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Guantánamo, una década de tortura

Hace diez años, Estados Unidos habilitó esta base militar en Cuba para recibir a los detenidos en la cruzada contra el terror que lanzó George W. Bush. A pesar de las críticas, el lugar sigue albergando reos.

Daniel Salgar Antolínez
10 de enero de 2012 - 11:32 p. m.

Eran la 1:50 p.m. del 11 de enero de 2002 en la bahía de Guantánamo, un pedazo de Cuba bajo el control de Estados Unidos y ajeno a la jurisdicción de cualquier tribunal internacional. Aterrizaba allí un C-141 Starlifter, de la Fuerza Aérea norteamericana, trayendo los primeros 23 prisioneros del centro de detención que hoy, diez años después y con múltiples demandas en su contra, sigue albergando reos en una dudosa situación de derechos humanos, a pesar de las promesas hechas por el presidente de EE.UU., Barack Obama, de clausurar el penal hace tres años.

Los 23 supuestos terroristas, vinculados al régimen talibán y sospechosos de haber participado en el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, descendieron del avión encadenados por la cintura y los tobillos, esposados, cubiertos por una capucha y un overol naranja —el mismo que se ha convertido en símbolo de las protestas mundiales en contra de las violaciones a los derechos humanos en las cárceles norteamericanas—.

Salieron más de 20 horas antes de la ciudad afgana de Kandahar en un C-17 Globemaster del Ejército del Aire estadounidense. Hicieron escala, según la organización Reprieve que representa a medio centenar de detenidos en Guantánamo, en España, en la base de Morón de la Frontera (Sevilla). Aunque estos datos no fueron detallados en su momento por el Pentágono, se conocieron después de que diversas organizaciones de derechos humanos cotejaran registros de organismos de control del tráfico aéreo en Europa. Los activistas, y hasta Donald Rumsfield, para entonces secretario del Pentágono, aclararon después que el paso por territorio de un país europeo de una persona detenida ilegalmente supone una violación de la legalidad internacional. Tal vez era esa una de las primeras violaciones a las normas internacionales a las que se sometían los prisioneros.

Clive Stafford, representante de Reprieve, denunció entonces que a pesar de las declaraciones hechas por gobiernos europeos de que nunca enviarían presos a EE.UU. sin garantías legales, “ahora descubrimos que eso fue falso. Gobiernos europeos, incluido el español, apoyaron sistemáticamente vuelos clandestinos y traslados ilegales a Guantánamo en el convencimiento de que nunca se conocerían”.

Los reclusos fueron medidos y pesados por primera vez, según informó el Departamento de Defensa de EE.UU., el 12 de enero de 2002. Eran ciudadanos de Afganistán, Pakistán, Arabia Saudí y Yemen. Aunque el Departamento aclaró que entre ellos también había un británico, Alí Feroz Abbasi, quien fue liberado tres años después sin que se le imputara ningún delito, y un australiano, David Michael Hicks, quien fue el primer preso en comparecer ante los tribunales militares de la administración de George W. Bush y se declaró culpable.

Luego vendrían las torturas sistemáticas, los interrogatorios, los abusos que han sido denunciados durante la última década por innumerables organizaciones defensoras de derechos humanos. Y pronto, el 28 de octubre de 2002, otra veintena de personas ilegalmente detenidas llegaron en un vuelo que también hizo escala en España. Desde entonces, se estima que han pasado 779 presuntos terroristas por las instalaciones de la base militar.

La ONG Justice Campaign, sólo por citar una entre muchas que han denunciado los abusos en Guantánamo, ha acusado a los militares estadounidenses de llevar a cabo prácticas como la privación del sueño, confinamiento solitario, ejecuciones simuladas, ahogamientos, agresiones acústicas, humillaciones sexuales, empleo de perros entrenados y otros métodos abusivos para debilitar las defensas psicológicas de los detenidos.

El asesor jurídico de Amnistía Internacional, Mathew Pollard, ha indicado con motivo de los diez años de la llegada del primer prisionero a la cárcel que Guantánamo por cuenta de la guerra contra el terror declarada por Bush después del 11-S, están entre los mayores errores en la historia del gobierno de EE.UU. “Cerrar Guantánamo —donde todavía hay 171 detenidos— es necesario para que Estados Unidos vuelva por fin a reconocer de manera inequívoca en su política la defensa de los derechos humanos. Otros países sienten que también pueden violar los derechos humanos cuando se trata de terrorismo. Pero los fundamentos jurídicos son claros: las bases de los derechos humanos existen siempre y valen para todos”, declaró.

Aunque Pollard admite que algunos reclusos de Guantánamo merecen comparecer ante la justicia, que en todo caso debe estar representada por tribunales penales regulares y no los militares instaurados por Bush, el concepto de una guerra global contra el terror ha conducido a que muchos detenidos del 11-S no hayan podido obtener hasta ahora ningún tipo de justicia.

Lo más preocupante es que, aunque los activistas del mundo celebraron el 22 de enero de 2009, cuando Obama declaró pocas horas después de asumir la Presidencia que iba a cerrar la base en el plazo de un año, Guantánamo sigue existiendo.

El Congreso y el Ejército, que según Pollard están en su mayoría convencidos de que la única solución contra el terror es la vía militar, han interpuesto múltiples trabas para que Obama cumpla su promesa, hecha durante su campaña electoral en 2008. Una semana después de que el mandatario firmara la orden ejecutiva, un juez militar rechazó aplicar la suspensión de los juicios militares para los detenidos en Guantánamo. Meses después, el Congreso aprobó una enmienda para bloquear los fondos necesarios para la transferencia de los detenidos hacia otros centros penitenciarios.

Aunque las jaulas de alambre donde aparecieron arrodillados los primeros detenidos hace diez años pertenecen al pasado y el número de internos se redujo significativamente, la detención de sospechosos de terrorismo sin derecho a juicio no ha cesado. El mismo Obama, en contradicción con su propio discurso, acaba de firmar la Ley de Autorización de Defensa Nacional de 2012, que impide el cierre del centro de detenciones y prohíbe el traslado de prisioneros a cárceles en el territorio estadounidense. La medida, además de consolidar la detención indefinida de sospechosos sin presentar cargos y el encarcelamiento de ciudadanos estadounidenses sin someterlos a un proceso, plantea un negro futuro para los 171 musulmanes aptos para ser liberados que siguen tras las rejas.

No obstante, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, acaba de reiterar el compromiso del presidente de cerrar el centro penitenciario. “Todos somos conscientes de los obstáculos para conseguir que esto se haga con la prisa que el presidente querría hacerlo... pero el compromiso no ha cambiado en absoluto”, dijo. Pero, tal como señalan militantes de la organización Testigos contra la tortura, que se manifiestan desde ayer frente a la Casa Blanca en contra de la controvertida cárcel, teniendo en cuenta la firme oposición al cierre del centro de detención y la presión política en el año de los comicios presidenciales, el cierre de Guantánamo en el corto plazo no parece viable.

Base de Guantánamo (ver infografía)

En 1903, EE.UU. obtuvo un arrendamiento perpetuo en la bahía de Guantánamo, al suroriente de Cuba. Aunque en principio la estación naval estadounidense funcionó allí como base militar, a finales del siglo XX fue usada para recluir a cubanos y haitianos interceptados en alta mar. Desde 2002, en el marco de la guerra contra el terrorismo declarada por el expresidente George W. Bush tras los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York, empezaron a llegar presuntos terroristas involucrados en los atentados.

Día de la Vergüenza en Estados Unidos

Múltiples protestas organizadas por grupos como Testigos contra la Tortura, el Centro de Derechos Constitucionales, la Campaña Nacional Religiosa contra la Tortura y Amnistía Internacional, entre otros, integran la campaña ‘Diez años es demasiado: Día nacional de acción para cerrar Guantánamo’, que concluye hoy con una movilización frente a la Casa Blanca. Ciudadanos vestidos con el típico uniforme naranja de los reos y ubicados tras barras de hierro que simulan una celda, han declarado al 11 de enero como el Día de la Vergüenza Nacional, recordando que hace diez años arribaron los primeros reos a la base militar de Guantánamo.

Por Daniel Salgar Antolínez

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