El capitán que se despide de su Gloria y del mar

El comandante Camilo Gutiérrez Olano lideró el recorrido de nuestro embajador flotante por Europa y África para conmemorar los 196 años de existencia de la Fuerza Naval en Colombia. Se despide del mar recordando los momentos que pasó a bordo, desde cuando ingresó a la Escuela Naval a escondidas de sus padres, hasta que se convirtió en capitán del insigne barco.

Lorena Arboleda Zárate
12 de septiembre de 2019 - 08:11 p. m.
El comandante Camilo Gutiérrez Olano es el actual capitán del buque Gloria, el insigne barco de la Armada Nacional. / Particular
El comandante Camilo Gutiérrez Olano es el actual capitán del buque Gloria, el insigne barco de la Armada Nacional. / Particular

La última vez que lo vio zarpar de un puerto europeo fue el lunes 2 de septiembre, después de permanecer tres días en Liverpool (Inglaterra). No porque el majestuoso buque escuela ARC Gloria se estuviera despidiendo de los mares, el viento y las velas, sino porque su comandante, el capitán de navío Camilo Gutiérrez Olano, sabía que le quedaban apenas tres meses para dar el paso definitivo hacia tierra firme. “Este es mi último embarque. Esta es mi despedida del mar”, dijo el capitán. Cuando el embajador flotante, como llaman al Gloria, regrese a Colombia de Marruecos, norte de África, y culmine un último recorrido por Centroamérica, abandonará la navegación.

“Hay dos tipos de personas: los que viven y los que navegamos… Y navegar es una aventura permanente”, describe con nostalgia el comandante Gutiérrez lo que han significado para él tres décadas en la Armada Nacional. Una vida que eligió prácticamente a escondidas de su padre, quien hoy es un retirado piloto de Avianca que siempre esperó que su hijo siguiera sus pasos, los del aire. “Estudié en colegio militar, porque mi mamá no quería que me fuera a prestar servicio. Aunque siempre tuve claro que entraría a alguna de las Fuerzas Militares de Colombia”. Y se fue para Cartagena, dejando atrás las lágrimas de su madre, que lo despidió desde Bogotá, pensando que a los ocho días regresaría arrepentido. “Pero nunca regresé”.

Comandar el buque Gloria, según los testimonios de los propios cadetes de la Marina a bordo de este crucero para conmemorar los 196 años de la Fuerza Naval, es un privilegio. Desde 1968, cuando zarpó por primera vez desde el puerto del Ferrol del Caudillo, en España, hacia Cartagena, el buque ha tenido 45 comandantes. Es el más alto cargo que se puede tener dentro del barco y el último escalón antes de abandonar el mar. Generalmente, quien llega a ocupar la dignidad de capitán del Gloria sabe de antemano que, mientras lo comanda, el ocaso ya cae a su espalda. El capitán Camilo Gutiérrez Olano es de los pocos afortunados, dice él, de haberse embarcado en el Gloria, al menos, unas seis veces.

La primera vez fue en 1993, cuando era apenas un adolescente que se enlistaba en las filas de la navegación. Estaba emocionado porque era la primera vez que iba a viajar a Europa como cadete, y conocer el Mediterráneo a bordo de un buque insigne como el Gloria se convertiría en su más importante recuerdo de juventud. “Fue la mejor experiencia por la edad, por los compañeros con quienes uno viaja. Embarcarnos todos juntos en el buque, después de pasar tres años en la Escuela viviendo y conviviendo día y noche, significó viajar en familia. Mis compañeros se convirtieron en mis hermanos”. Recuerda, por ejemplo, las veces que zarpaban en los puertos de cualquier ciudad europea, se bajaban juntos a comprar víveres, a compartir experiencias con uno que otro extranjero y a llevarse de vuelta un pedazo de cada país que visitaban.

Y aunque nunca se le cruzó por la cabeza el arrepentimiento de, tal vez, haber elegido el camino equivocado, sí reconoce que la navegación es un asunto que se debe tomar muy en serio. “El mar es para respetarlo”, dice. Las condiciones meteorológicas también, y conocerlas, agrega, hará que el mar sea un aliado o un enemigo. “Hemos tenido muchos sustos. En 2013 visitamos Japón, pero las malas condiciones climáticas llegaron a tal punto que fuimos perseguidos por cinco tifones. En esa visita, llegamos e hicimos el saludo protocolario, pero tuvimos que zarpar a la hora para esperar a que pasara un tifón. Recuerdo que el Gloria se movió muchísimo. Nunca estuvimos en peligro, pero sí son lecciones que nos recuerdan que debemos respetar el mar”.

Lecciones que enseñó a los cadetes como profesor a bordo. Porque, claro, para sobrellevar las largas semanas que pasa la tripulación en mar abierto es necesario mantenerla ocupada. Así que a las 5:00 de la mañana suena la primera alarma del día. En ese momento deben levantarse y hacer ejercicio por media hora. A las 6:00 de la mañana ya deben estar bañados y listos para desayunar y una hora después comienzan sus clases en el buque. Les enseñan en la práctica toda la teoría que vieron en la Escuela Naval, en Cartagena. A las 12:30 de la tarde acaba la jornada y almuerzan, y por la tarde vienen los ejercicios con las velas o de contraincendio y las maniobras en el buque. “El ejercicio por la mañana es clave, sobre todo para bajar los kilos que hemos subido. Es que la comida a bordo es muy buena”, dice el capitán entre risas.

El buque escuela ARC Gloria llegará a la Heroica el próximo 18 de octubre, después de 29 días de navegación, proveniente de costas africanas. El 1.º de noviembre, el capitán zarpará junto con 88 grumetes (aprendices de marinero) en un corto recorrido por República Dominicana, Honduras y Puerto Rico. Será la última vez que ejerza su rol de capitán antes de mudarse, por tiempo indeterminado, a Alemania, junto a su esposa, la flaca, como él la llama. “Me bajo feliz siendo comandante del buque después de lo que he vivido, por lo que representa el Gloria para los colombianos, por el símbolo que es, porque nos une y nos despierta ese sentido de patriotismo cuando se está en el exterior. El Gloria no es un pedacito de Colombia, es todo un país unido, más allá de las razas, de las religiones, de las ideas”.

Por Lorena Arboleda Zárate

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