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La última movida de Bertone

La renuncia de Benedicto XVI despertó a los lobos dormidos que luchan en la Iglesia. El secretario de Estado, Tarcisio Bertone, y el papa sostuvieron hasta última hora un duro pulso por el poder.

Eric Frattini * / Especial para El Espectador
27 de febrero de 2013 - 10:00 p. m.
Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, asume hoy las funciones papales. Controla todos los órganos políticos del Vaticano.  / EFE
Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, asume hoy las funciones papales. Controla todos los órganos políticos del Vaticano. / EFE

El anuncio del papa Benedicto XVI, el pasado lunes 11 de febrero, comunicando que renunciaba a la 'Cátedra de Pedro' a partir de hoy a las 11 de la mañana, no hizo más que despertar a los lobos dormidos del Vaticano. El anuncio del papa 265, sin embargo, no consiguió detener a quienes intentan hacerse con el control de la maquinaria vaticana y que pugnan en sus entrañas por una mayor cuota de poder antes de que salga elegido en el próximo cónclave el 266 sucesor de Pedro.

Uno de estos poderes es, sin duda alguna, el aparato financiero de la Santa Sede. Una partida de ajedrez que estaba a punto de suceder entre el aún papa y su secretario de Estado, Tarcisio Bertone.

El pasado sábado 16 de febrero de 2013 Benedicto XVI confirmaba a todo el Consejo de la AIF (Autoridad de Información Financiera) del Vaticano, incluidos los cardenales Tarcisio Bertone y Attilio Nicora, por un nuevo mandato de cinco años. La AIF fue el organismo creado por Benedicto XVI en diciembre de 2010, tras la aprobación de la Ley Pontificia CXXVII, para cumplir con la tarea de velar por el cumplimiento de la ley de todos los órganos financieros vaticanos con respecto a la lucha contra el fraude, el lavado de dinero y la financiación ilegal del terrorismo.

Benedicto sabía que Bertone cumplía la edad de 80 años el 2 de diciembre de 2014 y por lo tanto se vería obligado a pasar a 'retiro', dejando el puesto al segundo al mando del consejo de la AFI, el cardenal Attilio Nicora, de 75 años, líder de la facción de los 'ambrosianos', aquellos que proceden de la poderosa maquinaria de Milán y quien ya había mostrado en diversas ocasiones su animadversión por la forma en la que el actual secretario de Estado manejaba los intereses de la Iglesia.

La explosión del Vatileaks —filtración de documentos secretos— el año pasado hizo que el poderoso sector de Milán fuera aún más ácido con respecto a la política de cuotas establecidas por el cardenal secretario de Estado a todos los órganos y departamentos institucionales de la Santa Sede. Aquello puso a Nicora en la mira de Bertone.

Nada más sellar Benedicto XVI la ‘confirmación’ del órgano de gobierno de la AIF, Bertone realizó una jugada magistral, cesando a Nicora, el pasado 18 de febrero, y sustituyéndolo por el cardenal Domenico Calcagno, de 70 años y un ‘bertoniano’ a pie juntillas. Calcagno agrupaba así entre sus manos los dos cargos más importantes de las finanzas vaticanas: el de presidente de la AIF (Autoridad de Información Financiera), el órgano encargado de vigilar la buena praxis de los departamentos financieros del Vaticano y de la APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), cuyos manejos y corrupciones fueron denunciados por el entonces secretario general de la Gobernación vaticana y actual nuncio en Washington, Carlo María Viganò.

De esta forma, al colocar a uno de sus hombres al mando de la AIF, Bertone se aseguraba el total control del aparato financiero del Vaticano, incluso cuando él se vea obligado a pasar a ‘jubilación'’a finales de 2014. Pero al parecer, Benedicto XVI no iba a permitir que Bertone retuviera entre sus manos el poder financiero y diplomático de la Santa Sede, al menos no antes de la entrada en el cónclave.

El contragolpe llegó el viernes 22 de febrero de la mano del sumo pontífice, cuando decidió cesar al genovés monseñor Ettore Balestrero como segundo al mando de la Segunda Sección de la Secretaría de Estado (Asuntos Exteriores) y enviarlo como nuncio a Bogotá. Balestrero era una importante pieza del gran ajedrez de Bertone en un departamento controlado por el diplomático, el arzobispo Dominique Mamberti, un fiel seguidor de su archienemigo Angelo Sodano.

Al parecer alguien desde el Palazzo Severoli, sede de la Pontifica Ecclesiastica Academia, la escuela diplomática vaticana en la romana Piazza Minerva, recomendaba al papa apartar lo más posible del liderazgo de la diplomacia de la Santa Sede a los ‘bertonianos’, antes de que los 115 cardenales electores entren en cónclave. Algunos rumores apuntan al argentino Leonardo Sandri, cardenal elector y sustituto de la Secretaría de Estado, cuando el defenestrado Sodano era Secretario de Estado.

Rememorando la famosa frase pronunciada por el científico Galileo ante el Santo Oficio, “eppur si muove” (Sin embargo... se mueve), refiriéndose al movimiento de la Tierra, está claro que Tarcisio Bertone, 'eppur si muove' y no se quedará quieto hasta que el cardenal protodiácono Jean Louis Tauran pronuncie dos famosas frase: “Extra onmes” (fuera todos), dando inicio así al cónclave, y el “Habemus papam” (Tenemos papa), que da por finalizado el cónclave. Lo cierto es que tampoco Benedicto XVI se ha quedado quieto para evitar los últimos envites de Bertone. Al menos las últimas horas de su papado, pero se dice que el pulso continuará...

 

Por Eric Frattini * / Especial para El Espectador

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