El Magazín Cultural

Un monólogo cómico para divertirse a fondo

Enrique Carriazo presenta “La Gloria de Lucho” en el Teatro Astor Plaza bajo la dirección del consolidado director Johan Velandia.

Moisés Ballesteros
15 de junio de 2019 - 02:00 a. m.
“La Gloria de Lucho” es un divertido monólogo que tiene como punto de partida el personaje de Enrique Carriazo. / Andrés González
“La Gloria de Lucho” es un divertido monólogo que tiene como punto de partida el personaje de Enrique Carriazo. / Andrés González

El negocio del teatro es traficar con la emoción; un espectáculo, después de todo, no es otra cosa que una transacción entre los que asistimos a la sala y aquellos que se paran frente a nosotros a soñar en voz alta, sueños que no siempre les pertenecen. Johan Velandia, uno de los directores cuyo trabajo se ha convertido en un referente necesario para las nuevas generaciones, lo tiene muy claro; por ello, no importa si su teatro va a las pequeñas salas independientes o a los grandes teatros, él siempre encuentra la manera de conectarnos.

La semana pasada, en el teatro Astor Plaza, me acerqué para asistir al estreno de la obra La Gloria de Lucho, protagonizada por el magnífico Enrique Carriazo. Me siento y Velandia, el director, aún no ha aparecido para estar pendiente de todo (es frecuente verlo entre la silletería esperando la hora cero). Mientras tanto, aprovecho para ver el espacio desprovisto de actores, pues siempre he sentido que es una experiencia maravillosa imaginarse lo que puede pasar con lo que está allí. En esta ocasión se trata del despacho de Luis, personaje que recrea al famoso lustrador de botas que se convirtió en concejal. Una disposición muy sencilla en la cual una fila de zapatos que ocupa el proscenio llama mi atención, entonces recuerdo que Velandia nunca se olvida de la teatralidad, que su juego con el espectador es siempre una firma importante de su trabajo. No olvidar el poder de la convención le ha otorgado a sus obras una mirada muy especial.

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La Gloria de Lucho, cuyo punto de partida es el personaje de Carriazo en la serie de televisión del mismo nombre, es un divertido monólogo que funciona como una conferencia (primer punto a favor; localizar con claridad al receptor de las palabras). Lucho, el único protagonista de todo lo que pasará cada noche, nos cuenta sobre cómo ha logrado convertirse en un hombre de éxito, lo que, según él, es el camino que debemos seguir para lograrlo. Ocho pasos, que son ocho experiencias de vida del personaje, son la línea que marca la conferencia. Ocho gestos que son anécdotas que retratan con sutileza momentos de su niñez, de su ascenso en la vida política y de su relación con otros personajes que, de un modo u otro, son parte importante de su experiencia vital, todos ellos —los otros que tiene que ver con Lucho— interpretados también con maestría por Carriazo mediante la sencilla pero audaz convención de los zapatos. Él va y viene, solucionando los problemas que estos otros le van planteando y haciéndose preguntas para las que solo él tiene respuesta; nosotros, el público, solo seremos sus cómplices.

Luis, un hombre que ha comenzado desde muy abajo, nos conecta con una línea social que no nos es ajena. La complejidad con la que se aborda la creación del personaje es capaz de generar una empatía particular, a pesar de que estamos frente a un hombre con más defectos que cualidades, un personaje hecho con más de una arista; alcohólico pero luchador, amoroso pero también con cierto dejo de coquetería. El juego de su lenguaje y su extraña visión del mundo son una reflexión sobre la desigualdad de condiciones en la vida del pueblo colombiano.

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Una situación que bien podría hacernos llorar y que, sin embargo, cada noche nos hará reír. De eso se trata esta transacción, de no hacernos olvidar el lugar del que provenimos, pero de permitirnos respirarlo con un toque de humo. El problema de la condición social del personaje no se hace más ligero, pero tratado desde la clave del humor nos evita ahogarnos en este panorama desolador de una Colombia que no sale de una para meterse en otra.

Una vez más, que vivan las alianzas poderosas, la cooperación creativa que hace posibles estas puestas en escena, personajes y espectáculos.

Por Moisés Ballesteros

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