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El papa y su presidenta

La Casa Rosada busca recomponer las relaciones con Jorge Bergoglio, el pontífice argentino, tras años de distanciamiento.

Nicolás Cuéllar Ramírez / Buenos Aires
17 de marzo de 2013 - 09:00 p. m.
Una reunión en 2010  entre el cardenal Jorge Bergoglio, ahora papa Francisco, y la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. / EFE
Una reunión en 2010 entre el cardenal Jorge Bergoglio, ahora papa Francisco, y la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. / EFE

Las calles de Buenos Aires amanecieron empapeladas el viernes con afiches anónimos que mostraban una imagen del papa Francisco, con los brazos en alto, sonriente y con una leyenda que hacía eco al origen del nuevo pontífice: “¡Francisco, argentino y peronista!”. Sin duda, un resumen publicitario de lo que significará el nombramiento del papa en el momento político del país.

Tras la noticia que confirmaba el nombre del cardenal Jorge Bergoglio como nuevo jerarca de la Iglesia católica, la reacción de los distintos miembros del gobierno, y afines a éste, fue disímil. La presidenta lo saludó en una primera carta y durante una alocución que tenía planeada el pasado miércoles en la noche, mencionó la importancia del sucesor de Ratzinger.

Ministros de su gabinete celebraron con mayor entusiasmo la designación, mientras que personas de su entorno, como Estela de Carlotto, cabeza de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, se mostraron críticas por el supuesto papel de Bergoglio en tiempos de la dictadura.

Y es que, como arzobispo de Buenos Aires, siempre se mostró crítico ante las medidas que implementaron los distintos gobiernos con los que compartió espacio en las vecinas calles de la Plaza de Mayo. Ganó simpatizantes, pero también feroces opositores. El escenario fue casi siempre el mismo: la homilía que se celebra año tras año, los 25 de mayo, como conmemoración del primer gobierno patrio, al que asisten en primera fila el presidente de turno y sus ministros.

En el tedéum de 1999 cuestionó al gobierno de Ménem por no encarar los problemas y quebrantar el tejido social. “Estamos cansados de sistemas que producen pobres para que luego la Iglesia los mantenga”, dijo durante la crisis económica de 2001.

Pero fue quizás con los Kirchner con quienes mayor distanciamiento tuvo. Con quienes ha sido más vehemente, pero también de quienes ha recibido también las mayores críticas. Tras el arribo de Néstor Kirchner a la Casa Rosada, y luego de las primeras críticas del arzobispo, el entonces presidente lo definió como “el cardenal opositor”, y decidió por primera vez en la historia no asistir más a los tedéum de la catedral.

Luego, la confrontación del gobierno con el campo, en 2008, y ya con Cristina Fernández en el sillón presidencial, volvió a enfrentarlo con el Ejecutivo. Aunque las tensiones cedieron después, las continuas críticas del cardenal a la política social del gobierno daban en el punto de mayor susceptibilidad de la Casa Rosada, que se vanagloria de su cobertura para las personas de menores ingresos. “Desde hace años el país no se hace cargo de la gente”, decía el ahora papa en 2009, criticando “los delirios de grandeza de los gobernantes”.

La sanción de la ley del matrimonio igualitario profundizó el conflicto, que alcanzó su punto más álgido en septiembre de 2010, cuando Néstor Kirchner fue internado en un hospital y la presidenta echó a un sacerdote enviado por Bergoglio para ofrecer asistencia espiritual.

Sin embargo, ahora la estrategia parece cambiar. Francisco no es Bergoglio y la Casa Rosada buscará una nueva relación con el cardenal. “No hay duda de que la relación tiene que mejorar”, dijo ayer Ómar Suárez, sindicalista que será parte de la comitiva presidencial que viaja a Roma.

Desde la Cancillería fueron ágiles y lograron que la primera audiencia del papa con un jefe de Estado sea con Cristina Kirchner, hoy. La desigualdad económica en el mundo, la búsqueda de la paz, la atención de la pobreza y el problema de la deuda son algunas de las cuestiones globales que sobrevolarán en el encuentro. Allegados a la presidenta señalan que intentará sumar al temario el problema de las Malvinas.

“Ahora a la presidenta no le queda otra que ser diplomática”, señala por su parte el exobispo Joaquín Piña. La balanza de poder cambió. Como dice el analista Rosendo Fraga, de ahora en adelante lo que diga Bergoglio como sumo pontífice tendrá mucha más repercusión e influencia. “Muchos argentinos que lo ignoraban, de ahora en más lo escucharán con atención”. Y Cristina sabe que es una relación que debe capitalizar.

Por Nicolás Cuéllar Ramírez / Buenos Aires

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