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"Mi vida como conejilla de indias de una vacuna contra el Ébola"

Siobhan Fenton le contó al diario británico The Independent qué la llevó a participar en un experimento de una vacuna contra el Ébola y cómo ha sido su vida durante el tiempo que lleva vinculada al ensayo clínico.

Redacción Salud
04 de mayo de 2015 - 01:22 p. m.

Horrorizada por las imágenes de la enfermedad que atacó el este africano, Siobhan Fenton decidió convertirse en una de las 60 personas voluntarias que buscaba la Universidad de Oxford para estudiar un medicamento que pudiera prevenir el virus. En su conversación con el diario The Independent, Fenton explicó que las imágenes de los cuerpos infectados en las calles y el miedo de sus parientes a tocarlos era desgarrador, y parecía demasiado inmediato y personal para ella. Además de que tenía razones personales que también la llevaron a conmoverse demasiado.

“Hace unos años, mi hermano contrajo una enfermedad tropical en Kenia. En casa, en Irlanda del Norte, mi familia y yo supimos la noticia por una llamada de un teléfono satelital desde Kenia. Entre el ruido, y los cortes en la comunicación pude enterarme de lo que había pasado. Él, creían, tenía malaria, pero había tenido una reacción alérgica a los medicamentos contra esta enfermedad, dejó de respirar y tuvo que ser llevado a un hospital de Nairobi. Luego nos dijeron que se había infectado con una enfermedad tropical desconocida, solo supimos que se trataba de parásitos. Finalmente, bajo el cuidado de médicos de Kenia, se recuperó lo suficiente como para volar a Belfast, escuálido, pálido y frágil, pero por lo demás, milagrosamente bien".

"Así fue como hace algunos meses, cuando recibí un correo electrónico de una lista de correo de ex alumnos de la Universidad de Oxford diciendo que los científicos de la universidad estaban buscando voluntarios para experimentos en su intento de desarrollar una cura para el Ébola, inmediatamente pensé que debí participar. Las imágenes de las víctimas durante la epidemia de Ébola, combinados con recuerdos del miedo que había sentido por la enfermedad de mi hermano, me hicieron creer en que no debía pensarlo dos veces".

Me invitaron a un hospital de la Universidad de Oxford para hablar del tema. Una vez dentro, un médico impasible nos expuso los riesgos, avisos legales de la universidad y una visión general de lo que estaban tratando de hacer. Luego nos entregaron unos papeles en los que debíamos detallar minuciosamente el historial médico familiar y personal, al final había una línea para firmar. Luego me hicieron unos análisis de sangre y un examen médico para comprobar que estaba lo suficientemente sana como para participar. Después de unas semanas, recibí un correo electrónico para confirmar que había sido aprobada como voluntaria y fui invitada a regresar a Oxford para recibir la primera inyección.

Los médicos tomaron como muestra siete tubos de sangre para hacer pruebas, luego me aplicaron la vacuna. Empezamos el ensayo clínico en septiembre del año pasado. A mediados de noviembre nos habían aplicado a todos los 60 voluntarios la vacuna de adenovirus de chimpancé. Los médicos dijeron que pronto habrían pasado los seis meses del seguimiento de la vacuna y necesitarían saber si 30 de los 60 voluntarios estaban dispuestos a tener un refuerzo de esa para evaluar si se podría alcanzar un mayor nivel de inmunidad.

Los exámenes de sangre cada dos semanas me hicieron desmayar algunas veces, pues yo soy demasiado baja como para perder siete tubos de sangre, sin embargo con el paso del tiempo me fui acostumbrando y ya solo tengo un leve mareo en cada sesión. Los médicos me pidieron que registrara en un diario electrónico todos los síntomas que se iban presentando. Al principio solo fueron hemorragias nasales y síntomas parecidos a los de la gripa, también tuve un periodo de tiempo en el que la comida me sabía a vieja, como si fueran latas de comida vencida, pero nada extraordinariamente horrible".

La joven concluye su testimonio diciendo que en cada viaje al hospital ha tratado de saber si la vacuna está funcionando o no, les pregunta a los médicos si están más cerca de la cura. Agrega también que ellos a veces parecen muy relajados y tranquilos con lo que está pasando pero otras veces mucho más serios y tensos. "Es difícil saber si esto indica que va bien o mal. Pero recientemente he tratado de dejar de adivinar y en vez de eso solo trato de tener la esperanza de que estén cada vez más cerca de tener una cura".

El profesor Adrian Hill, vinculado al experiemento, le explicó a The Independent que muchos voluntarios se sienten atraídos en participar por una serie de razones, pero la principal es la magnitud de la epidemia de Ébola, “los voluntarios estaban motivados por querer ayudar de alguna manera en la lucha contra el Ébola. En septiembre, cuando empezamos el ensayo, el brote creció escandalosamente rápido y nadie sabía si sería posible contener el virus. Así que nos encontramos un montón de voluntarios que veían su participación como la forma de contribuir".

(Lea aquí la versión completa del diario británico The Independent) 

Por Redacción Salud

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