El Magazín Cultural

Los colores de la piel y la contradicción

Esta es la historia de una joven que viajó de Cali a Bogotá a una obra en la que solo actuaban afros: “Uva pasa bajo el sol”. La pieza adaptada en Colombia por Juan Sebastián Aragón, se suma al grupo de convencidos de que los problemas de la humanidad, sin importar su raza u origen, son universales.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
21 de febrero de 2020 - 02:00 a. m.
Imagen de “Uva pasa bajo el sol”, dirigida por Juan Sebastián Aragón. / Cortesía
Imagen de “Uva pasa bajo el sol”, dirigida por Juan Sebastián Aragón. / Cortesía

Desde Cali, Karen Escobar viajó a Bogotá con una maleta, una bolsa y $60.000. En la bolsa empacó unos botines -al teatro Colón no “iba a entrar como cualquiera”-. Ahorró e hizo una rifa para ver la obra en la que todos los actores eran afros. Además, una de las protagonistas era Indhira Serrano, su “tía”, la mujer que le demostró que ser negra no era un límite ni un defecto y que para ser actriz se necesitaban características más importantes que la plata o la “blancura”.

Muy orgullosa de su “mochileada” desde Cali hasta Bogotá, Escobar llegó al Colón con un vestido azul rey, unos aretes largos, el cabello recogido y unos botines beige. Se sentía linda y lista para hacer la mejor inversión de su vida, pero cuando iba a comprar la boleta, se encontró con que Serrano ya le había reservado una silla: puesto 10 de la fila 12, justo en la mitad.

Karen Escobar e Indhira Serrano en el Teatro Colón después de la función de "Uva pasa bajo el sol"/ Cortesía Karen Escobar. 

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Cuando las luces se apagaron para que se iniciara la función, cerró los ojos y se permitió saborear la valentía de su viaje, la atención de su actriz favorita y el privilegio de saber que el teatro, una vez más, la atravesaría con fuerza. “Veo una obra de teatro en la que la mayoría, por no decir todos los actores, son negros. Con los dedos de mis manos puedo contar cuántos afros, morenos, mulatos y zambos hay aquí. Mi pregunta es: ¿qué hacer para que esta población que tiende a autodiscriminarse constantemente acuda a estos espacios de aprendizaje constante, sobre todo cuando hay un tema tan profundo que nos interesa a todos?”, escribió Escobar, que después de terminar la función fue escoltada por Serrano hasta la terminal de transporte para su retorno a Cali.

Uva pasa bajo el sol es una obra afro de Lorraine Hansberry. La versión colombiana fue dirigida por Juan Sebastián Aragón, que lo hizo con la condición de que se hiciera con las herramientas, ensayos, actores y materiales necesarios para adaptar una obra de altísima calidad. Antes de que se decidiera que sería el director, Indhira Serrano habló con él sobre la importancia de generar proyectos independientes. Los dos eran conscientes de que no se podía depender de las audiciones o la oferta del trabajo. Así se pasaran o no se pasaran los castings, las cuentas, los servicios, las deudas y la vida seguían pasando. Ella le contó que tenía un grupo de actores colombianos negros con los que había tenido una experiencia con Esta negrura mía, una obra financiada por el Ministerio de Cultura en el año 2009, y que estaban buscando a un dramaturgo que escribiera otra obra de teatro para repetir el ejercicio.

“Escribir una obra es como pintar un cuadro, hacer un poema o componer una canción. Es una obra de arte, y no todo el mundo lo puede hacer bien”, le dijo Aragón a Serrano. También le sugirió echarles un ojo a obras de teatro existentes que hubiesen sido escritas para elencos afros. Él, que tenía algunas en su biblioteca personal, le prestó dos. Serrano se enamoró de Uva pasa bajo el sol y le confesó que nunca había oído de ella. Aragón le dijo que muchas personas no tenían idea de la obra, y que en Estados Unidos era uno de los símbolos más importantes del teatro. Que estaba tan ubicada como Un tranvía llamado deseo o La muerte de un agente viajero, y que por eso la envidia que les tenía a los norteamericanos era infinita. “Hagamos el ejercicio y preguntémosles a 10 colombianos por una obra de teatro hecha en su país. Estoy seguro de que la mayoría no lograrían decir ni una. En Estados Unidos ocho de cada 10 te dicen por lo menos tres”.

Juan Sebastián Aragón, director de "Uva pasa bajo el sol".

Aragón lamenta que en Colombia sea una rareza encontrar obras de teatro en las bibliotecas. Recuerda que alguna vez fue a una librería, preguntó por teatro contemporáneo y le pasaron un texto de García Lorca. Fue por eso que al regresar de Nueva York trajo consigo dos o tres. La de Hansberry fue la elegida: una pieza capaz de conmover a cualquier ser humano, sin importar su origen o estrato social. Esta obra no tiene como eje central el racismo, la segregación o la esclavitud. Esta obra es sobre la condición humana. Sobre lo torpes que podemos ser para comunicarnos y lo hábiles que somos para soñar. Es una obra para humanos, una obviedad que, increíblemente, hay que recalcar al hablar de un elenco afro.

“¿Qué pasa con un sueño aplazado?

¿Se marchita una uva pasa al sol?

¿O se encona como una llaga,

Y luego supura?

¿Apesta como la carne podrida?

¿O se le forma una corteza de azúcar encima,

Como a los jarabes dulces?

Tal vez solo se hunda

Como una carga pesada.

¿O acaso explota?”

A Dream Deferred por Langston Hughes.

El guion de Uva pasa bajo el sol se inicia en la sala de los Younguer, “un lugar que se vería confortable y bien ordenado si no fuera por el número de indestructibles contradicciones en su condición”, y continúa un texto sobre la esperanza con la que las personas compran muebles y el desgaste que se impone cuando el tedio comienza a sentarse en ellos. Después del éxtasis vienen las ruinas de las emociones. Queda el agotamiento.

Esta obra es sobre la lucha contra lo insoportable de la espera por los sueños que se ven lejanos. A veces insoportablemente lejanos. Se ven distantes, imposibles, ridículos. Esta obra es sobre una familia que después de mucha espera palpa la dicha de saber que por fin, que ahora sí, les llegó el mejor momento de sus vidas, pero que para vivir entre los anhelos se tendrán que sentar a pensar. Que en la vida siempre, por mucho que se tenga o se alcance, la humanidad tiene que primar. La humanidad de mirar como un igual al otro. La que impone la empatía.

“Esta es una oportunidad de oro. Es una obra maravillosa que nos haría un poquito más humanos. Este país es sumamente racista, clasista y claro, nadie es capaz de admitirlo. La frase ‘Es que yo tengo muchos amigos negros’ es con la que se comienza a disfrazar este comportamiento, que es aprendido y que, por lo tanto, se puede desaprender. Necesitamos espacios en los que podamos cohabitar entre distintas clases sociales y distintos orígenes étnicos que nos permitan entender que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”, concluye Aragón, que ahora busca recursos para llevar Uva pasa bajo el sol a territorios como Tumaco, San Andrés y Andagoya.

El equipo de USAID (United States Agency for International Development) financió las funciones que se realizaron en Cali y Quibdó. En el Teatro Colón se estrenó gracias al Ministerio de Cultura (co-productor de la obra), la Embajada de Estados Unidos, la Fundación Ford, Chevron, Davivienda y el Ministerio del Interior.  Esta obra fue posible gracias a los patrocinadores mencionados pero, sobre todo, gracias a los recursos del equipo que produjo e interpretó la obra. Ahora buscan que atraviese el país para que, al igual que Karen Escobar, más afros se motiven y salgan de la pausa. Para que como ella, que adoptó a Indhira Serrano como su tía, entiendan que su cabello y su piel no son límites. Para que además se convenzan de que sus problemas no son diferentes ni menos importantes: las contradicciones de la condición humana son universales.

 

 

 

Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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