El Magazín Cultural

El "Pensamiento Claro Colombiano", recuerdo de una noche con Sylvia Duzán

Este texto recoge apartes de las memorias del exministro Antonio Hernández Gamarra que, con el título de "Relatos de los Oficios y los días", serán publicadas por la Universidad Nacional.

Antonio Hernández Gamarra *
28 de febrero de 2020 - 05:56 a. m.
Sylvia Duzán, periodista asesinada hace 30 años. / Archivo
Sylvia Duzán, periodista asesinada hace 30 años. / Archivo

Por ello a su llegada al Ministerio convocó a los gerentes, presidentes y demás directivos de las empresas del sector eléctrico a una reunión en la cual debían exponer las dificultades que afrontaban y la manera cómo ellos concebían las soluciones.

Al inicio de ese Foro[1] quedó claro que, junto a algunas exposiciones sesudas y meditadas, la jerga era moneda corriente en el habla de varios de los expositores que, en verdad, no sabían de qué estaban hablando.

Opinión que compartimos en el almuerzo subsiguiente a la inauguración del evento, al cual yo asistía en mi condición de presidente de la FEN. Dueño de un gran sentido del humor y conocedor del principio que señala que La letra con risa entra, el ministro Duque me dijo que se proponía recoger las frases altisonantes y sin sentido que se pronunciaran en las siguientes intervenciones para dejar establecida la vaguedad de ellas. Para ese fin me pidió que le ayudara anotando las que en mi opinión tuvieran las características así señaladas.

Al día siguiente, un par de horas antes de la clausura, compartimos y juntamos nuestros hallazgos e hicimos un listado con las expresiones más enrevesadas, al cual bautizamos como “lista léxica de la energía dinámica transferible no optimizable”.

Para mi primera sorpresa el ministro Duque me pidió que las leyera un momento antes de sus palabras de clausura, encargo que gustosamente acepté pues él me dijo que al inicio de su exposición daría las explicaciones necesarias para que aquello no apareciera como una ofensiva burla.

Para mi segunda sorpresa al iniciar su intervención de clausura el ministro no hizo aclaración alguna. Ello les produjo desconcierto a los asistentes y en especial al señor obispo de la Diócesis de Tunja, muy distinguido invitado al acto de clausura, quien no había estado en el evento y quien como los demás asistentes tampoco había entendido nada de lo que yo había leído.

Cuando al final de su intervención el ministro explicó el alcance del ejercicio pedagógico, la carcajada fue general y empezó el juego para determinar cuál era la mejor de las contribuciones y quién había sido su autor.

A mí me pareció divertido el entretenimiento y empecé a circular entre mis amigos más cercanos la lista léxica. En respuesta llegaron abundantes, novedosas e inéditas contribuciones en otros campos de la vida nacional. Transcurridos un par de meses nos reunimos quienes habíamos contribuido a ampliar la lista y terminamos bautizándola Pensamiento Claro Colombiano.

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En una nota que escribí en 1997, cuando me desempeñaba como miembro de la Junta Directiva  del Banco de la República, anoté que las autoridades académicas  no se habían puesto de acuerdo sobre cuáles eran los rasgos básicos del Pensamiento Claro Colombiano, aun cuando en un seminario convocado especialmente para este efecto diversos tratadistas estuvieron de acuerdo en que entre sus características generales se encontraban la grandilocuencia, la pretensión de extrema seriedad, la vaguedad conceptual, el descuido en la sintaxis, el tono doctoral, el estereotipo y muchas veces  el propósito deliberado de engañar incautos así no se incurriese en pecados gramaticales.

Así pues, desde ese entonces a mí me entretuvo descubrir esas inconsecuencias o absurdos en el habla o la escritura de nuestros conciudadanos, y aun en las propias cuando fue el caso. Es una manera de tomar la vida en forma risueña para tener capacidad de relativizar, de reconocer las propias carencias y limitaciones y por lo mismo de no creer en dogmas, en verdades absolutas.[2]

El Pensamiento Claro Colombiano se fue recopilando en los talonarios de las chequeras ya que entonces ese era el medio más a mano para anotar, entre tertulias y carcajadas, las nuevas contribuciones que compartíamos entre los cultores del divertimento y su contenido se ampliaba especialmente cuando los cultores del entretenimiento decidíamos celebrar las tertulias que llamábamos Sesiones de Pensamiento Claro Colombiano. Una de ellas, que paradójicamente guardo con mucha tristeza en mi memoria, fue la que celebramos la noche del sábado 24 de febrero de 1990 cuando, con ocasión de un seminario sobre el sector agropecuario que se llevó a cabo en Paipa, luego de dos días de doctas exposiciones sobre el tema, algunos de los asistentes nos pusimos de acuerdo en celebrar una de esas tertulias al calor de unas copas de vino.

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Esa noche brilló con especial fulgor el ingenio mamagallísta, entre otros, de Chucho Bejarano, Homero Cuevas y Luis Bernardo Flórez. Asistente circunstancial a la sesión fue Sylvia Duzán, quien estuvo en el evento en compañía de Salomón Kalmanovitz, su esposo, quien fue uno de los expositores en el evento. Ajena a las circunstancias del origen de nuestra creación colectiva, Syilvia se maravilló con la existencia de un colectivo como el nuestro, cuya imagen pública era la de un aburrido y aburridor grupo de académicos; disfrutó, como la que más, el contenido de las expresiones y decires que se expusieron y comentaron esa noche; e iluminó con su risa las cuatro horas que duró el encuentro.

En la mañana del domingo 25 nos despedimos a la hora del desayuno sin sospechar que esa sería la última vez que veríamos con vida a Sylvia, que la tarde del día 26 cayó cruel y vilmente asesinada en la Masacre de Cimitarra en Santander.

Al relatar los orígenes y propósitos de nuestra cofradía, evoco su memoria para significar la importancia de su trabajo en busca de la paz y también para decir que la risa de su última noche de vida me sigue acompañando después de tantos años y me reafirma en la idea de que contribuye a crear ciudadanía usar el humor para poner de presente las inconsecuencias, los errores de simple lógica, los argumentos mendicantes o la demagogia que acompañan ciertos discursos.

Por Antonio Hernández Gamarra *

 

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