Yo soy como el picaflor

Aldous Huxley (26-jul-1894)

Ricardo Bada
26 de julio de 2019 - 02:00 a. m.

Thomas Henry Huxley, llamado “el bulldog de Darwin”, inventó la palabra “agnosticismo”. Su nieto Aldous, llamado “el gurú de la literatura”, inventaría décadas después la palabra “psicodélico”. Nació el jueves 26 de julio de 1894, hace 125 años, uno antes del nacimiento del cine y la insurrección de Martí en Cuba, y recorrió el mundo llevando como lectura de viaje un tomo (distinto cada vez) de la Enciclopedia Británica. No es, pues, extraño que adoptase como lema de vida el de un anciano de frondosas canas enmarcando su rostro en un capricho de Goya: “Aún aprendo”.

En una carta a su cuñada Juliette Baillot (esposa de Julian, el primer director de la Unesco), le aseguró: “Nunca siento realmente que esté llevando a cabo una acción por completo moral, excepto cuando estoy escribiendo. Entonces, y solo entonces, uno no está perdiendo el tiempo”. Y fue él quien dijo que había que “cuestionarlo todo, por lo menos una vez”.

Su primera esposa, la belga flamenca Maria Nys, tomó clases de baile con Nijinsky, y él fue un amigo íntimo de D. H. Lawrence, quien murió en sus brazos. En 1928, cuando publicó Contrapunto (donde D. H. aparece camuflado en la figura de Mark Rampion), Lawrence le escribió: “La he leído con una admiración creciente. Creo que hace falta tener diez veces más valor para escribir Contrapunto que el que yo tuve para escribir El amante de Lady Chatterley. Si el lector supiera lo que está leyendo, te arrojarían cien piedras por cada una de las que me arrojaron a mí”. Y en Un mundo feliz, de 1932, se adelantó diecisiete años a 1984, de George Orwell, pues fue mucho más allá de la negativa ucronía orwelliana y entre tanto la dejó atrás sin cumplirse todavía del todo.

A sus 67 años, en un incendio de los que se provocan de manera criminal en California, sufrió la pérdida de toda su biblioteca, sus diarios y su correspondencia, y lo aceptó con un heroísmo sin alharacas, ocultas las posibles lágrimas por los culos de vaso de sus gafas. Y el 22 de noviembre de 1963, mientras asesinaban a Kennedy en Dallas, la segunda esposa de Huxley, la violinista y psicoterapeuta Laura Archera, le inyectó 100 mcg de LSD, por expreso deseo suyo, para pasar de este mundo infeliz al que está más allá de las puertas de la percepción.

No descubro el Mediterráneo ni la pólvora si afirmo que Aldous Huxley fue uno de los espíritus más inteligentes de la Edad Contemporánea. Por otra parte, en un siglo de cretinos como el XX, y lo sigue siendo su heredero el XXI, mi afirmación se vuelve pleonasmo apenas leyendo un par de páginas suyas. Con su obra contestó a la pregunta de Rodin delante del cadáver de Mallarmé: “¿Cuándo volverá la humanidad a producir un cerebro tan grande?”.

 

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