Publicidad

“En la tumba de mi mamá no había ninguna falda escocesa”

El hijo de Marina Isabel Ferrer se encargó del entierro de su mamá, por eso no entiende los hallazgos recientes de la Fiscalía. Dice que, después de la toma, recibió amenazas de hombres que se identificaban como militares.

Diana Durán
22 de octubre de 2015 - 01:20 p. m.

“¿Cómo así que en la tumba de mi madre encontraron los huesos de otra persona? Me estoy enterando ahora, porque tú me lo estás diciendo. La Fiscalía sí nos contactó hace unos cinco días, hablaron con mi hermana menor, le informaron que ya se había exhumado la tumba de mi mamá –¡sin nuestro consentimiento, sin que ninguno de nosotros estuviera presente!– y le dijeron que iban a hablar con nosotros. Pero no más. Me estás hablando de huesos, pero te digo: ahí no había huesos. De pronto algunas costillas, porque lo que enterramos fue un torso. No huesos de piernas ni de brazos, yo soy médico, yo sé qué había ahí”.

En la tumba de Marina Isabel Ferrer, le dijeron los abogados de los familiares de los desaparecidos del Palacio de Justicia a El Espectador, se hallaron cinco huesos que Medicina Legal identificó como restos de Cristina del Pilar Guarín Cortés. Desde el 6 de noviembre de 1985 hasta el pasado martes 19 de octubre nada se había sabido del destino de Cristina Guarín, hasta que esos cinco huesos aparecieron en la tumba de Marina Isabel Ferrer. Y quien habla con tanta indignación porque no tenía la más mínima idea de tremendo hallazgo es el hijo de Marina Isabel Ferrer, Ricardo*.

El 6 de noviembre de 1985, día en que el M-19 se tomó el Palacio de Justicia, Ricardo estaba en la sede de la Fundación Universitaria Juan N. Corpas en Suba, al noroccidente de Bogotá. “Menos mal estoy lejos”, pensó al enterarse de lo que estaba ocurriendo en el Palacio. Para ese momento ignoraba que su mamá, después de haber ido al Congreso a visitar a un amigo de la familia, al senador David Turbay, había pasado al Palacio de Justicia a buscar a una amiga y vecina suya, a quien no encontró. Entonces, en el cuarto piso, Marina Isabel Ferrer se fue a visitar a un viejo amigo: el magistrado Carlos Medellín, exrector del colegio donde se había graduado su hijo.

“Él me regañaba mucho porque yo era buen alumno pero muy indisciplinado, hacía muchas maldades. Una vez, por ejemplo, el profesor de español, que no era muy agradable conmigo, me puso 1.0 por mal comportamiento y le metimos azúcar en el motor. El doctor Medellín me decía: ‘¡Ya me tienes jarto!’, pero yo era muy buen estudiante. Mi mamá tuvo que ir varias veces como mi acudiente a hablar con él, así se hicieron amigos.

De su paso por el Palacio le alcanzó a contar Marina Isabel Ferrer a su hija mayor, quien de casualidad estaba en su casa –para esa época María Isabel Ferrer vivía sólo con Ricardo– y recibió su primera, única y última llamada desde el Palacio. Y así se enteró Ricardo al volver de la universidad. “Me quedé sentado, al lado de la radio, escuchando noticias. Justo pusieron un partido Millonarios-Unión Magdalena, cuando nunca ponían fútbol entre semana. Me quedé dormido y me desperté como a las 2 de la mañana sintiendo un frío, como si algo hubiera pasado. Ahí oí que el Palacio estaba en llamas y pensé: “Se murió mi mamá. Ya no hay nada que hacer”.

“Mi hermana menor y yo nos fuimos de inmediato para el Palacio, era horrible. Olía a carne quemada, se veía el humo. Era como una guerra. Mi hermana estaba por el otro lado y vio gente salir hacia la Casa del Florero. Ella también estuvo en el Cantón Norte y vio que llevaban gente para allá. Mi papá y yo, mientras tanto, nos la pasábamos en la Sijín, el Palacio y Medicina Legal. Así estuvimos cuatro días. Mi mamá fue la última persona que se reconoció el domingo (10 de noviembre de 1985) hacia las 3 de la tarde”. Ricardo, estudiante de medicina en ese entonces, con 21 años, permaneció en Medicina Legal tres días, escarbando en cada bolsa negra que llegaba con restos del cuarto piso del Palacio, donde estaban las oficinas de los magistrados.

Ha pasado tanto tiempo –casi 30 años–, que Ricardo ya se siente capaz de contar lo que vio en los tres días que prácticamente vivió en Medicina Legal: “Al Palacio nunca pude entrar, no me dejaron. Cuando entré a Medicina Legal, la noche del 8 de noviembre, vi los cadáveres de unos 15 o 16 guerrilleros, de edades entre 18 y 25 años máximo, con tiros de gracia. Al señor Andrés Almarales lo revisé, estaba en una especie de cubeta: no tenía ni un solo tiro. En plena tragedia pensé: ‘Este hijueputa fue el que mató a mi mamá’. Tenía un hematoma en un ojo producto de un golpe, tenía una fractura en una rodilla producto de un golpe, pero no tenía tiros”.

“Bolsa por bolsa las abrí. Lo que había eran restos humanos calcinados. Óyeme bien: calcinados. Vi el tronco de cuerpo de una mujer, tenía los senos libres y un brazo sin mano. Mi papá dijo que no era mi mamá porque ella no tenía un lunar en el seno. Luego, en otra bolsa, encontré un tronco calcinado y cenizas. Metí la mano y encontré un zapato abierto, de tacón, con dedos pegados. Los zapatos eran regalo de una prima mía, así que tapé los deditos y le pedí que confirmara si era el zapato que ella le había dado. Cuando dijo que sí, pedí en Medicina Legal que me sellaran el cajón porque no quería que nadie viera así a mi mamá y eso fue lo que recibimos en la Funeraria Gaviria”.

En la tumba de Marina Isabel Ferrer, confirmó la Fiscalía, aparecieron los restos de Cristina del Pilar Guarín y huesos que corresponden a un pie. Esos huesos están en proceso de identificación.

“La cédula del presidente de la Corte Suprema, el doctor Alfonso Reyes, la encontré también en el piso de Medicina Legal. Ninguno de los cuerpos del cuarto piso salió completo, pero los guerrilleros sí estaban completos y no tenían siquiera una quemadura, eso llama la atención. Yo salí a hablar con medios e informé eso. Luego me llamaron a mi casa, alguien que se identificó como militar, a decirme que me callara por mi conveniencia. Y me callé. Hasta hoy que vuelvo a hablar de esto”.

En la tumba de Marina Isabel Ferrer, notificaron las autoridades, se encontraron pedazos de la falda escocesa que Cristina Guarín vestía el día de la toma del Palacio. “En esa tumba no había ninguna falda, eso te lo puedo asegurar. Quiero ser claro en eso: eso no estaba ahí. En Medicina Legal todo fue desorden, tanto así que siempre tuve claro que en esas entregas se habían podido revolver restos. Pero jamás pensé que esa no fuera mi mamá. El día que me gradué de médico me paré frente a esa tumba a mostrarle mi diploma. Mami, mira, me gradué de médico, lo que tú querías”.

“Revolcar las cosas de esta manera, así, como si nada… ¿y el dolor que uno siente? Yo soy muy calmado, soy un médico traumatólogo que vive entre la vida y la muerte, y me aguanto. Pero necesito saber la verdad. ¿Por qué ahora aparecen una falda y unos huesos cuando yo nunca los vi y yo fui el que hizo todas las vueltas para el entierro de mi mamá? Todo esto es una sorpresa para mí. No tengo el tiempo para estar viendo noticias, y que me entere así de que exhumaron el cadáver y que no es mi mamá… No entiendo. Ahora una desaparecida aparece y una aparecida desaparece. ¿Cómo se puede uno sentir?”

* Nombre modificado por solicitud del entrevistado para proteger su privacidad.

Por Diana Durán

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar