento. Y a pesar de que está previsto un aumento del 40 % para 2018, el gasto del personal subirá 50 %. A contramano de los sueldos, las partidas destinadas al mantenimiento decrecerán. Uno de los programas más importantes, que comprende la vigilancia y el control sobre los espacios fluviales y marítimos, la misión a la que estaba afectado el ARA San Juan, tiene un presupuesto pequeño, apenas el 0,20 %.

Las últimas horas

Del estupor que generó la noticia, sorprendiendo hasta al mismísimo presidente de la nación, que no estaba enterado de la operación del submarino, al dolor y la bronca de los familiares de los tripulantes. Así se vivieron las últimas horas. De la expectativa que se había generado entre padres, esposas e hijos de los ocupantes del ARA San Juan al llanto y la congoja que fluyeron cuando conocieron el parte informativo del jueves. “Pregunté si estaban todos muertos y me dijeron que sí”, contó Luis Tagliapietra, padre de Alejandro, marino de 27 años que estaba en el malogrado buque.

La explosión ocurrió el miércoles 15 de noviembre, a las 10:31, tres horas antes de la última comunicación, y fue detectada por un sistema de monitoreo de ensayos nucleares con sede central en Austria. Fue el embajador argentino en Viena el que comunicó el hallazgo. El informe de Rafael Grossi ayudó al Gobierno a confirmar lo que ya se investigaba desde el jueves: que en la zona donde se reportó a base por última vez el ARA San Juan hubo un “evento consistente con una explosión”, tal cual explicó el portavoz de la Armada.

Un día antes, la Marina estadounidense había informado de “una anomalía acústica”. Grossi advirtió que correspondía “contactar a los expertos para determinar si en el cúmulo de información que regularmente las estaciones de este organismo van recabando podía existir algo trascendente para nuestra búsqueda”, explicó el embajador, quien fue recibido por Lassina Zerbo, secretario ejecutivo de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBOT, según sus siglas en inglés), que tiene sede en Austria. Ahí mismo se ofreció un análisis para la Argentina con información relevante en la zona a partir del 15, día de la última comunicación del navío.

La CTBOT buscó identificar la existencia de un evento singular, único, de cierta intensidad y corta duración dentro de las coordenadas geográficas. Fue tan exhaustiva la revisión que se aislaron los ruidos no relacionados. De cualquier modo, ni el embajador Grossi ni las autoridades del organismo hablaron de “anomalía hidroacústica”, algo que confirmó la Marina de Estados Unidos y que, tras este informe, se conoció como una explosión “no nuclear”. La conclusión es que hubo una onda acústica con una determinada velocidad que es consistente con una explosión bajo el agua de tipo convencional. Lo que habría terminado por convencer a los familiares de los tripulantes de que no hay esperanzas.

Al menos, esa sensación quedó en el ambiente en la puerta de la Base Naval Argentina de Mar del Plata, donde mujeres, madres e hijos se acercaron para conocer noticias. La palabra “explosión” terminó por derrumbar a la mayoría. Una mujer llorando, con las rodillas sobre el césped, fue la imagen que recorrió el planeta. Todos se quejaban, con menor o mayor vehemencia, de la cantidad de días que pasaron desde que se produjo el incidente hasta que se informó fehacientemente cuál había sido el destino del buque. “Me acabo de enterar de que soy viuda. Pido rezar por los chicos, que no tienen papá”, dijo entre lágrimas Jéssica Gopar, esposa de Fernando Santilli, cabo en el submarino.

Hay una gran solidaridad internacional en la búsqueda del ARA San Juan. Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Noruega, Italia, Brasil, Chile, Uruguay, Perú y Colombia sumaron buques y aviones al despliegue argentino de catorce embarcaciones militares, tres de la Prefectura Naval Argentina y cinco aviones. En total, participan más de 50 medios navales y aéreos. Con la mira puesta en el golfo de San Jorge.

Una isla de 40 habitantes fue clave para resolver el misterio del submarino. En Crozet, un archipiélago en el que llueve 300 de los 365 días del año y está ubicado al sureste de Madagascar, se detectó la “explosión”.

Hubo “milagros”, claro. El ejemplo es Adrián Rothlisberger, quien a último momento se bajó del ARA San Juan porque tenía que resolver “asuntos personales”. El jueves, el mismo día que se conoció el destino del submarino, su beba cumplió un año. No había ánimos para festejar. Sus compañeros de ruta habían desaparecido en el mar. No tuvieron su suerte. Y nadie sabe, a ciencia cierta, si sus cuerpos serán en encontrados. Este fin de semana continuará la búsqueda. “Los vamos a encontrar”, afirmó Macri. Difícilmente será con vida.

Por Daniel AvellanedaBuenos Aires

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