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Trabajar la tierra para reconciliarse con el territorio

El cacao de Arauca, los melones de La Guajira y el maní amazónico de Caquetá son ejemplos de asociaciones productivas en las regiones. Víctimas del conflicto, migrantes, retornados e indígenas se integran a través del cultivo.

Karen Vanessa Quintero Martínez
28 de septiembre de 2020 - 02:00 a. m.
Cultivo de melones en Maicao, La Guajira. / Cortesía
Cultivo de melones en Maicao, La Guajira. / Cortesía

La producción y cosecha de frutas, vegetales y semillas han permitido a comunidades afectadas por el conflicto armado, migrantes, retornados e indígenas reconciliarse con su territorio y tener un sustento económico. Desde Arauca, La Guajira y Caquetá, ellos comparten estas historias que demuestran que el trabajo colectivo y la siembra son un camino para la integración social.

El cacao transforma la historia de Arauca

El cacao siempre ha estado en la vida de Elizabeth Agudelo. Su padre fue cacaotero y le enseñó a sembrar. Ella después trabajó en una empresa que producía chocolate y desde 2011 creó la finca Villa Gaby, en Arauquita. Junto a una de sus hermanas y su hija, Katherine Agudelo, decidió dedicarse a “contar historias con el cacao y promocionar el grano araucano”. Ahora tienen más de 64 variedades y unos 8.400 árboles.

Arauquita es una zona golpeada por el conflicto. Elizabeth y su familia tuvieron que desplazarse en 1995, después de recibir amenazas que prefiere no recordar, porque dice que le hacen sentir un vacío en el estómago. Katherine agradece que su hijo de seis años no tiene que vivir con la misma zozobra. Explica que en esa época había presencia del Eln, las Farc y grupos paramilitares. En sus recuerdos está la noche en la que tuvieron que atravesar el río Arauca para llegar a Venezuela.

Aunque el conflicto no ha abandonado del todo su territorio, ella quiere mostrar que Arauca tiene otra cara y que sus habitantes son como el cacao que producen: cálidos, suaves y gentiles. “Aquí todos hemos sido víctimas, pero incluso encontramos reconciliación con los victimarios a través de la tierra, pues vemos en ella una oportunidad de transformar”, dice Katherine. Estas mujeres han apoyado proyectos de personas que estaban en la guerra y hoy se dedican a sembrar.

Villa Gaby hace parte de la ruta “Ecoturismo para la reconciliación”. Luisa Vega, directora del programa en esta región, explica que a partir del trabajo con la Fundación Creata inició la Red de Turismo de Arauca (TuRedCo), con la que buscan “transformar las narrativas con respecto a lo que significa el departamento para el país” y mejorar los ingresos de las familias con apoyo psicosocial y económico. TuRedCo vincula a más treinta familias como la de Elizabeth. El año pasado recibieron la visita de más de 1.400 turistas y se generaron ganancias por $65 millones en el segundo semestre del año.

Melones en Maicao: una oportunidad de reconciliación

La Asociación de Agricultores Independiente de la Vereda Atnamana, en Maicao, La Guajira, trabaja para recuperar el sector agrícola de la región. “Hemos podido reconciliarnos con la vida y con los malos recuerdos que nos hacían daño”, dice Ylse Lozano, miembro de la asociación y víctima del conflicto. Ella hace parte de las 52 familias, 343 personas, que están en este proyecto que quiere empoderar económicamente a las comunidades a través del cultivo y la exportación de melón hacia la isla de Curazao.

Adrián Medero Uriana, director para La Guajira de Alianzas para la Reconciliación de USAID y ACDI-VOCA, proyecto que promueve este tipo de iniciativas para generar acciones de movilización e integración económica, social y cultural, dice que aunque Maicao y Uribia concentran el 86 % de la actividad productiva del departamento, el potencial se está perdiendo por privilegiar otras actividades. La alianza apoya a la asociación, que reúne a comunidades indígenas colombianas y retornadas, afrodescendientes, migrantes venezolanos y víctimas del conflicto. “Aquí hay frontera con Venezuela y salida a las islas del Caribe y Panamá. Vemos un gran potencial comercial y agrícola”, señala.

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En esto coincide Dolcey de los Reyes Reales López, miembro de la asociación, quien cuenta que esta iniciativa nació en 2019, cuando la Gobernación los invitó a un evento en el que Curazao era el país invitado. Allí firmaron una alianza para comercializar melones. Después su proyecto fue seleccionado por USAID y ACDI-VOCA; aunque siempre se han dedicado a la agricultura, “ahora utilizamos la tecnología como el sistema de riego y el uso del Agribon, una tela que protege la planta”, dice. Los miembros de la Asociación se apasionan al hablar del proceso, que tiene varias etapas y dura en total dos meses, menos tiempo que en otros lugares, por las condiciones climáticas. Tienen diez hectáreas y cada una deja en promedio treinta toneladas. Buscan establecer una planta de procesamiento, que les permitirá cumplir con las exigencias de almacenes de cadena.

Florencia renace con productos forestales no maderables del bosque

Agrosolidaria Florencia es una organización que trabaja con productos forestales no maderables del bosque. Son doce grupos asociativos conformados por 250 familias del área rural, 115 de ellas víctimas del conflicto. “Agrosolidaria demuestra que es posible que campesinos que tuvieron en el pasado cultivos ilícitos, ahora se dediquen al sacha inchi (maní amazónico), que incluso supera a la coca en rentabilidad”, dice Diana Tamayo, directora regional de PAR de USAID y ACDI-VOCA en el Caquetá.

Según Ricardo Calderón, director de Agrosolidaria Florencia, desde hace años buscaban estrategias para mitigar la deforestación. Encontraron la respuesta en el aprovechamiento de la oferta natural de la selva. “Logramos equilibrio entre el desarrollo agroindustrial productivo y la conservación sostenible”. Trabajan ocho materias primas que se convierten en productos como snacks de sacha inchi, harina de sacha inchi, copoazú en polvo, maraco en polvo, manteca de copoazú, manteca de maraco, salsa picante de piña, ají en polvo y pulpa de asaí, entre otros.

Algunos cultivos se demoran tres años, otros incluso quince. Por eso la organización articula su estrategia con productos que pueden generar ingresos económicos a corto plazo, como el sacha inchi, conocido por su alto contenido de omega 3, 6 y 9. Este se cultiva de manera sencilla: en siete meses inicia la etapa productiva y desde ahí la recolección se da cada quince días por doce años. Dentro de los logros que ha tenido la organización, Calderón detalla que lograron incluir en el Plan Nacional de Desarrollo un capítulo que reconoce las particularidades del territorio amazónico; también hacen parte de la Red de Aliados Estratégicos de los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial. Además, en 2019 lograron convocar a 96 organizaciones para desarrollar la primera sembratón por la Amazonia, plantando más de 30.000 árboles de especies nativas.

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