El Magazín Cultural

Tu cruz en el cielo desierto, la nueva obra literaria de Carolina Sanín

Es un ensayo sobre el amor a distancia, el amor encontrado, el amor hecho palabra, el amor hecho idea platónica y sufrimiento. El único amor que parece posible en estos días.

Juliana Vargas @jvargasleal
15 de abril de 2020 - 02:52 a. m.
“Tu cruz en el cielo desierto”, la nueva obra literaria de Carolina Sanín. / Cristian Garavito
“Tu cruz en el cielo desierto”, la nueva obra literaria de Carolina Sanín. / Cristian Garavito

Día 21 de la cuarentena: Ya todos en el planeta deben tener alguna rutina. Ya todos debieron haberse inventado alguna forma de vencer el tedio, de violar la cuarentena en su imaginación y de creerse las historias que hacen realidad en su cabeza. Yo sigo aquí, contando los días y marcándolos en la ventana, como si no estuviera en mi propia casa, sino en algún otro lugar oscuro, lejos de mi habitación, de mi intimidad, de las cosas que me pertenecen y construyen mi identidad.

Y es que sí quiero estar lejos de aquí, lejos de la incertidumbre, de las cifras, de los muertos y hasta de los muertos vivientes. Quiero algo de normalidad, así me refugio en la virtualidad, que es lo más normal que hay en estos días. Es descorazonador y al mismo tiempo esperanzador. Hace poco leí que cuanto hacemos en las redes sociales tiene un aspecto de ritual religioso: es un llamado al otro mundo. Allí nos decimos que después de esta vida hay otra, y que ya tenemos acceso a ella, pues conversamos con quien habita, inmaterial, el otro lado.

Pienso en esa otra vida, en esa vida que todos deben estar soñando una vez podamos salir de nuestras cárceles. Supongo que habrá abrazos y besos. Quiero que hayan abrazos y besos. Lo que quiero es que haya amor.

Lo invitamos a leer: Una posible reinvención del oficio del promotor de lectura

Entonces que haya amor. Que haya amor entre los resquicios de las paredes y sobre los ceniceros. Que el amor brote de la tierra y se asome por debajo de las pestañas. Que despierte a los durmientes que aún haya en las noches, y que acompañe los insomnios que se acumulan con cada día que pasa. Que haya amor, pero solo el amor que haga sufrir, que nos obligue a descubrir a la otra persona todos los días, que nos haga descubrirnos y metamorfosearnos con cada golpe, con cada desilusión, con cada nueva ilusión. Que haya amor, el amor que nos mate y nos reviva.

Que viva el amor, el amor que describe Carolina Sanín en “Tu cruz en el cielo desierto”. Ese amor que es platónico, ese que buscamos y no encontramos, ese que solo es posible a distancia; ese que, en consecuencia, es el más fácil de idealizar y de romantizar como solo se puede romantizar el pasado y todos esos amores que no alcanzamos. Que vivan las pantallas de los celulares y los computadores en medio de una pandemia, que vivan las videollamadas y el amor a punta de textos. Si en el origen únicamente existía la palabra, entonces reinventemos el amor mediante palabras creadoras. Prendamos el celular, escribámosle a nuestra traga platónica, que es la más importante, la más idealizada, la más romantizada. Hablémosle de meter nuestra lengua por su boca hasta su garganta; de lamer al objeto de nuestro amor como si fuera un ente sin forma definida; hablémosle de besarlo y tocarlo por todas partes, de no poder respirar entre tanta piel junta. Describámosle cada paso de la masturbación que tendrá lugar en esas dos habitaciones que están a kilómetros de distancia, de cómo nos lo vamos a tragar entero y de cómo, después de tragarnos el amor, lo montaremos, lo cabalgaremos y al final diremos su nombre, y su nombre significará amor.

Apaguemos los celulares, acostémonos sobre la cama, pensemos en nuestro amor platónico, ese que no podemos tocar por estar encerrados. Amémoslo más, idealicémoslo más, romanticémoslo más. Hagamos de la idea perfecta del amor su cuerpo y su recuerdo entero. Que una pandemia traiga consigo un ejército de Beatrices y nosotros seamos su Dante. Que, como Dante, también besemos a Beatriz sin besarla, la toquemos sin tocarla, la amemos sin verla. Que seamos capaces de crear infiernos y paraísos gracias a todo el amor que llevamos dentro y luego lo reventemos en posts de Facebook y tuits. Que todos, desde sus respectivos encierros, se enteren de que el mundo entero está enamorado, de que el amor también se contagia y de que, cada noche, entre insomnios, intentamos ser Julietas que se entregan al sueño más profundo para encontrarse con su amor al despertar, cuando sea que ese despertar llegue.

Por Juliana Vargas @jvargasleal

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar