Alcaldes presidenciables

Armando Montenegro
22 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

Según ciertos cálculos y sondeos recientes, algunos de los personajes con chance de convertirse en el próximo presidente de Colombia son Sergio Fajardo, Gustavo Petro y Álex Char. Entre ellos hay pocas cosas en común, salvo que son hombres y que fueron alcaldes de sus ciudades. Esto último, sin duda, es lo que explica su lugar en las encuestas y cábalas electorales.

Hubiera sido difícil pensar en 1985, cuando se puso en marcha la elección popular de alcaldes, o en 1991, cuando la Constitución multiplicó las funciones y los recursos de los municipios, que una de las principales consecuencias de la descentralización iba a ser que los gobiernos de las principales ciudades se convertirían en la cantera de figuras presidenciables (tampoco se pensó entonces que se iba a producir un gran debilitamiento de los partidos tradicionales, hasta entonces la exclusiva plataforma de lanzamiento de las mayores ambiciones políticas).

El origen de las oportunidades políticas de los alcaldes de las más importantes ciudades después de la Constitución de 1991 tiene su raíz en varios hechos. Estos mandatarios cuentan ahora con recursos fiscales relativamente abundantes y tienen a su cargo funciones amplias que, bien desempeñadas, pueden dar lugar a la gratitud de la ciudadanía. Pero lo más importante es que, en forma independiente del muchas veces paquidérmico y rígido Gobierno central, tienen la capacidad de introducir algunas reformas institucionales, realizar experimentos sociales y adelantar tareas y misiones innovadoras que, si son exitosos, merecen la atención y el reconocimiento, no solo de sus electores, sino de todo el país. De esta forma, del nivel local han nacido numerosas iniciativas en materia de educación, transporte masivo, cultura ciudadana y seguridad, entre otras, que han acercado el Estado a los ciudadanos, aún en épocas en que el Gobierno central parecía perdido en la confusión, la crisis y la corrupción. Como consecuencia de algunas administraciones sobresalientes, han surgido figuras que se han proyectado a nivel nacional y, con su prestigio, casi siempre merecido y favorable para la democracia, han impulsado la renovación política del país.

El caso más descollante ha sido el del alcalde Antanas Mockus. Su coherente discurso de cultura ciudadana y las originales propuestas de su gobierno tuvieron resultados positivos que, muy rápidamente, fueron objeto del interés nacional y la curiosidad de observadores internacionales. Al repasar sus realizaciones, los profesores Daron Acemoglu y James Robinson señalan, en su libro más reciente, cómo los experimentos mockusianos dieron lugar a la movilización ciudadana y a la innovación institucional, de tal forma que dinamizaron positivamente las relaciones entre el Estado y la ciudadanía (esto fue especialmente notable porque su primera administración ocurrió en los años 90 cuando, a raíz de los problemas del Gobierno Nacional, se dieron las condiciones para calificar al de Colombia como un Estado fallido). Por el prestigio ganado en la Alcaldía de Bogotá, Mockus estimuló el cambio de la cultura política, se convirtió en un referente de otros mandatarios locales y logró un merecido espacio en la política nacional.

Daron Acemoglu, James Robinson (2019). The Narrow Corridor. States, Societies and the Fate of Liberty, New York, Penguin Press.

 

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