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“Las negociaciones con las Farc tienen que terminar ya”: Tom Koenigs

Político de izquierda y defensor de derechos humanos, dice que el tiempo de las guerrillas ha terminado y asegura que el paso esencial para superar la guerra es la atención a las víctimas.

Juan David Torres Duarte
12 de julio de 2015 - 02:00 a. m.

Tom Koenigs, comisionado de Alemania para el proceso de paz, estuvo esta semana en Norte de Santander recogiendo los testimonios de civiles víctimas del conflicto, antes de partir hacia Alemania. Este es el primer viaje que realiza por el país para detallar la situación social que rodea los diálogos con las Farc. Koenigs fue representante de la ONU en Afganistán, Guatemala y Kosovo y recorrió América Latina de la mano de Frank-Walter Steinmeier, ministro alemán de Exteriores. Fue nombrado comisionado para el proceso en abril de este año y se ha reunido desde entonces con numerosos ciudadanos y autoridades en zonas de conflicto en Colombia, entre ellos el equipo de uno de los integrantes de la mesa de La Habana: Sergio Jaramillo.

Alemania es reconocida por su apoyo a la paz de Colombia, pero tiene más experiencia en los acercamientos con el Eln que con las Farc. ¿Cómo hacer para que estos dos grupos lleguen a una mesa única?

En este momento, en lo que he experimentado, hay negociaciones difíciles pero exitosas con las Farc. Puede haber un acuerdo más tarde, pero no de otra forma. Esta negociación no sólo define el tono sino los convenios, que son una posibilidad positiva para los demás grupos armados de desmovilizarse. No conozco gente de un grupo o del otro. Acabo de regresar de Cúcuta, donde están activos todos los grupos armados que hay. Y ahí no vi en su accionar ninguna distinción relevante entre los dos (Farc y Eln). Así que hay una cierta inserción en la sociedad, pero no hay ningún grupo guerrillero que hasta ahora represente a los campesinos pobres, las capas marginadas, y por eso mi conclusión, después de mi primer viaje en este cargo, es que el tiempo de las guerrillas y los caudillos terminó.

Entonces, si no existe un grupo que represente a las capas marginadas y campesinas, ¿en qué queda esa población?

Es la pregunta que he hecho a quienes se dedican al desarrollo rural. Entiendo el proceso de paz no como una firma, sino como un proceso que ya ha durado mucho tiempo, un proceso de discusión dentro de la sociedad. Ahí hay mucho que hacer todavía. Pero el proceso no termina con la firma y con los convenios, sino que ahí comienza el plan de implementación, y también el miedo que tienen muchos de que no se implemente. La base para la conciliación siempre es la atención a las víctimas. Por eso es tan difícil negociar el convenio y también tan difícil recrear la dignidad de las víctimas, resarcir a las víctimas y garantizar el nunca más.

¿Cómo vio el proceso de reparación de las víctimas?

Es la primera vez que en una negociación así hay una participación abierta y fuerte de las víctimas. Hay grupos de víctimas que no son mencionados lo suficiente: como los niños y las víctimas de minas. La cooperación con las organizaciones de víctimas es clave. Es algo novedoso. Hay otra cosa novedosa en estos convenios, que ojalá se dé: hacer esta negociación incluyendo la parte penal bajo el régimen del Estatuto de Roma, y eso da para pensar en otros procesos de reconciliación, sean en Latinoamérica o en África, o con el Eln, y no sólo con ellos sino también el otro lado. Uno no debe olvidar en toda esta negociación que hay crímenes que no son tocados en La Habana, pero que necesitan una resolución, por ejemplo, los falsos positivos. y ahí sólo estamos al inicio porque son muchos los casos, muchas las víctimas.

¿Cree que debería haber cárcel para los máximos cabecillas de las Farc?

Lo que hace falta, sobre todo bajo el Estatuto de Roma, pero también para dar satisfacción a las víctimas, es que por lo menos los máximos dirigentes pasen por un juicio con el debido proceso, un juicio verdadero que al fin defina la culpa. Eso necesitan las víctimas para reconstruir su dignidad: que sepan quién tenía la culpa. Mucha gente me dice: “No puedo perdonar si no sé a quién”. El procesamiento es una cosa, la condena es otra, y cómo se llama es otra cosa. El vicefiscal general de la CPI lo dijo: la justicia colombiana es la que cuenta. Las penas, usted dijo cárcel, o penas alternativas hay que definirlas. Hay que definirlas de manera que se garantice el nunca más. Y veo que algunos que están presos a raíz de la desmovilización de los paramilitares no son tratados de una forma que garantice la no repetición. La reclusión de gente no es suficiente para la resocialización.

También comenzó hace poco el plan de desminado, al que Alemania le presta mucha atención. ¿Qué opina de él?

Me alegra que haya comenzado el desminado en El Orejón (Antioquia). Hay que tratar este problema, que tiene varios requisitos. Uno, y el primordial, que no se instalen más minas. Segundo, que se responsabilice a los que han puesto las minas o que sepan dónde están, que son por lo menos dos bandos, a lo mejor más. Tercero, que se llegue a un acuerdo de un programa de desminado humanitario. ¿Qué significa eso? Que es una operación civil. Hay desminado militar, pero fundamentalmente debe ser una operación civil. Porque imagínese un lugar que ha sufrido la guerra y de repente llega un destacamento y dice que va a desminar. Eso no lleva la paz. El desminado debe ser una operación civil, y hay organizaciones que lo hacen con buen éxito. Eso lo sé por mi trabajo en Afganistán durante dos años.

¿Qué podría aprender Colombia de ese trabajo en Afganistán, uno de los países más minados?

Creo que es posible ver en ese caso que el desminado es un oficio civil, humanitario. Segundo, es posible desminar, es posible aprender o enseñar a una empresa u organización para que sepan cómo se hace. Estuve trabajando en Afganistán y tuvimos 10.000 personas que se dedicaron al desminado. Perdimos dos: una en un accidente de tránsito y otra por una mina. Se puede hacer y aprender. Pero hay que saber que es un flagelo que tiene consecuencias a largo plazo. No sólo serán víctimas los militares, sino también los civiles y, a larguísimo plazo, los niños.

¿Cómo puede blindarse Colombia contra la posible repetición de la violencia?

El proceso de reconciliación es largo, y si miras los procesos que ha habido después de la Segunda Guerra en Alemania, o hace 25 años con la reunificación de nuestro país, uno tiene que encontrar la verdad, atender a las víctimas: dignificación, reparación y penalización de los máximos responsables. La reconciliación es también la reinserción de los que se dedicaron a la violencia antes: es una cosa a largo plazo. Uno no puede esperar que se haga dentro de dos o tres años. Pero eso significa que tenemos que empezar ya, y para las negociaciones en La Habana eso significa que tiene que haber un acuerdo en dignidad, hay que mantener la dignidad. Y en los últimos meses el lenguaje se ha deteriorado. A algunos de los actores los llaman cucarachas o ratas. Ese es un lenguaje degenerado que no lleva a la reconciliación o al consenso.

Usted dice que es un proceso largo. Entonces, ¿es justo ponerle fecha de término al proceso de paz?

Si me preguntas cuándo tienen que terminar las negociaciones en La Habana, tienen que terminar ya. Pero tienen que llegar a un acuerdo válido, porque hemos vivido procesos de paz que terminaron en un acuerdo lindísimo y sin implementación, y formar esta voluntad política es importante. Estoy llamando a los políticos en general a que se sumen al proceso de paz, porque los necesitamos a todos: al presidente, al procurador, al comisionado de Paz y al expresidente, a que representen diferentes capas de la sociedad para hacer la paz. La paz se logra por la integración de las corrientes políticas en el proceso. Es la dinámica que tenemos que impulsar, y creo que la discusión pública que se da en este momento es buena. Hay una indignación fuerte por los atentados (de las Farc) hacia el medio ambiente y por el alza de las víctimas entre la guerrilla y el Ejército, por los muertos y heridos después del cese del fuego. Los estados garantes de las negociaciones en La Habana (Noruega, Cuba, Chile y Venezuela) hicieron un llamado unido. ¡Imagínese! Estos actores que políticamente no tiene casi nada en común hacen un llamado para que contribuyan al desescalamiento del conflicto. Y han tenido éxito: el primer resultado es el cese del fuego el 20 de julio. Es muy simbólico. Acabo de regresar de Cúcuta y estuve con campesinos de Las Mercedes. Para ellos, un cese del fuego ya es algo. Bajan las amenazas, bajan las balas, bajan los bombardeos. Y este anuncio merece una respuesta. Ojalá sea una respuesta recíproca.

Los últimos ataques a infraestructura y medio ambiente, ¿afectarán el proceso?

Van a afectar el proceso y algo más. Como político de un partido de ecologistas siento mucho este accionar, porque va puramente contra la población local, que es pobre. En el mejor de los casos llegamos a un acuerdo en La Habana pronto. Al día siguiente todos los de las Farc que están allí se convierten en civiles y quieren participar en el proceso político. Cada izquierdista cambia las balas por las palabras y tiene aspiraciones en el parlamento. Imagine que, desde lo político, un integrante de las Farc se lanza en Tumaco. No va a ganar ni el voto de su mamá. Pero tienen que pensar políticamente. Las guerrillas en El Salvador tuvieron mucho éxito después de diez años. ¿Qué éxito van a tener las Farc acá? No sé. Colombia no va a ser dominada en cinco o diez años por las Farc. Pero los políticos de las Farc van a proponer un proyecto, van a presionar, incluso como oposición, por una solución para el conflicto agrario. Por eso la paz debe ser territorial.

¿Para qué más serviría la inserción política de las Farc a futuro?

No lo sé, pero las Farc tienen su origen en la marginalización del campo y en una distribución inequitativa de la tierra. Tienen su origen en la falta de educación, de salud, de posibilidades de desarrollo. Todos estos son asuntos sin solución: siguen la pobreza en el campo, la falta de atención médica, la carencia de métodos para aumentar la producción; siguen el desplazamiento y la injusticia en la distribución de la tierra. Y un gobierno que quiere consolidar el desarrollo del país debe de ocuparse de esta población.

¿Qué interés tiene Alemania en el proceso de paz?

No tenemos intereses propios en este país. Hay algunos inversionistas, pero no tenemos intereses propios que defender. Sí tenemos un interés en la paz, eso lo probamos en otros lugares también, y además Colombia tiene un nexo con el pueblo alemán. Nuestro interés también es que se termine la última guerrilla. Y lo es en particular para mi generación, que en un momento dado pensó que la opción para que se prestara atención al campesinado pobre, para las inquietudes izquierdistas que hemos tenido y algunos tenemos, era la guerrilla. Lo pensamos en los sesenta, cuando había muchos simpatizantes del Che, y todavía veo a mucha gente con camisetas del Che. Pero se acabó. Y tenemos que terminarlo con dignidad. El momento pasó. Aquí en Colombia hay un presidente que tiene dos años más y quiere hacer la paz. En Cuba tenemos un presidente que lo ha vivido todo y quiere la paz. Se acabó el tiempo de la guerrilla.

En ese sentido, el tiempo del Eln también estaría contado. ¿Qué aspectos deberían tenerse en cuenta para un diálogo con ellos?

Me gustaría que se sumaran al proceso de paz en La Habana. Y todos los que quieran la paz tienen que pedirles que se desmovilicen. Como lo vimos en Cúcuta, no son sólo las Farc, sino que hay otros actores de violencia que pesan en la realidad diaria de la región y por eso tienen que sumarse al proceso de paz. Es la oportunidad más adecuada para sumarse a una lucha política por los fines que tengan. No es que se termine la lucha por los derechos de los campesinos, si este fue su origen, sino que hay que hacerlo de otras maneras. Dicen que están luchando por los derechos de los pobres; pregúntenles a los pobres qué quieren, pregúntenles a los campesinos si tienen miedo. Me gustaría que hubiera una pugna política donde nadie tuviera miedo. Ese sería un punto de desarrollo de una figura política abierta.

¿Qué diferencias ve entre este proceso y el del Caguán, durante la presidencia de Pastrana?

La condición para comenzar, tanto del Gobierno como de la guerrilla, es diferente. De parte del Gobierno, está en un país en pleno desarrollo, y la continuación de un conflicto así inhibe el desarrollo; para las ciudades también. Del lado de la guerrilla se acabó la contradicción entre el bloque socialista y el bloque capitalista. Hasta la isla, la última, lo reconoció. Se acabó la expectativa, y eso es lo más significativo, de una toma de poder por las armas. Nadie puede pensar en eso. Se acabó la ilusión por la globalización. Se agotó la paciencia. Si uno ha librado una guerra de 50 años y no la ha ganado, a lo mejor se equivocó.

* * * 

La experiencia de Alemania en la paz de Colombia

Reconciliación, memoria histórica, justicia transicional y posconflicto, son temas en los que Alemania tiene mucha experiencia tras la Segunda Guerra Mundial. Históricamente, el país ha aportado a la búsqueda de soluciones al conflicto colombiano. Entre los hechos más recordados está la mediación del alemán Werner Mauss para un acuerdo entre el gobierno de Ernesto Samper y el ELN. Esa mediación permitió a 19 guerrilleros ir a varios países de Europa y adelantar negociaciones. No obstante, en 1996 Mauss fue arrestado en Medellín, cuando intentaba sacar del país con identidad falsa a una compatriota suya que había sido secuestrada por el ELN. Tras ser absuelto, retomó contactos con el ELN para discutir las bases del acuerdo de Puerta del Cielo, que se dio en la ciudad alemana de Maguncia el 12 de julio de 1998, pero nunca se ratificó. Ahora Alemania vuelve a ser importante en la negociación de Santos con las Farc. Desde febrero de este año se conoció que el país adicionaría dos millones de euros más a la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia. Además, el ministro de Asuntos Exteriores alemán , Frank Walter Steinmeier, ha ofrecido la experiencia jurídica alemana para el diseño de la justicia transicional en Colombia.

Alemania: en coalición política por la paz

Tom Koenigs es reconocido en Alemania por su trabajo en el Partido Verde (o Alianza 90), que hace oposición a la bancada de la canciller Ángela Merkel. En entrevista con “El Tiempo” en mayo pasado, Koenigs aseguró: “El significado es que en Alemania todos estamos a favor de la paz en Colombia. No es un tema de partidos o coyunturas, sino un hecho más de fondo que involucra a la institucionalidad alemana en apoyo de una causa”. Fue el ministro de Exteriores, Frank Walter Steinmeier (del Partido Social Demócrata, de la coalición de Merkel), quien solicitó que Koenigs se conviertiera en comisionado en el proceso de paz. Koenigs, sin embargo, conserva su cargo como diputado.

Por Juan David Torres Duarte

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