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Jimmy Morales ya es un promesa incumplida. Se esperaba que Morales fuera diferente a su antecesor, Otto Pérez Molina, hoy preso por corrupción. Pero no. Esa esperanza se ha ido diluyendo. Y, aunque contra Morales no hay ninguna acusación por ahora, dos de sus familiares, Samuel Morales, su hermano; y José Manuel Morales, uno de sus cuatro hijos, se encuentran detenidos desde el pasado 18 de enero por un presunto fraude. Pero ya hay quienes piden que se investigue al presidente e, incluso, que renuncie.
Hoy, miles de personas, en su mayoría indígenas y campesinos, marcharon pidiendo la renuncia de "Jimmy Morales por los actos de corrupción en los que pudiera estar vinculado y de su incapacidad para gobernar el país, sostuvo el Comité de Desarrollo Campesino, Codeca, organizador de la marcha. El mensaje fue claro: "Jimmy renuncia ya si te queda dignidad". El vicepresidente guatemalteco Jafeth Cabrera ha minimizado el alcance de la protesta y ha dicho que basta con reunirse con los campesinos para resolver este problema.
Pero la desconfianza en las instituciones no se resuelve tan fácilmente. Ya es un grave problema para ese país. Antes de que Morales llegara a la Presidencia, Guatemala vivió una de sus mayores crisis políticas, después de que el entonces presidente, Otto Pérez Molina, fuera acusado de corrupción por varias ONG, entre ellas, la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), presidida por el exmagistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, Iván Velásquez.
Morales, comediante, fue elegido precisamente por ese descontento por parte del pueblo guatemalteco. Pero va apenas un año de haber sido elegido y ya enfrenta su primera gran crisis: una que puede que impida que Morales llegue a 2020 como presidente de Guatemala. Mientras el presidente anda en cumbres, en Guatemala andan protestando. El primer mandatario ha hablado incluso de un posible golpe de Estado. Lo cierto es que para los guatemaltectos, Morales ha contado su peor chiste. Y nadie ríe.