El Magazín Cultural

Tratado sobre la oscuridad inspirado en Charles Dickens, en el Teatro Mayor

Al coreógrafo británico Tony Adigun le interesa salirse del molde y mostrarnos el otro lado de las cosas. Eso hace con su versión del clásico de la literatura inglesa y parte del personaje más inesperado para ello: Fagin, el maestro ladrón.

Teatropedia * / Especial para El Espectador
24 de marzo de 2019 - 02:00 a. m.
No se pierda esta obra que mezcla danza contemporánea con hip hop el 29, 30 y 31 de marzo en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. Habrá transmisión en directo por Teatro Digital el sábado 30
 a las 8 p. m. / Cortesía
No se pierda esta obra que mezcla danza contemporánea con hip hop el 29, 30 y 31 de marzo en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. Habrá transmisión en directo por Teatro Digital el sábado 30 a las 8 p. m. / Cortesía

Algo pasa cuando la luz del día empieza a apagarse para darle entrada a la noche. Los códigos cambian; la ciudad adquiere nuevas reglas, que no son las que parecen regir cuando el sol se impone. Justamente sobre ese espacio ambiguo y retador, con normas a la medida, será el que explorará Tony Adigun en Fagin’s Twist (algo así como “El giro de Fagin”), su versión coreográfica del clásico inglés de Charles Dickens.

Es necesario situarse: época victoriana, en el siglo XIX inglés. Oliver Twist fue publicado en 1837 y era la metáfora perfecta, encarnada en un huérfano al que se introduce en un mundo hostil, para presentar ese cambio socioeconómico que estaba viviendo Inglaterra con la Revolución Industrial. Nuevos grupos sociales aparecían para sostener el sueño de la modernización, hordas de hombres que empezaron a llamarse obreros y colmaron las fábricas con su sudor. Con ellos también cambiaron las ciudades y muchas se urbanizaron alrededor suyo. No era necesario mucho más para que las tensiones sociales surgieran y se mantuvieran hasta fin de siglo. De allí surgirían las pandillas (y luego los hooligans), chicos que luego del trabajo agotador y que, frente al hacinamiento que padecían en lo que les dieron como hogares para vivir, eligieron la calle para desfogar sus frustraciones. Y la noche.

Justo allí, en ese incierto lugar de la justificación, o del entendimiento, se para Tony Adigun (1981). “En principio, todos tienen una connotación negativa del personaje de Fagin, pero yo quise mirar un poco más allá y considerar ciertos aspectos fundamentales, como que les da un hogar a estos niños, les da una familia, crea una comunidad y sobre todo los educa para sobrevivir”, nos explica vía telefónica desde Londres. En efecto, allí es donde se da el twist (giro) en la historia. Nos hace dudar acerca de la “maldad” de un personaje que les enseña a robar billeteras a los muchachos, un delito que pone en perspectiva en un tiempo en donde, indudablemente, había muchos mayores crímenes que ese (acordémonos de Jack el destripador…).

“En mi historia, Fagin se ve a sí mismo reflejado en el personaje de Oliver. Hay un paralelo entre la infancia de Fagin y la de Oliver, y es por eso que hay un gran entendimiento mutuo, como un espejo de su crecimiento y desarrollo. Hay un gran elemento de aspiración, una voluntad de salir de ese estado de dificultades en las que están”, cuenta. Pero no hay idealización. Estamos en la calle, en la noche y, como ya dijimos, esta impone sus reglas. Los personajes se tuercen y juegan con ellos mismos. Hay elementos de manipulación y juegos de poder a lo largo de la obra. Y Oliver hace lo propio con quienes lo rodean para conseguir lo que quiere.

“Es como una mentalidad de perro come perro”, cuenta Adigun. Y sin embargo, para él es necesario recalcar que allí, en esos lazos, hay mucho de verdad: “En las calles se construyen relaciones verdaderas. Son muy simples y auténticas”. Por eso la oscuridad. Y para eso. “Mi color favorito es el negro y siento que hay una gran belleza en este color: para poder apreciar la luz, se necesita esa oscuridad”.

Ahora veremos un salto. Uno que no lo es tanto. Pero parece.

Un grupo de cinco jóvenes camina por la calle. Es oscuro. Están vestidos con trajes blancos, botas negras de amarrar, tienen tirantas y sombreros bombín negros. Es un salto abrupto a La naranja mecánica, de Stanley Kubrick, de 1971. La referencia en la obra de danza de Fagin’s Twist es directa. Ya Adigun nos contará que es su película favorita de todos los tiempos y que quiso hacer un guiño, rendirle un homenaje en su propio trabajo, “tiene muchas similitudes con Fagin y la pandilla. Cuando los ves a todos, para mí tiene ese elemento de camaradería y supervivencia”.

Pero hay más. En su libro Misterios de la sala oscura, la crítica de cine mexicana Fernanda Solórzano le dedica un ensayo a la película de Kubrick. Allí nos lleva a un viaje al pasado en donde queda claro que la pandilla liderada por Alex DeLarge es apenas el resultado lógico de un siglo de pandillerismo inglés. Habla de los scuttlers, estas primeras generaciones de pandilleros de Manchester, la ciudad industrial por excelencia, que entre 1870 y 1871 crearon códigos de vestuario y de lenguaje que los distinguirían unos a otros y guiarían sus actos de violencia. Paradójicamente, ese drama que se les salió de las manos a las autoridades fue enfrentado unos años después con la creación de uno de los emblemas que le sumaría otra cara a esta ciudad: el equipo de fútbol Manchester United.

Volviendo a la obra que veremos en Bogotá, seguimos explorando por qué le atrae tanto la oscuridad a nuestro director. Para ello nos habla de una de sus obras anteriores, a la cual, justamente, tituló Dark Matter (“Asunto oscuro”). “Trataba de personas asustadas por la oscuridad, porque no puedes ver y eso produce miedo. Pero hay una cosa y es cómo puedes abrazar esta situación y cómo puede tornarse hermosa en ese movimiento. Porque normalmente cuando pensamos en la oscuridad son solo connotaciones negativas”. Es su forma de la belleza, una que vemos en su baile.

Para él es importante, quizá fundamental, encontrarle otra connotación. Tal vez porque él mismo la encontró. La calle le enseñó a ver las cosas desde otra perspectiva, al enseñarle a bailar. Hijo de inmigrantes nigerianos, lo retó todo. Porque mientras sus papás esperaban que fuera médico, abogado o experto en ciencias de la computación, “lo que normalmente un papá de esa primera generación de inmigrantes quiere para su hijo”, él decidió que quería volverse artista. Y fue escalando, paso a paso, su carrera hasta convertirse en el exitoso coreógrafo y empresario que hoy es. Bailó con las estrellas de la industria como Whitney Houston, Ashanti y Janet Jackson para finalmente decidirse a fundar su propia compañía de danza contemporánea, basada en el hip hop, Avant Garde Dance Company, hace 18 años. Y ha corrido los propios límites del ritmo urbano.

Ver donde no se puede ver. Ver más que lo que dicta la apariencia. Descubrir lo que la oscuridad nos puede dar. Y enseñar. Basta pensar en cómo, cuando finalmente logramos vencer el miedo y quedarnos un rato a oscuras, empezamos a ver un mundo de grises. Así se abre la mente al dejar de ser en blanco y negro. Y todo se vuelve más real. Esa es, a fin de cuentas, la excusa para hablar hoy de Oliver Twist y cerrar con el propio Adigun, de nuevo: “Para poder apreciar la luz, se necesita esa oscuridad”.

* Teatropedia es un proyecto educativo del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo en pro de la formación de públicos en temas culturales. Más información en www.teatromayor.org.

Por Teatropedia * / Especial para El Espectador

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