Adivinar el contagio

La anhelada vacuna contra el COVID-19 protegería a los futuros enfermos y ayudaría a que el virus no se propague. Hay más de 86 candidatas a vacuna, según los entendidos.

En paralelo, una carrera menos heroica promete dar resultados.

Siguiendo la estela de Corea del Sur y Singapur, naciones como Reino Unido, India o los Países Bajos le apuntan al desarrollo de aplicaciones móviles que ubiquen a personas contagiadas, rastreen sus contactos y alerten sobre espacios potencialmente peligrosos.

En Australia una aplicación parecida prendió las alarmas de los defensores de derechos civiles interesados en hacer preguntas sencillas sobre privacidad. No son los únicos preocupados.

La correlación entre mucha vigilancia y pocas libertades es un tema de debate entre países que no se consideran autoritarios. Además del mal uso que se le puede dar a la información recolectada, otros se preguntan qué ocurrirá cuando pase la emergencia y se hayan normalizado los invasivos controles sobre los signos vitales y la movilidad de los ciudadanos. ¿Habrá vuelta atrás?

Las paranoias que evocan los más críticos están lejos de las teorías conspirativas. Por mucho que exista una oposición a la militarización del lenguaje usado para tratar la pandemia, es posible que en países como Estados Unidos empresas de seguridad y vigilancia militar saquen provecho de la crisis. En sus manos, el desarrollo de algoritmos puede llevar de la guerra contra el terror a la guerra contra el contagio.

Lejos de un mundo más solidario y atento al cuidado de los demás, habremos entrado, quizás, a una era en la que es posible adivinar quién es una amenaza. Como con la inteligencia artificial que les permite a los drones de guerra realizar ataques preventivos basados en una información que básicamente predice el futuro.

Sin vacuna que le ponga final a tanta distopía, será posible identificar a los que están por convertirse en portadores del virus según sus redes de conocidos, lugares frecuentados, hábitos y tantas cosas más.