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La doble moral de Turquía

A pesar de sus ataques en territorio sirio contra el Estado Islámico, el gobierno turco ha protegido de manera sutil al ejército extremista al combatir a enemigos comunes, entre ellos los kurdos.

Juan David Torres Duarte
25 de noviembre de 2015 - 03:00 a. m.
Fotograma del avión ruso que cayó ayer en la frontera entre Siria y Turquía. / EFE
Fotograma del avión ruso que cayó ayer en la frontera entre Siria y Turquía. / EFE

Una broma refinada circuló por redes sociales hace algunos meses: decía, luego de una serie de ataques aéreos del gobierno turco contra los kurdos, que por fin el Estado Islámico (EI) estrenaba fuerza aérea. Esa sutil forma de defensa del EI que se le adjudica a Turquía tiene ahora un nuevo rastro: un avión militar ruso, que —según fuentes de dicho gobierno— atacaba puntos de influencia del EI, fue derribado por cazas turcos en la mañana de ayer. El gobierno turco ha dicho que el avión estaba violando el espacio aéreo de su país y que estaba en su derecho militar de proceder de ese modo tras las debidas advertencias. La reacción del presidente ruso, Vladimir Putin, resultó aireada: acusó a Turquía de ser “cómplice del terrorismo” y aseguró entre líneas que ese país respaldaba al Estado Islámico.

Las afirmaciones de Putin no tienen una base específica, pero hacen parte de una sospecha de antaño. Desde el principio de los enfrentamientos contra el EI, en agosto de 2014, cuando la Coalición liderada por EE.UU. comenzó sus bombardeos, Turquía se ha mantenido al margen con una participación menos activa que la de Occidente y la de Rusia. A pesar de ello, el problema está en las puertas de su frontera: al compartir límites con Siria, la amenaza del EI parecería un asunto de primera línea en la política del presidente turco, Recip Tayyip Erdogan, por razones políticas y militares (afectaría su proyecto cada vez más radical) y por razones humanitarias (más de 2 millones de sirios se han refugiado en Turquía desde 2011).

En julio de este año, Turquía principió sus bombardeos contra el ejército extremista y, al mismo tiempo, contra los kurdos, opositores de la presidencia de Erdogan y frente principal contra el EI. Por eso, en agosto el gobierno de EE. UU. afirmó que tenía dudas sobre el buen uso de las estrategias militares turcas en la guerra contra el EI. Los intereses, sin embargo, primaron: EE. UU. posee una base aérea en Incirlik, desde donde lanza ataques hacia Siria, y al mismo tiempo provee de armas y entrenamiento a los kurdos. La Unión Europea también ha preservado un silencio obtuso por el papel cada vez más preponderante que tiene Turquía en la región y su cercanía, por ejemplo, con Alemania. Cuando Rusia entró a atacar al EI, a finales de septiembre de este año, el gobierno turco aseguró que su objetivo era en realidad apoyar a Bashar al-Asad y atacar a los rebeldes (una sospecha que tuvo cierta comprobación en los ataques siguientes).

La caída del avión militar ruso es también retrato del favorable horizonte político del gobierno turco. Con las mayorías del Parlamento, Erdogan se encuentra sin duda en una posición de poder: su perspectiva de gobierno, en la que existe un tono cada vez más radical, se suma a las ventajas que le trae el conflicto de Siria. Para Erdogan, el hecho de que la presidencia siria, en la que se mantiene Al-Asad, tenga tantos enemigos en tantos frentes, resulta en parte beneficioso porque su país se ha convertido en el aliado por excelencia de Europa (Erdogan ha declarado su interés de ingresar a la Unión Europea) y de EE. UU. En una nota publicada por The Guardian, el analista David Graeber dice: “Erdogan no sólo ha hecho todo lo posible para desarmar las fuerzas que en la actualidad luchan contra el EI, sino que también hay evidencia considerable de que su gobierno ayuda, al menos de manera tácita, al EI”. En un artículo publicado por este diario hace algunos meses, Víctor de Currea-Lugo recordaba que Erdogan permitió el tránsito de armas que llegarían de manera eventual a los rebeldes sirios y, por esa misma vía, a los militantes del Estado Islámico. Algunos analistas aseguran que si Turquía hubiera realizado en las zonas del EI un embargo similar al que ejecutó en la región kurda, el ejército extremista ya habría dejado de existir. El primer ministro turco, Ahment Davutoglu, ha dicho que “la República de Turquía tomará todas las precauciones para defender la seguridad nacional”. El derribo del avión ruso reafirma el alcance de esa afirmación.

 

Por Juan David Torres Duarte

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