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Días de paz y guerra

Los diálogos de Caracas y Tlaxcala sufrieron diversos impases y atascamientos por los pulsos entre sus negociaciones. El multifacético escritor y periodista Ramón Jimeno, escribió una detallada crónica sobre los problemas que tuvo las negociaciones entre el gobierno y la cgsb para EL Espectador.

Ramón Jimeno (17 de noviembre de 1991)
28 de mayo de 2014 - 06:22 p. m.
Días de paz y guerra

 Trepando por una de las vías entre los carros donde se encuentra el Idea, ‘Pablo Catatumbo’ e ‘Iván Márquez’ revelaron su nostalgia de monte cuando vieron un paraje tupido de árboles con un claro en el medio: “Es el sitio ideal para guindar. Las postas una allá, y aquí, en este acceso, otra”, dijo ‘Márquez’, buscando en el aroma diésel de la alta Caracas, el de la selva. El corpulento guardaespaldas de la Disip venezolana, con instrucciones de seguirlos de cerca, sonrió con un silencio tan forzado para alguien del Caribe, que delataba la orden perentoria de omitir comentarios.

Al dar la vuelta al cerro se divisó una torre eléctrica. “Es una provocación para Pacho Galán. Cada vez que pasa por aquí, se imagina cómo llevársela: dos cargas, una en cada base, en diagonal y zas”. El hombre de la Disip -callado- parecía analizar las consecuencias: su comida descomponiéndose en el refrigerador, y él buscando en la oscuridad el teléfono para encontrar dónde ver el partido de béisbol de esa noche.

El Idea es un centro de investigación ubicado a veces entre las nubes que trae un viento fresco del valle de Caracas. Uno de sus edificios -Residencias Sucre- fue puesto por el gobierno de Carlos Andrés Pérez a disposición del Gobierno colombiano y la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (Cngsb) para las conversaciones de paz. Por cuenta del fisco venezolano corren los gastos de alojamiento, comidas, bar, cigarrillos, seguridad, transporte, comunicaciones e incluso los servicios médicos que requieran.

“¡Coño! ¡Primero fueron los salvadoreños, después trae a los colombianos, y ahora quiere invadir Haití! Falta que invite a Sadam Hussein. Como si no tuviéramos problemas aquí, tiene que importarlos… ¡Cóoonchale!, a Carlos Andrés se le olvida que es presidente de aquí” -renegaba el taxista mientras esperaba impaciente la autorización del ingreso al Idea, que miembros de la Guardia Nacional gestionaban por radio. “¡Esas conversaciones debieran hacerlas en el desierto del Sahara! ¿Por qué coño tienen que hacerlas en Caracas? Mire, todo el tiempo que llevo perdido -insistía-, le voy a tener que cobrar quince bolos”. Unos treinta minutos después recibimos autorización para pasar.

En Caracas, un diplomático confirmó las molestias que algunos sectores venezolanos sienten por la hospitalidad brindada, pero destacó la importancia que tenían para los objetivos de la política exterior venezolana que “están por encima de las supuestas ansias de figuración de Carlos Andrés”. Después de acomodarse en su silla, de ordenar un par de ‘guayuyos’ (cafés aguados al estilo colombiano) y de contar anécdotas con amigos suyos del Movimiento al Socialismo (MAS) cuando iniciaron su reinserción a la vida civil, nuestro interlocutor mostró reservas sobre los guerrilleros de la Coordinadora.

“Aquí no se han dejado ver. Mucha gente quería conocerlos, discutir con ellos. Los llamamos para una reunión con las cabezas del MAS, aunque se hizo el encuentro, antes de acceder preguntaron: ‘¿Y para qué quiere reunirse con nosotros?’, como si no les interesara. Lo cierto es que no han abierto un espacio político con sectores con los cuales podrían comunicarse”. Luego se extendió en los análisis que circulan entre los estudiosos de los asuntos de seguridad nacional en Venezuela.

El buen anfitrión

Al brindarle Venezuela hospitalidad a la guerrilla colombiana, la obliga de manera formal a restringir sus incursiones en Venezuela y a suspender sus acciones contra ganaderos y agricultores en la frontera, porque es más importante contar con el apoyo de Carlos Andrés Pérez, que con los recursos de un secuestro. La efectividad de esta política es difícil de medir, toda vez que el gobierno creó unidades contraguerrilleras y autorizó implícitamente formas de autodefensa de los ganaderos venezolanos. Además, con las crisis económicas y el auge de las protestas sociales por los costos de la apertura, el temor al resurgimiento de grupos armados ronda en algunos círculos, y es útil saber que en un hipotético caso la experimentada guerrilla colombiana no les ayudaría. Pero hay otras razones.

Históricamente, Venezuela ha ayudado a los rebeldes colombianos y no sólo durante guerras civiles como la de los Mil Días (1889-1902). En los cincuenta, cuando el guerrillero del Partido Liberal ‘Cheíto’ Velázquez se refugió en Venezuela, las autoridades lo detuvieron por presiones del régimen de Laureano Gómez, que buscaba su extradición. Tras sendas negociaciones, y desconociendo figuras como el asilo o el refugio, Venezuela liberó a Velásquez en la frontera. El régimen de Laureano Gómez, previamente informado, “dio de baja” al rebelde liberal de los Llanos. La contraprestación que recibió Venezuela por el ‘favor’ no se ha demostrado. Para algunos fue la carta en la que la Cancillería Colombiana reconocía la soberanía de Venezuela sobre los monjes en el Golfo de Venezuela.

En 1991, para los intereses de seguridad de Venezuela, es útil acoger a la principal fuerza opositora del Gobierno colombiano. En particular, frente a las diferencias limítrofes en el Golfo, que desde el punto de vista venezolano apuntan a consolidar su soberanía total. Al ser Venezuela anfitrión y testigo del diálogo, saldría favorecida, porque Colombia quedaría impedida políticamente, durante algún tiempo, para proponer la reanudación de las conversaciones sobre el caso.

Otro ingrediente es que con las negociaciones Venezuela obtiene valiosa información. Lo que ocurre en el Idea es de obvio conocimiento por los organismos de inteligencia. Los análisis y la información que poseen sobre la Fuerza Pública colombiana, la Cngsb y la que debe utilizar el gobierno sobre los temas militares durante las discusiones, estarían siendo debidamente registrados, así como las consultas privadas que cada bando hace con sus jefes. Según una fuente oficial, se vieron obligados a trasladarse de las Residencias Sucre en el Idea, al Eurobuilding, cuando confirmaron que sus conversaciones estaban siendo espiadas a través de micrófonos en sus habitaciones. Lo cierto es que los venezolanos obtienen nueva información para profundizar en el conocimiento sobre los organismos de seguridad de Colombia y sobre las fuerzas insurgentes.

El resumen de los análisis venezolanos destaca que aunque la situación actual no indica ninguna posibilidad de tensión entre los dos países, lo real es que el ejército venezolano es fuerte, poderoso y conoce mejor las debilidades del colombiano.

En 1987, bajo las administraciones Barco-Lusinchi, cuando dos corbetas casi se atacan con misiles, no parecían existir motivos para una fricción. Los gobiernos cambian, y quienes reemplacen a Pérez y a Gaviria pueden alterar la situación.

El caso nacional

‘Alfonso Cano’ llegó con una arepa de choclo para cada uno de sus compañeros. Pacho Galán y Antonio García encontraron en una antigua librería textos clásicos de Bolívar y desempolvándolos los mostraban. Asdrúbal preparaba su maleta para irse al hospital, mientras el médico, empeñando en entablar conversación con ‘Cano’, lo acosaba insistiéndole que había estudiado medicina en Moscú. Cuando se fue, la voz paisa y alegre de Galán retumbaba desde el cuarto del radio, informando y discutiendo con el cura Pérez en medio de las ruidosas interferencias de rigor. María Salomé, Patricia y Lucía aparecían a veces con alguna consulta para el ‘camarada’. Es raro escuchar esta expresión en el lenguaje diario del guerrillero, ya que uno tendía a pensar que era parte de la macartización que hacían los norteamericanos en sus películas contra los soviéticos.

En el bar, ‘Iván Márquez’ y ‘Pablo Catatumbo’ conversaron sobre el problema principal “... es que no vemos la voluntad política del gobierno”, dice Márquez, y agrega que “tras cada base militar hay una base paramilitar. Los nidos están intactos en el Yarí o en Juan Bosco Laverde. Ayer no más, López Michelsen se pudo dar cuenta de la situación”. Durante su visita, ‘Marulanda’ le pidió por el radio escuchar los ametrallamientos y bombardeos que en ese momento ocurrían y que el parlante reproducía como una tempestad. “Si el Gobierno no está en tregua y por el contrario mantiene una intensa ofensiva militar, ¿por qué pretende exigirnos que nos quedemos cruzados de brazos?”.

Al otro día, al calor de media docena de ‘marrones’ largos (buen café negro y doble), ‘Alfonso Cano’ se extendió en el análisis, asegurando que “el gobierno se juega una carta peligrosa: matar a ‘Marulanda’ o golpear al Secretariado. Por eso tienen un cerco tan grande... además, el Gobierno quiere jugar a la confrontación interna entre el Eln y las Farc para dividirnos y negociar con uno de los dos. Pero eso no va a pasar.

“Hasta donde va el proceso de negociaciones no estamos convencidos de que no esté vigente la lucha armada en Colombia. El Gobierno nos muestra que está interesado en la confrontación, y no en crear espacios nuevos para el conjunto de la población. Está interesado en liquidarnos por la vía de la negociación o por la vía de las armas”, sentenció ‘Cano’. Agregó que si bien su movimiento “tiene hondas limitaciones”, porque no ha sido capaz de gobernar el proceso y darle la proyección política que requiere, todas las fuerzas del país “están peleando” y se necesita diálogo. Y concluyó que la Cngsb no va a “feriar su capital acumulado”, refiriéndose a los 30 años de lucha armada.

El corazón del pueblo

Uno de los problemas para avanzar en Caracas, según la Cngsb, fue el “estrecho marco” en que los negociadores oficiales quisieron encasillarlos, porque el Gobierno considera que la guerrilla está apabullada políticamente. “Nuestro caso no es como el del Epl ni el del M-19. No se trata de la entrega de armas a cambio de concedernos prebendas y garantías”. Sin embargo, el nombramiento de un civil en el mindefensa y de otro en el DAS, la revelación de informes oficiales por violación a los derechos humanos por la fuerza pública, crearon un ambiente que tiende a favorecer la política oficial e incluso a justificar su endurecimiento.

Al tiempo que la Cngsb está decidida a no desperdiciar su “capital acumulado” con las armas, frente a su aislamiento político mantiene expectativas. “Antes estábamos desligados en la selva. Nacimos en el corazón del campo, aislados de la gente en los centros de producción. Hoy hemos avanzado con otros sectores. Cuando estábamos en la selva, lo hacíamos porque éramos débiles. Ahora el país es consciente de que nos acercamos a las ciudades, aunque nos falta la batalla para llegarle al corazón del pueblo”.

Esa distancia que los separa del pueblo reconsagrado cada año al Sagrado Corazón de Jesús piensan acortarla asumiendo la vocería de los descontentos con el régimen Gaviria. “La única interlocución política que hay con el presidente es la Cngsb. La política cafetera no la consultó con los cafeteros. El presidente de la Andi le critica la forma de apertura... el presidente no conversa con nadie, excepto con la Coordinadora... No estamos tan aislados como muchos creen. Estamos en el centro de la política nacional. Nos falta ser más ágiles. Comunicarnos más, tener más fluidez en nuestras relaciones... esta es una falla de la Cngsb. Hemos tenido fallas políticas costosas”. Tal vez ‘Cano’ se refiere a la quema de buses y tractomulas, a la voladura de las torres, pero no lo confirma. “El país entiende que somos de carne y hueso”.

Al otro día, después de recorrer la autopista de ocho carriles que conduce al aeropuerto (con la que ‘Pablo Catatumbo’ sueña para comunicar a Bogotá con los Llanos), ‘Alfonso Cano’ recibía al secretario general del Partido Comunista, Álvaro Vásquez. Tal vez este pequeño episodio ayuda a explicar la falta de propuestas que le interesen al país. En efecto, la camaradería entre el jefe civil del comunismo colombiano y uno de los máximos jefes guerrilleros de las Farc, refleja una relación histórica, en la que se puede encontrar la orientación del movimiento armado. Por consiguiente, donde se puede encontrar su vacío político.

Ante la crisis del movimiento comunista mundial, la mayoría de los partidos se han replanteado o se han liquidado, porque su horizonte ideológico se desdibujó. Sin embargo, el Partido Comunista Colombiano tiene un grupo paralelo, que es el movimiento subversivo, y esto le sirve como argumento para alimentarse de una u otra manera y justificar la necesidad de los cambios sociales.

Pareciera ser que el problema para las Farc es que los cambios sociales que ahora serían el sustento básico para su accionar, sólo se pueden dar en la medida en que logren la paz y su reinserción como fuerza política legal, que les permita exigir y hacer los cambios. Esto porque en la medida que el conflicto se prolongue, la destrucción derivada de la guerra en las zonas de su influencia continuará y las bases sociales que apoyan a la guerrilla no mejorarán su nivel de vida, sino que cada vez decaerá más y es de prever que el apoyo de la población también.

El conflicto político de la desmovilización recaería más sobre el Partido Comunista, que se quedaría sin el buen argumento y sustento de la lucha armada, tal vez útil para tratar de reconstruir los movimientos que en otras épocas dominó -como el sindicalismo- y así intentar liderar las reivindicaciones sociales para los desprotegidos.

La relación histórica con las Farc, por su parte, dificultaría que ésta asumiera una política independiente frente al país y en las negociaciones, dando lugar a la aplicación en la práctica de la fórmula de la guerra prolongada, como la política que les convendría, “Nooo, nooo, la tesis de la guerra prolongada no dice eso. La que dice eso es la tesis de la guerra Infinita...”, dijo Jaime Báteman refiriéndose al accionar militar de las Farc y a la política del PCC. La conjunción de lucha armada y legal -para Báteman- no era “una ventaja especial, sino un obstáculo especial”.

Del otro lado de la ecuación se encuentra un gobierno con un alto grado de popularidad, que ha dado pasos para ganarse el respaldo de la opinión frente a su posición en las conversaciones de Caracas. Un gobierno que promete un futuro de bienestar a través de la apertura económica, que amenazaría la continuación de la guerra, y hasta presentaría ante la opinión. Una administración que ha fortalecido sus Fuerzas Armadas, que ha creado impuestos de guerra para armar y sostener una ofensiva mayor y que a todas luces permite la expansión del paramilitarismo. Bajo este panorama, el gobierno Gaviria hace un mejor uso de la combinación de todas las formas de lucha.

En ese arrinconamiento en que se encuentran las negociaciones, la Cngsb podría llegar a utilizar el mecanismo que le dio mejores resultados a Pablo Escobar: golpear a la alta clase dirigente para doblegarla y, entonces sí, hacerla negociar en condiciones más favorables.

Por Ramón Jimeno (17 de noviembre de 1991)

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