El Magazín Cultural

Edgardo Cozarinsky: El cuentista recorrido

El escritor, de 79 años, obtuvo el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez en su quinta edición. Recibió un cheque simbólico de US$100.000 y una escultura de la artista Claudia Vallejo.

Santiago Díaz Benavides
10 de noviembre de 2018 - 01:23 a. m.
Edgardo Cozarinsky, escritor, cineasta y dramaturgo argentino. / Juan Felipe Vásquez
Edgardo Cozarinsky, escritor, cineasta y dramaturgo argentino. / Juan Felipe Vásquez

“No se imaginan cuán contento me siento. Soy supersticioso y por eso no había preparado nada para decir, porque si lo hacía era probable que no ganara y, como buen argentino, ahora me toca ‘guitarrear’. Este premio me toca profundamente. El nombre de García Márquez es de vital importancia para mí, aunque lo que escribo no tiene nada que ver con su obra. Tenía veinte años y empezaba periodismo. En ese momento leí Relato de un náufrago y me iluminó. Entendí que aquello partía del periodismo para llegar a ser literatura. Me di cuenta de algo muy valioso que tenía que ver con lo que yo quería hacer”, ha comentado el escritor ganador del V Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. El autor argentino ha sido galardonado por su libro En el último trago nos vamos (2017), título editado por el sello Tusquets y distribuido en nuestro país por el Grupo Planeta.

“Un libro escrito con un gran oficio narrativo, con raíces profundas en una antigua tradición literaria y de una notable solidez intelectual”, menciona el jurado. Se trata de una colección de doce cuentos en los que el autor explora conceptos relacionados con la identidad existencial, la vejez y la infidelidad de los recuerdos, otorgándoles una dimensión literaria solvente y necesaria. “La relación de la muerte con la vida es un tema que siempre me ha interesado y en este libro me doy a la tarea de explorarlo en todos los cuentos, aunque de formas diferentes. Estos personajes, todos, están buscando su lugar en el mundo”, asegura el autor. “Cuando escribo solo intento hacerlo lo mejor posible. Los temas y la profundidad de los personajes son cosas que van surgiendo en el camino. Ya de eso hablarán los lectores y la crítica. Solo espero que alguien encuentre en estos cuentos, que son muy distintos entre sí, uno que le hable directamente al corazón”.

Cozarinsky, nacido en Buenos Aires en 1939, ha dedicado toda su vida a las letras. Ha sido cineasta además de escritor, y la relación que tiene con los libros se ha dado de manera tardía, aunque no con forcejeos. “Yo empecé leyendo el mundo que me rodeaba a través del cine, no a través de los objetos estos que estaban en las estanterías. Durante toda mi infancia y adolescencia, el cine se la pasó haciéndome la rabona. Sí, como los futbolistas cuando la toman por costumbre y les sale bonita”. Ha escrito más de quince libros y ha sabido bien cómo recorrer las fronteras entre los géneros. Este es un cuentista recorrido, probablemente, uno de los escritores más sobresalientes de la literatura latinoamericana del siglo XXI, y hoy se le premia por eso. Su obra, que no busca la atención mediática, se ha erigido de manera virtuosa con el paso de los años y es muestra indiscutible de la pasión de un hombre que se ha perdido entre los escenarios de las artes con todo el desparpajo que requiere. Aquí no hay vergüenza siempre y cuando sea a favor de las letras. No falta poco para que se le lea con más atención. Eso es lo que traen los premios. Pero que no se diga después que Cozarinsky fue, porque Cozarinsky ya es.

¿Cómo se da la relación entre cine y literatura en su obra?

Nunca vinculé literatura y cine. Pasé muchos años sabiendo que yo era un escritor, pero dedicándome con especial frenesí al cine. Escribía y no terminaba nunca, porque sabía que si lo terminaba adquiría el compromiso de mostrarlo. Cuando me fui a vivir a Europa, esta idea tomó más fuerza, pero al pasar los años me di cuenta de que la literatura estaba ahí para no irse nunca. Terminé publicando mi primer libro en el año 89.

¿Qué autores considera que han marcado su camino como escritor?

Lo que yo hago tiene una clarísima influencia de autores como Antón Chéjov y los dos Joseph (hablo de Conrad y Roth). No por el estilo, propiamente, sino por la curiosidad que tienen al narrar, lo que les sirve para encontrar aquello que está escondido allí. Ya que estamos en Colombia, debo decir que hay un escritor de este país con quien comparto estas aficiones. Juan Gabriel Vásquez es, probablemente, una de las voces más interesantes del continente. Es curioso haberlo encontrado gracias a un escritor de una latitud tan distinta a la nuestra, siendo tan distintos entre nosotros mismos. Y es que Conrad, ese polaco que escribía en inglés, trajo para nosotros obras maestras en donde los personajes siempre están en conflicto consigo mismos. Ellos son el mundo que les ha tocado vivir. Eso es un poco lo que yo he querido hacer, pero como dije, ya eso queda en manos de los lectores.

¿Qué lee Edgardo Cozarinsky? ¿Cuál es la visión que tiene de la actualidad de la literatura en el continente?

No tengo una visión amplia del presente de la literatura latinoamericana. Leo poco a mis contemporáneos. Leo mucho, eso sí, bastante literatura del siglo XIX, porque me permite establecer una distancia. Los contemporáneos me hablan de cosas que están muy cerca de mí. En ese sentido, prefiero leer cosas que me alejen un poco de todo, que me ayuden a verme en perspectiva.

Un poco como los personajes de estos cuentos, que son melancólicos, ¿tiene algo que ver con su gusto particular por los boleros, las rancheras y los tangos?

La melancolía de estas historias se la debo al bolero y al tango. El título mismo del libro. Admiro muchísimo a José Alfredo Jiménez. Es uno de mis clásicos, ¿sabes? ¿En qué libros encuentras líneas como éstas: “Tómate esta botella conmigo / Y en el último trago nos vamos / Quiero ver a qué sabe tu olvido / Sin poner en mis ojos tus manos / Esta noche no voy a rogarte / Esta noche te vas de a de veras / Qué difícil tener que dejarte / Sin que sienta que ya no me quieras”. ¡Es una maravilla! Tengo muchos tangos en mi repertorio, pero esta canción es tremenda y, aunque no es un tango propiamente, tiene todo para serlo.

 

 

Por Santiago Díaz Benavides

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