Lula, a un paso de ir a prisión

En pocos días se emitirá la orden de captura en contra del expresidente más famoso de Brasil. Luiz Inácio Lula da Silva sabe que su libertad tiene las horas contadas. ¿Qué sigue?

redacción internacional
05 de abril de 2018 - 05:18 p. m.
Aunque el expresidente Lula da Silva insistió en su inocencia, la justicia nunca le creyó.  / AFP
Aunque el expresidente Lula da Silva insistió en su inocencia, la justicia nunca le creyó. / AFP

La defensa del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, condenado a 12 años de prisión por corrupción, anunció  que adoptará todas las medidas posibles para evitar la anticipación de la ejecución de la pena, que considera ilegal, ante el inminente encarcelamiento del dirigente.

"La defensa adoptará todas las medidas legalmente previstas para evitar que la anticipación de la pena impuesta automáticamente por el tribunal sea ejecutada, porque es incompatible con la Constitución", según un comunicado divulgado hoy por los abogados Valeska Teixeira Martins y Cristiano Zanin Martins. Sin embargo, lo que explican abogados brasileños es que la órden de detención contra el exmandatario se emitirá en cuestión de horas.

Ningún recurso puede echar para atrás la decisión del Tribunal Supremo, que en la noche del miércoles determinó que Lula tiene que ir a prisión porque fue condenado en segunda instancia. ¿Cómo llegó el expresidente a esto?

Cuando el juez Sergio Moro comenzó, en marzo de 2014, la investigación Lava Jato, el esquema de lavado de dinero y evasión de impuestos más grande de Brasil, la lista de investigados era muy corta. Ocho meses después, 118 personas, entre políticos y empresarios, ya habían sido condenadas. Era apenas la primera fase de la operación. Lo que siguió después fue una seguidilla de reconocidos senadores, dueños de imperios empresariales y exministros los que terminaron tras las rejas.


Entonces, el juez Moro decidió mandar construir una prisión que pudiera alojar a tanto preso de renombre. Según reportaba en 2016 la prensa brasileña, cuando Luiz Inácio Lula da Silva fue detenido en su casa y llevado a declarar ante un juez, la medida se tomaba pensando en que el político más famoso del país estaba siendo salpicado por uno de los escándalos más grandes de corrupción. El juez Moro acusaba al exmandatario de ser el “comandante máximo de la trama corrupta”.


Tras las investigaciones, Lula acumuló siete procesos en su contra y hoy hay dos más en proceso de indagación. Pero fue haber sido el presunto beneficiario de la constructora OAS (una de las 16 integrantes del cartel que estafó Petrobras manipulando licitaciones) lo que lo lleva a la cárcel. El juez Moro lo acusó de corrupción pasiva y lavado de dinero por recibir US$1,1 millones para reformar un apartamento tríplex en el balneario de Guaruja (São Paulo) a cambio de favorecer a una constructora con contratos públicos durante su gestión.  

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Por este delito Lula fue condenado a  9 años de prisión en primera instancia. El exmandatario, declarándose víctima de un complot político por ser el favorito en las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre de 2018, recurrió la decisión judicial ante el Tribunal Regional de la Cuarta Región de Porto Alegre. La estrategia le salió mal y el 24 de enero de este año los jueces no solo ratificaron la condena, sino que aumentaron la pena: sentenciaron a Lula da Silva a pagar 12 años de prisión. Era la segunda instancia.


Con la prisión cada vez más cerca, Lula interpuso un hábeas corpus. El recurso intentaba que el político más reputado de América Latina conservara su libertad mientras tramitaba dos recursos más que la Constitución contempla para demostrar su inocencia. 


Anoche, tras un debate de más de doce horas, los once jueces del Supremo Tribunal de Brasil determinaron, por 6 votos a favor y 5 en contra, que el exmandatario tiene que ser arrestado. Lula será detenido en los próximos días y recluido en el Complejo Médico Penal de Curitiba, en donde otros exdiputados y exdirectivos pasan su tiempo en celdas de doce metros cuadrados. Dicen que la celda del exmandatario es especial: tiene más espacio y no tendrá que compartirla con otros presos. En el mismo lugar están otros personajes como José Dirceu, su exjefe del gabinete, y Eduardo Cunha, expresidente de la Cámara de Diputados y cerebro de la destitución de Dilma Rousseff en 2016. 


¿Qué significa esto para Brasil? 


De acuerdo con analistas, esta decisión judicial va a transformar el panorama político no sólo por el peso que una figura como Lula tiene en Brasil, sino porque, además de su historial, o precisamente gracias a él, Lula lidera las encuestas de intención de voto para las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre.


La disyuntiva de la justicia era muy grande: presunción de inocencia versus impunidad. Según abogados consultados por la televisión brasileña durante la deliberación del Tribunal Supremo, con el rechazo del hábeas corpus para Lula se sentó un precedente en otros casos similares. La fiscal Silvana Batini, profesora de derecho en la Fundación Getúlio Vargas (FGV) de Río de Janeiro, le explicó a la AFP que “la posibilidad de recurrir a cuatro instancias antes de dar cumplimiento de una pena (Lula quería recurrir a otras dos instancias antes de ir a la cárcel) conducía en muchas ocasiones a la prescripción de la causa”.


Según afirmó uno de los abogados del expresidente, José Roberto Batochio, con la decisión se le violan todos los derechos del acusado. “El párrafo 57 del articulo 5 de la Constitución de 1988, aprobada apenas tres años después del fin de la dictadura militar (1964-1985), señala que nadie será considerado culpable hasta el tránsito en juzgado de la sentencia penal condenatoria. Ese artículo, así como otros del Código Penal, quedaron bajo amenaza (...) de extinción debido a la imposición de las ejecuciones de penas anticipadas”. 


Los jueces de la Corte justificaron su voto diciendo que “a Lula no se le podía otorgar el hábeas corpus, porque éste se otorga en favor de alguien que tenga amenazada su libertad por alguna ilegalidad o abuso de poder, lo que no es el caso”. La jueza Rosa Weber, quien expresó su convicción personal de que una persona no puede ir a prisión hasta tanto se agoten todas las apelaciones, sin embargo, también negó el hábeas corpus en favor de Lula.

Aunque en teoría la decisión sobre el recurso de Lula sólo vale para su caso, algunos juristas sostienen que la Corte frenó de tajo una catarata de recursos similares dentro del Tribunal. “He negado recursos similares en respeto a lo que en 2016 había decidido el pleno de la Corte, en respeto al colegiado”, y “lo hice incluso en contra de mis convicciones personales”, declaró Weber, quien apuntó que en este caso “no podría ser de otra manera”. Hace dos años el Tribunal determinó que un acusado debe cumplir su condena, si ésta es ratificada en segunda instancia, interpretando el artículo 5 de la Carta Magna. 

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La defensa de Lula sigue negando todos los cargos e insistiendo en que su cliente es víctima de una “persecución política”, que intenta impedir que vuelva al poder. Con un respaldo del 30 % en las encuestas, abogados y analistas políticos dicen que, así sea tras las rejas, Lula será definitivo en las presidenciales. Anticipan que va a apadrinar a un candidato porque hay millones de brasileños que votarán por su elegido. Justo antes de la sesión del Tribunal Supremo, Lula viajó a la sede del Sindicato de los Metalúrgicos en São Bernardo do Campo y se reunió con sindicalistas, aliados políticos y la expresidenta Dilma Rousseff para determinar los pasos a seguir. 


Algo que la derecha no quiere dejar pasar. Por eso el actual presidente, Michel Temer (también acusado de corrupción), consciente del riesgo de un Lula hecho mártir tras las rejas, dijo que podría postularse a la reelección. Ya reemplazó a Dilma Rousseff y entonces había asegurado que no  aspiraría a gobernar el país. Aunque no tenga más del 5 % de respaldo, le apuesta a mantener su gobernabilidad con una candidatura y, al hacerlo, tendría en sus manos la conducción de la campaña. Son bien sabidas las ventajas que tiene un presidente en ejercicio cuando quiere reelegirse (Vladimir Putin, Al-Sisi, etc.)


¿Renacerá Lula?


Miles de seguidores de Lula lamentaron la decisión. Vigilados por más de 4.000 policías que Temer sacó a la calle para “evitar confrontaciones”, decían que su líder no se daría por vencido porque “Luiz Inácio Lula da Silva siempre renació de las cenizas”. Lo hizo desde los siete años cuando su padre, borracho y violento, abandonó a su madre y a sus siete hermanos en medio de una vida miserable en el estado de Pernambuco. Desde entonces comenzó su lucha: trabajó como vendedor ambulante, limpiabotas, vendedor y a los 14 años se convirtió en obrero metalúrgico.


Luego de cinco años de recibir un salario de hambre y cumplir turnos extenuantes, Lula se unió al sindicato, organizó huelgas y comenzó a perfilarse como la voz de los pobres, a los que atraía en masa por su forma de hablarles. Tenía 19 años y ya era la figura carismática que los brasileños necesitaban. A punta de carisma y ambición, el obrero metalúrgico consiguió (tras tres derrotas) convertirse en presidente de Brasil (2003-2010). Renació de las cenizas.


Lula ya ha sobrevivido a graves escándalos. Cuando aspiraba a su reelección estalló Mensalao ¬un escándalo de corrupción¬, que llevó a la cárcel a muchos de sus allegados, aunque a él no logró tocarlo y fue reelegido en 2016. Renació de nuevo. “Lo que están haciendo es para que no sea candidato, pero lo voy a ser”. Se le olvida que fue él quien estableció la norma de “ficha limpia”, que determina que quien haya sido condenado en segunda instancia (como él) no puede postularse a un cargo de elección popular. 


¿Renacerá esta vez? 


Sus seguidores no lo dudan. Con lágrimas en los ojos aseguraban anoche que Lula saldrá de esta y será candidato, porque como dice Rousseff: “Lula está preparado para volver siempre”. 
 

Por redacción internacional

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