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Adiós a Alicia de Larrocha

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Manuel Drezner
07 de octubre de 2009 - 02:50 a. m.
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Muchas veces nos anunciaron que Alicia de Larrocha, quien acaba de morir a los 86 años de edad, vendría a Bogotá y muchas veces el público bogotano quedó frustrado por no poder oír a una de las grandes pianistas de la historia del teclado.

Porque asistir a un concierto de Alicia de Larrocha era una de esas experiencias musicales que quienes las hemos tenido, consideramos como inolvidable. Desde su misma aparición en el escenario, con su diminuta estatura que no llegaba al metro y medio, hasta la forma como se sentaba a su instrumento e indiferente al público y a todo lo que la rodeaba se lanzaba a interpretaciones profundas y conocedoras de las obras de los grandes maestros, ir a un recital de Alicia de Larrocha era algo diferente, una especie de rito musical, en que uno se olvidaba de todo lo que no fuera la música y el compositor. Eso quiere decir que Alicia de Larrocha llegaba al público sin necesidad de hacer gestos grandilocuentes ni esos movimientos dramáticos que acostumbran otros instrumentistas y que “descrestan” a buena parte de la audiencia. Lo importante en ese momento era el compositor y esta pianista era única en esos de transmitir el significado de una obra maestra.

Aunque el Beethoven de Alicia de Larrocha era profundo y analítico y su Mozart tenía esa difícil combinación de gracia y de significado, era en las obras españolas en donde ella mostraba extremos interpretativos tal vez únicos en los pianistas de su generación. Las sonatas de Soler y de Scarlatti que ella tocaba con gusto exquisito, las piezas de Albéniz, de Granados y de Turina y las ideas renovadoras de Manuel de Falla tenían en sus manos una calidad difícil de igualar e imposible de superar. Recuerdo una vez que la oí en “Iberia” de Albéniz, cuando al final de la suite, el público le rindió un homenaje único y nada usual: en lugar de lanzarse a un loco aplauso, hubo varios segundos de silencio que desembocaron en una ovación como pocas veces he presenciado.

Vale la pena decir entonces que además de sus grandes cualidades como intérprete, Alicia de Larrocha volvió a poner en el mapa internacional a muchos músicos españoles, que estaban olvidados ya que incluso se les consideraba compositores de segunda y la pianista logró el milagro de mostrar que en muchas de esas piezas estábamos ante gigantes. Todo esto lo logró ella sin acudir a recursos extramusicales y su presencia, modesta y sin pretensiones, tenía detrás de sí a una formidable artista, definitivamente en la cima de los grandes intérpretes de todos los tiempos. Lamentemos entonces que Alicia de Larrocha nunca haya podido cumplir su cita con Bogotá y rindamos homenaje a quien fue intérprete excelsa.

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