La euforia de la tristeza: así celebró Petro la derrota

Con un discurso, que más parecía la apertura de una campaña a la aceptación de la derrota, Gustavo Petro se comprometió con volver al Senado, ser oposición del nuevo gobierno, defender los recursos naturales y el acuerdo de paz.

Natalia Piza Calvache
18 de junio de 2018 - 02:40 p. m.
Foto Cristian Garavito.
Foto Cristian Garavito.

En el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada, el optimismo empezó a decaer sobre las 4:30 de la tarde. Entonces, los analistas empezaron a anunciar que la tendencia de preconteo electoral ya era, a esa altura, irreversible. Gustavo Petro no sería el próximo presidente. Fue una bofetada a una esperanza que, en la recta final de la campaña, estuvo alimentada por la adhesión de ases políticos como Antanas Mockus, Claudia López, Antonio Navarro e Íngrid Betancur, además de intelectuales como Chomsky, Zizek o Coetzee, entre tantos.

Sin embargo, el tono festivo de las orquestas de música colombiana que ambientaban el evento de lectura de resultados se mantuvo a medida que las malas noticias llegaban. Tras cada boletín de la Registraduría anunciado se escuchaba el grito continuo de “Resistencia” entre el público que alzaba las banderas de la campaña y una que otra del M-19.  Por oleadas regresaba la ilusión cuando las pantallas gigantes proyectaban la victoria de Gustavo Petro en Bogotá (donde finalmente obtuvo 1,8 millones de votos), en Atlántico (440.103) o en Cauca (323.443).

Petro, derrotado pero al frente de la oposición

De entonar “Colombia tierra querida", el cantante pasó a "hay que seguir, seguiré cantando con mi gente" y a “que se levante, se levante el pueblo”.  Jorge Rojas, exsecretario de Hacienda de la Bogotá Humana, fue el primero en tomar el micrófono y llamar a tarima a Iván Cepeda, Tatiana Piñeros, Hollman Morris, Germán Navas Talero y el resto de políticos que hicieron parte de esta campaña. El público gritaba “¡Equipazo!” y Rojas renegaba porque había quienes decían que Petro no tenía equipo. Al grupo se sumaron Aída Abella, Clara López, Carlos Caicedo y los senadores verdes Jorge Iván Ospina y Antonio Sanguino. Aunque apoyaron la Colombia Humana en segunda vuelta, brillaron por su ausencia Claudia López, Antonio Navarro Wolff y Antanas Mockus. 

Cuando Ángela María Robledo subió a la tarima, de la mano de sus dos nietas, el ánimo del público se desbordó. En su discurso de agradecimiento comprometió a la bancada presente a defender el proceso de paz, la Constitución del 91 y continuar la movilización en la calle. Y dijo que su mandato es el de las víctimas, feministas, mujeres, negros y de las comunidades indígenas. La frase final “Soy una mujer en resistencia para defender está Colombia humana” fue la antesala del esperado discurso del candidato. La gente lo llamaba a la voz de “Petro amigo, el pueblo está contigo”. 

Entonces llegó Petro a hacer lo que mejor sabe y el ambiente cambió por completo. En vez de la voz del derrotado, Petro asumió un tono victorioso y proyectó sus ocho millones de votos como el afianzamiento de un movimiento político que se la jugará por la consulta anticorrupción, las elecciones regionales de 2019 y, en cuatro años, por concretar lo que no pudo hacer este domingo.

En su discurso, que más parecía la apertura de una campaña a la aceptación de la derrota, Gustavo Petro recordó a uno de sus maestros que le enseñó a “ser una alternativa de poder y no una simple oposición” y por eso regresara al Senado para “dirigir un pueblo que se debe mantener activo y movilizado” y de esa manera fortalecer su candidatura para el 2022. También aceptó el triunfo de Iván Duque como el nuevo presidente de Colombia y advirtió que “somos la oposición de ese gobierno. Colombia no puede continuar hundida dependiente del petróleo y del carbón, eso se acabó y no estamos de acuerdo que se le ponga trabas a la paz”.  Se comprometió a defender los acuerdos de paz, las cortes y la JEP.

Petro no alcanzó el sueño de la izquierda: poner a uno de sus dirigentes en la Casa de Nariño. Pero estará muy cerca de allí. Desde el Capitolio Nacional promete ser la cabeza de una oposición férrea, legitimada como nunca antes, por el mandato de 8 millones de ciudadanos. A la salida del evento, bajo los túneles del hotel Tequendama, la muchedumbre se reunió para gritar: “Vamos Petro, carajo, el pueblo no se rinde, carajo”. Entonces la guardia de los indígenas nasa, que hasta entonces estuvieron a cargo de la seguridad de Petro, rompió sus filas. 

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Por Natalia Piza Calvache

 

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