El Magazín Cultural

La pregunta por la muerte: el eco de un timbre en una casa abandonada

A propósito de “Chao, mamá”, un libro ilustrado que comienza una conversación abierta sobre el único hecho ineludible de nuestra existencia: la muerte.

Camila Melo Parra / @UnaTalMeloParra
14 de mayo de 2020 - 02:00 a. m.
Mariana Buesaquillo, autora de “Chao, mamá”, es diseñadora gráfica e Ilustradora de la Universidad Santo Tomás.  / Cortesía Mariana Buesaquillo.
Mariana Buesaquillo, autora de “Chao, mamá”, es diseñadora gráfica e Ilustradora de la Universidad Santo Tomás. / Cortesía Mariana Buesaquillo.

Desde una perspectiva metafórica, la muerte siempre me ha parecido transformación, cambio, renacimiento. A veces tenemos pequeñas muertes que son desazón o fracaso. A veces el pulso e impulso sobre lo que hacemos pareciera tener fecha de caducidad. Sin embargo, extrañamente, el ser humano se repone ante casi todas sus inclemencias, salvo de la muerte.

Me rehúso a pensar que aceptar la muerte de aquellos a quienes amamos, simplemente, es ley de vida. Que un día, de repente, un corazón que latía pierde su ritmo. Que todos los abrazos, palabras, complicidades y enseñanzas se esfumarán como quien sopla un diente de león en medio de una borrasca y que, al final, solo quedará el recuerdo.

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Es irónico, pero no me cuesta pensar en mi muerte; quizá puede ser egoísta por no ponerme en los zapatos del par de personas que padecerían mi ausencia, pero, como Tánatos, a veces dimensiono el fin de los días como un encuentro dulce y liberador. Incluso hago listas detalladas ideando mi ritual de muertos, al mejor estilo de los mexicanos, me encantaría que me llevaran vino, empanadas, tequila, cartas y discos; y que, también, me recitaran un par de poemas.

No obstante, me es imposible imaginar la vida sin mis padres, por ejemplo. No me gusta pensar en cómo será mi vida sin ellos, si realmente mi amor es recíproco en vida. No vería de qué manera sopesar la falta de palabras, sus cuestionamientos, cantaletas y sus singulares y únicas formas de ser la raíz de todo.

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Chao, mamá, un libro de Mariana Buesaquillo, editado por Ediciones USTA, hace parte de la Colección Casa Azul, producto del talento y trabajo de los estudiantes de Diseño gráfico de la Universidad Santo Tomás, así como de las comunidades asociadas a los Centros de Proyección Social con las que ellos han desarrollado trabajo de campo. Este libro, que es una apuesta entre la academia, la sociedad y el arte, hace que la pregunta por la muerte suene como el eco de un timbre en una casa abandonada.

“Mi mamá siempre me dijo ‘haga su vida que yo estaré en primera fila para verla feliz’, siempre fuerte y grande, hoy la veo más pequeña, pero acompañándome hasta las lágrimas. Ella es ahora mi mundo, en el que he crecido y he aprendido a vivir, su figura es mi empuje y perpetuamente la tengo en mi corazón”, dice la primera página de un libro con tapa dura, de colores blanco y verde; que a través de treinta páginas, bellamente ilustradas con la técnica de acrílicos, acuarela y lápices de color, nos narra la existencia y sus etapas.

Buesaquillo es diseñadora gráfica de la Universidad Santo Tomás y trabaja para una agencia de publicad llamada Mass. En esta conversación habló acerca de su ópera prima y su fascinación por los relatos poéticos y entrañables. Por el afecto, la familia y la muerte.

¿Por qué cree importante tratar el tema del duelo y la muerte en los primeros lectores?

A veces se nos olvida que los niños pueden entender todos los sucesos que ocurren. Cuando somos pequeños y nos enfrentamos a la muerte, logramos salir adelante más fácilmente. Es algo que con el tiempo parece que olvidamos.

¿Cómo fue el proceso creativo y de consolidación del libro y el trabajo editorial?

Soy la autora e ilustradora del libro. El inicio de este proyecto fue una búsqueda inocente para presentar una tarea, pero me encontré con el barrio Juan XXIII, en Bogotá, que me regaló una extensión de mi vida. Allí tuve una afinidad, que ya sentía tiempo atrás, por las entrevistas y encontré historias de madres cabeza de hogar que se hacen un roble para sacar adelante a sus hijos, un espejo total con mi universo, que no dejé escapar.

En cuanto a la ilustración, la tuve un poco fácil, porque a mi personaje principal siempre la veía posar en mi casa: mi mamá. Siempre la he visto como una mujer fuerte, grande, gordita y de largos cabellos. Esa mujer que llena con su amor todo cuanto la rodea, por eso los espacios y fondos blancos en el libro: siento que ella es infinita, bella en todas sus formas; en su desnudez, en su esencia y en todo lo que representa. Así la ilustré.

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¿Cómo es esa percepción de la muerte en su familia?

Cuando el tema se presenta, todo es una declaración. En mi familia se ha hablado de cómo quiere cada uno su entierro o la forma en la que podrían partir.

Además, siempre he estado rodeada de abuelitos; entonces he visto la muerte como un evento, algo que ha de pasar, algo natural. Me gusta pensar eso: que la muerte es solo un nuevo estado. Que las personas que amo, pero ya no están, permanecerán ahí, a mi lado, ayudándome más cerquita a encontrar el camino; que serán mi brújula y mi manual de instrucciones.

Cuéntenos acerca de sus referentes creativos: qué le gusta leer, escuchar o qué artistas visuales son de su interés.

Durante el proceso en el que nació el libro, que fue en medio de mi carrera universitaria, los profesores Paula Bossio y Lewis fueron mi referente más fuerte. Los admiro profundamente, han sido un vivo ejemplo de todas las posibilidades a la hora de expresarse con las imágenes, y al hacer su trabajo tan bien, lograron inspirarme con solo mirar lo que hacían. Admiro a Kudubitta, Dalieth Méndez, Anggie Baquero, Sebas, Cami y Sylvi, quienes compartieron el proceso conmigo y también tienen sus libros publicados en la Colección Casa Azul de Ediciones USTA. Todos hemos logrado hacer lo que nos gusta, me siento muy feliz por ello y por hacer parte de sus vidas. Y, en términos generales, me gusta seguir ilustraciones divertidas, realistas y que cuenten historias.

Por Camila Melo Parra / @UnaTalMeloParra

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