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¿Las economías mejoran al reducir las emisiones de carbono? Las pruebas indican que sí

Por muchos años, se pensó que el crecimiento del PIB y las emisiones de carbono iban de la mano. Hoy, diversos estudios indican que sí se pueden reducir gases sin afectar a la economía.

The New York Times
22 de abril de 2016 - 04:34 p. m.
170 países aún siguen pensando que el crecimiento económico está vinculado a la contaminación por carbono. / Pixabay
170 países aún siguen pensando que el crecimiento económico está vinculado a la contaminación por carbono. / Pixabay

A lo largo del siglo XX, la economía global se basó en la combustión del carbón para operar fábricas, plantas de energía y de petróleo para mover aviones, trenes y automóviles. Mientras más carbón y petróleo quemaban los países, y mientras más dióxido de carbono emitían (lo que aumenta el calentamiento del planeta), mayor era su crecimiento económico.

Por esta razón, parecía lógico que cualquier política para reducir esas emisiones también produciría un debilitamiento en la economía de los países.

Actualmente, existen estudios que parecen indicar que el incremento del PIB y las emisiones de carbono no tienen que crecer a la par, y que podríamos estar en los albores de la era del “desacoplamiento” de estos dos indicadores.

El año pasado, por primera vez en los 40 años que se han registrado estos parámetros, un estudio de la Agencia Internacional de Energía reveló que en 2014 el PIB global creció y las emisiones de carbono se estabilizaron.

Algunos economistas se emocionaron, pero también reconocieron que puede haberse tratado de una anomalía. Sin embargo, una investigación publicada por la Agencia Internacional de Energía descubrió que la tendencia se mantuvo en 2015. Nathaniel Aden, investigador del World Resources Institute, concluyó que desde el inicio del siglo XXI, 21 países (entre los que se incluye a Estados Unidos) ya han desacoplado por completo su crecimiento económico de las emisiones de carbono.

En estos países el PIB creció en los últimos 15 años y se redujo la contaminación por carbono. “Es muy emocionante y sugiere que los países pueden destruir el vínculo histórico entre crecimiento económico y emisiones de gases de efecto invernadero”, comentó Aden.

Aunque 21 países han logrado el desacoplamiento, son más de 170 los que no lo han hecho y siguen el camino tradicional del crecimiento económico vinculado a la contaminación por carbono. Entre ellos se encuentran algunos de los mayores contaminantes del planeta: China, la India, Brasil e Indonesia.

Que 21 países logren un cambio no es suficiente para salvar al planeta. En los 15 años que estudió Aden, los países desacoplados redujeron cerca de mil millones de toneladas de sus emisiones; pero, en general, las emisiones mundiales aumentaron unos 10.000 millones de toneladas.

La pregunta que debemos hacer es si lo ocurrido en esos países puede ser un modelo para el resto del mundo. Casi todos ellos son europeos, pero no todos pertenecen al G-20; Bulgaria, Rumania y Uzbekistán están entre ellos.

El Acuerdo de París sobre cambio climático, firmado en diciembre, compromete a casi todos los países a tomar medidas en relación con el cambio climático y hacerlas más estrictas durante las próximas décadas.

Pero si no se dan avances importantes en cuanto al desacoplamiento, es probable que los países vacilen al tomar medidas agresivas para frenar las emisiones si implican pérdidas económicas.

En Estados Unidos el auge del gas natural doméstico fue lo que más favoreció el desacoplamiento de emisiones y crecimiento económico, pues su combustión produce la mitad de contaminación por carbono que el carbón.

La abundancia de gas natural barato hizo que los servicios eléctricos dejaran de usar carbón, aunque siguieron dando luz y energía cada vez a más hogares y fábricas. Los avances en tecnologías eficientes para producir energía también favorecieron el desacoplamiento.

La tendencia se mantuvo incluso en el sector industrial de Estados Unidos. Entre 2000 y 2014, Aden descubrió que las emisiones de dióxido de carbono relacionadas con la energía cayeron 16 por ciento en el sector industrial estadounidense, mientras que la actividad económica aumentó un 9 por ciento.

Pero el desacoplamiento también puede causar daños. Aunque el sector industrial creció en general durante esos años, las fábricas estadounidenses promovieron la aplicación de tecnología más eficiente para producir energía, lo cual contribuyó a que se perdiera el 21 por ciento de los empleos industriales, indicó Aden.

En las economías más pequeñas, el desacoplamiento causa menos males. Suecia experimentó un crecimiento económico del 31 por ciento mientras que sus emisiones cayeron 8 por ciento, con lo que mantuvo una tendencia que desde hace mucho tiempo ha favorecido el impuesto sobre emisiones de carbono, instituido en 1991.

Ahora, Suecia produce casi la mitad de su electricidad a partir de energía nuclear, que no genera emisiones, y 35 por ciento a partir de fuentes renovables, en particular la hidroeléctrica.

Pero para las grandes economías industriales que intentan desacoplar esos dos factores, el cambio genera preguntas espinosas. Por ejemplo: ¿la contaminación simplemente se desplazará a otra parte? En el Reino Unido, las emisiones disminuyeron 20 por ciento entre 2000 y 2014, mientras que el PIB aumentó 27 por ciento.

En gran medida, estas cifras fueron el resultado de acciones para desindustrializar al país donde se originó la Revolución Industrial. En esta época, durante la cual crecieron los sectores financiero y de servicios británicos y cerraron sus minas de carbón, plantas y fábricas de acero, algunas de esas industrias se fueron a China, que se convirtió en el país donde se produce más contaminación.

De acuerdo con el estudio de Aden, el PIB de China ha aumentado 270 por ciento desde 2000, y sus emisiones de carbono: 178 por ciento. Pero hay señales muy tentativas de que incluso China puede estar desacoplando las emisiones y el crecimiento.

En un artículo publicado el mes pasado en la revista científica Climate Policy, dos investigadores británicos argumentaron que es posible que las emisiones de China hayan llegado a su punto más alto en 2014 y ahora han comenzado a mostrar un ligero descenso.

Es difícil saber con seguridad si es cierto, pues los datos de emisiones que presenta la propia China pueden ser erróneos. Pero de ser verdad, y si la economía de China mantiene aunque sea un crecimiento modesto, podría tener efectos profundos para el futuro del cambio climático. “El problema con China es saber si en realidad han revertido la tendencia y si puede mantenerse”, añadió Aden.

El desacoplamiento presenta otro problema. “Los países que han logrado el desacoplamiento se han desindustrializado, lo que ha producido un aumento en la desigualdad de ingresos”, indicó en entrevista Bill Cassidy, senador del estado de Luisiana en Estados Unidos. “Un aspecto que no se ha analizado es qué prospectos de empleo tienen esas familias. Una consecuencia no planeada será que sus ingresos se vean reducidos”.

Mientras tanto, algunos economistas de izquierda todavía afirman que el desacoplamiento es solo un sueño, y que la única manera en que en realidad se reducirán las emisiones será enfrentar las consecuencias y aceptar el golpe a la economía.

“No digo que sea imposible desacoplar, pero debemos ser escépticos”, opinó Giorgos Kallis, editor del libro “Decrecimiento” y economista de la Universidad de Barcelona.

“No creo que una economía basada en energías solar y renovables pueda mantener el mismo nivel de crecimiento económico. Si de verdad pretendemos reducir las emisiones, no podemos tan solo ser optimistas y esperar que la economía crezca el doble cada 35 años. Debemos preguntarnos si podemos resistir que no haya crecimiento”.

Pero Aden no pierde el optimismo y declara: “Es posible que muy pronto veamos una transición y esta relación por fin dé un giro”.

Por The New York Times

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