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“Nepal quiere reconstruirse”

Los ciudadanos vuelven poco a poco a su vida cotidiana. El verdadero reto será crear una sociedad con más desarrollo y educación.

Juan David Torres Duarte
08 de mayo de 2015 - 02:30 a. m.
Un miembro de Médicos Sin Fronteras atiende en una de las clínicas móviles en Katmandú. / Dan Sermand - Médicos Sin Fronteras
Un miembro de Médicos Sin Fronteras atiende en una de las clínicas móviles en Katmandú. / Dan Sermand - Médicos Sin Fronteras
Foto: Dan Sermand/MSF - Dan Sermand

“Está un poco intenso”, dice Andrés Weisz al comenzar la entrevista. Es director financiero de Médicos Sin Fronteras en Nepal y está en Katmandú desde el 27 de abril, dos días después del terremoto. Para él, el problema, más allá de reconstruir la infraestructura del país, es crear una sociedad más justa, con mejores niveles de educación y desarrollo, un problema previo al terremoto.
 
¿Está llegando debidamente la ayuda a Katmandú?
 
Como organización ya estamos funcionando y operando. Puedo hablar por Médicos Sin Fronteras, porque tenemos la particularidad de que trabajamos en lugares donde no trabajan otros. Tenemos por un lado puestos de atención primaria, con componente de cirugía, y clínicas móviles, pequeños equipos médicos que se desplazan, y tenemos el hospital inflable. Además hacemos distribución de material para que la gente tenga donde vivir, planes de cobertura, frazadas, elementos de cocina. Esas operaciones las hacemos en la zona del valle, desde Katmandú hacia el norte, hacia la frontera con China.
 
¿Cómo es el proceso para recibir ayudas?
 
Una parte de los materiales que usamos los recibimos de otros países; otra parte la compramos localmente, como los materiales de construcción. Esto se centraliza y se distribuye por medio de helicópteros. La geografía de este país es compleja, difícil; son las montañas más altas del mundo y acceder de un lugar a otro no es sencillo. Y el problema es que muchas zonas quedaron aisladas. Igual estamos llegando a los lugares más remotos del país, a lugares a los que, para llegar, hay que caminar diez días desde la última ruta.
 
¿Cuáles son las necesidades de los afectados?
 
Básicamente son tres. Por un lado, la necesidad primaria tiene que ver con la alimentación. Muchos tuvieron que mudarse y se quedaron sin alimentación y sin atención primaria de salud para toda la gente que sufrió el impacto a cualquier nivel. Y por otro lado, los materiales para empezar a reconstruir una vida, ya sea desde la reconstrucción de las viviendas hasta materiales de cocina.
 
El número de muertos va por encima de los 7.000. ¿Podría aumentar?
 
Esa es una cifra que saca Naciones Unidas, que hace una panorámica más amplia que la nuestra. En este caso, no tengo elementos para hacer un juicio. Lo que puedo decir es que en la experiencia del terremoto en Pakistán en 2005 tardaron muchos meses en sacar cifras definitivas. Dada la geografía de este país, es probable que las cifras no sean definitivas.
 
¿Ha atendido experiencias parecidas?
 
Parecidas… Son todas particulares. Como son geografías completamente diversas, el impacto es distinto. El terremoto de Haití sucedió en la zona urbana y tuvo un impacto altísimo. Fue la zona donde vivía la gente, lo que hizo que el acceso fuera más fácil pero el daño fuera mucho mayor. Aquí fue en las zonas más rurales. Hubo impacto en Katmandú, pero fue menor en comparación. Sin embargo, hay un acceso mucho más difícil. Es un trabajo en el que habrá resabios y corolarios negativos y consecuencias, pero todavía me parece que es muy pronto para pasar de conjeturas a hipótesis más concretas.
 
¿Cómo ha visto a los habitantes?
 
 Cada tanto se sienten movimientos sísmicos. Nada importante, pero generan miedo. Por otro lado, la gente quiere volver a su vida normal, porque es lo único que le va a permitir seguir adelante después del golpe. Se ve el temor de la gente, los negocios cerrados, cuánto les cuesta despertar de nuevo. Pero también se ve más tráfico en las calles, más gente. Eso es en Katmandú. Las aldeas, las más afectadas y más aisladas, están más sometidas a la realidad que les toca vivir y les va a costar más reponerse. Existe la idea de que este país se tiene que recuperar. Hay una solidaridad muy grande de la gente, que en algún momento se convierte en hastío contra la invasión de organismos internacionales, sobre todo cuando hay mucha concentración. Y esto está empezando a generar problemas en el funcionamiento. La gente quiere ayudar a reconstruir su país.
 
¿Cómo afectará la pobreza del país en su reconstrucción?
 
Creo que ahí se juegan dos cosas. ¿Cuándo van a volver a estar como estaban antes? Eso llevará un tiempo. ¿Cuándo van a estar mucho mejor? Eso sí es complicado y tiene que ver con otros factores. Es un país con pocos recursos, con un nivel per cápita muy bajo, con poco acceso a educación y con niveles bajos de desarrollo. Eso sí será difícil de recuperar y es un proceso mucho más largo, independientemente del terremoto.
 
¿Cómo es el ambiente en los campamentos provisionales?
 
En la capital hay un deseo de recuperar progresivamente la vida normal. En las zonas rurales la verdad es terrible: la gente está acostumbrada a un nivel de sufrimiento mucho más alto. Entonces lo vive con más resignación y dignidad, quizás. Creo que ése es el verdadero cambio que se debería generar en el país y creo que si para algo se deben usar estas fuerzas internacionales es para mejorar el desarrollo de la gente. Creo que en la gente, por una cuestión cultural, hay resignación y aceptación.
 
 
jtorres@elespectador.com
 
 

Por Juan David Torres Duarte

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