Gabriel Cano Villegas: untado de tinta

Además de su familia, la vida de Gabriel Cano Villegas fue El Espectador. Él mismo reconoció que “desde que comenzó a gatear vivió untado de tinta de imprenta”. Nacido en 1891 en Medellín, décimo hijo de Fidel Cano y Elena Villegas, siempre se mantuvo al lado de su padre. Tiempo después, en su texto “Autobiografía de un periódico”, dejó memoria de cómo se turnaba con sus hermanos en la prensa Washington en la que se editaron los primeros ejemplares del periódico. (Lea: 30 años sin Guillermo Cano)

 

A la muerte del fundador en 1919, entró a apoyar a su hermano Luis en el desarrollo de El Espectador. En 1950, cuando falleció Luis Cano, asumió las riendas del periódico, pero a partir de 1952 decidió compartir este honor y destino con su hijo Guillermo. Permaneció activo en esta labor hasta diciembre de 1973, cuando decidió dar un paso al costado. Desde entonces, hasta su muerte acaecida el 22 de febrero de 1981, se mantuvo haciendo comentarios públicos hasta de la última línea que se escribía en la edición. 

 

Gabriel Cano Villegas fue el maestro directo de Guillermo Cano. Su ejemplo para hacer periodismo independiente en los tiempos de la violencia partidista, sus históricos editoriales después del incendio del diario en 1952 o su escritos contra la dictadura de Rojas Pinilla a finales de los años 50, fueron suficiente paradigma. El recuerdo imborrable fue verlo empezar la lectura del periódico desde las cinco de la mañana, o, como lo escribió José Salgar, emprender su lenta disección “con los firmes trazos de su temible bolígrafo rojo”.