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“Un cambio, pero a la cubana”

La bandera cubana ya ondea en Washington; la de EE.UU. lo hará a partir del próximo 14 de agosto, cuando John Kerry visite La Habana.

Beatriz Miranda Cortés*
21 de julio de 2015 - 02:00 a. m.

Lo de ayer en Washington fue un momento mágico: la misma bandera que fue desmontada hace 54 años, cuando Estados Unidos y Cuba rompieron relaciones, volvió a ser izada en la ya oficialmente Embajada de Cuba en Washington. En La Habana, los actos formales tendrán lugar el 14 de agosto, cuando John Kerry, secretario de Estado de los Estados Unidos, visite la Embajada estadounidense y se ice el estandarte frente al Malecón.
 
Después de 56 años de revolución, a solamente 90 millas del territorio estadounidense, Cuba actualiza la Revolución de acuerdo con sus necesidades y su propio modelo. Desde la llegada del presidente Raúl Castro al poder, las señales de cambios fueron cada vez más evidentes.
 
A pesar del legado de la Revolución: educación y salud gratuitas, la seguridad ciudadana y una sociedad solidaria, muchos cubanos reconocen el inevitable desgaste del modelo y claman por una economía más activa, mayor oferta y diversidad y mejores salarios, entre otras cosas.
 
El 17 de diciembre de 2014, después de 18 meses de negociaciones sigilosas, la intermediación del papa Francisco y con el histórico líder de la revolución cubana, Fidel Castro, aún vivo, Estados Unidos y Cuba anunciaron un nuevo rumbo en su relación bilateral: algo que sonaba imposible ya que Cuba, después del Muro de Berlín, ha sido una de las esquinas de mayor tensión entre EE.UU. y América Latina y el Caribe.
 
Por eso la reanudación oficial de relaciones ayer, con la reapertura de embajadas, pone fin a décadas de hostilidades entre los dos vecinos. Un hecho que el presidente, Barack Obama, describió así: “Estados Unidos de América está cambiando su relación con el pueblo de Cuba. Estamos produciendo los cambios más significativos de nuestra política hacia Cuba en más de cincuenta años. Vamos a dar por terminado el enfoque obsoleto que durante décadas no ha logrado promover nuestros intereses y, en su lugar, comenzaremos a normalizar las relaciones”.
 
En palabras del secretario Kerry: “Durante medio siglo aplicamos una política para aislar a Cuba y los que terminamos aislados fuimos nosotros”. Se refería al rechazo regional e internacional al bloqueo en contra de Cuba, la campaña mundial para la devolución de los cinco presos cubanos (“Give me five”), las cumbres de las Américas, Unasur y Celac, que fueron presiones efectivas para la reinserción de Cuba en el contexto americano. Es decir, que esta era la ruta a seguir: si sostenían por algunas décadas más esta política en contra de Cuba, corrían el riesgo de asistir a la aproximación más considerable de China y Rusia a la región vía La Habana, en una región en donde Venezuela y otros países se resistían a la implementación de un modelo político neoliberal, con inspiración neoconservadora.
 
Según Atilio Borón, investigador cubano vinculado al Centro de Investigaciones de la Economía Mundial de Cuba (CIEM), “lo que fue decisivo para producir este viraje fue el cálculo geopolítico realizado por los estrategas estadounidenses que recomendaron acabar con una política que no sólo era inefectiva (…) sino que además era contraproducente para garantizar la seguridad nacional estadounidense, en momentos tan críticos como el que actualmente atraviesa el sistema internacional”.
 
Entonces, ¿el objetivo de Washington es un cambio en su relación con Cuba, o apunta a un cambio en el régimen político de la isla desde adentro? Por lo pronto, hay mucha expectativa y se suscitan muchas dudas: el desbloqueo depende de un Congreso con mayoría republicana y Guantánamo sigue siendo un reducto imperial e inhumano.
 
 Durante décadas, Cuba sirvió para justificar dictaduras militares, dictaduras civiles y una escuela de doctrina militar de las Américas y ahora se pretende que juegue un papel de distensión en la relación Estados Unidos-América Latina y el Caribe.
 
Según el investigador cubano Jonathan Quirós, del CIEM, “no han cambiado en esencia las pretensiones de la clase política del país norteño de cambiar el sistema económico, social y político de Cuba, y que mi país asimile el tipo de democracia, economía y sociedad que Estados Unidos considera superior”.
 
Y agrega: “El reinicio de relaciones diplomáticas plenas a partir del 20 de julio no significa que las relaciones se normalicen. Que haya embajadas en Washington y en La Habana no elimina el bloqueo y, por otra parte, el gobierno estadounidense se niega a devolver a Cuba el territorio ocupado de Guantánamo, donde imponen una base militar en contra de la voluntad del pueblo y el gobierno cubanos; además de que explícita e implícitamente mantienen sus intenciones de subvertir el socialismo en mi país (...) Cuba espera respeto a su autodeterminación, al sistema político, económico y social que queramos darnos, un cambio pero a la cubana”.
 
Tras izar la bandera, el canciller cubano, Bruno Rodríguez, insistió en que solo la apertura del embargo económico a la isla, “que tanto daño y privaciones ocasiona a nuestro pueblo”, llevará a una normalización completa de relaciones. Además, pidió “la devolución del territorio ocupado en Guantánamo y el respeto a la soberanía de Cuba”.
 
 * Analista internacional

Por Beatriz Miranda Cortés*

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