Algo extraordinario debe suceder

Isabel Segovia
05 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

Recordar permanentemente que somos el país más inequitativo de América Latina es una responsabilidad ética y moral. La situación es dramática: un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) reporta que, a no ser que suceda algo extraordinario, Colombia necesitaría 11 generaciones (equivalentes a 330 años) para salir de la pobreza.

Evidentemente, reducir la inequidad debería ser la prioridad del Estado colombiano, y para lograrlo se debe contar con políticas de acceso a salud y educación de buena calidad para todos. Sin una estructura social sólida, programas dirigidos específicamente a reducir las condiciones de pobreza, como las transferencias monetarias, sólo ayudan a la generación que las recibe, pero no trascienden a la siguiente. Entre los programas de salud y educación no existe política más efectiva en reducir la inequidad que la atención integral a la primera infancia. Como lo demuestra el premio Nobel de Economía James Heckman, es más rentable invertir en la primera infancia que en la bolsa, porque se logran mayores tasas de retorno en capital humano y altas compensaciones económicas para los individuos en su adultez.

Durante décadas el sector educación eludió su responsabilidad con la primera infancia. Después de muchas batallas y la revisión de varios estudios, el sector entendió que, si se quieren hacer cambios estructurales en el sistema educativo y mejorar los índices de calidad, se deben garantizar los derechos de los niños en educación inicial, recreación y participación (todos vinculados al proceso educativo). Y no porque en esta etapa deban, como equivocadamente se lo hacen creer a algunos padres, aprender a leer, a hablar un segundo idioma, a realizar derivadas e integrales, ni a volverse unos “duros” usando tablets y teléfonos inteligentes, sino porque es en esta etapa que se construyen y fortalecen la autoestima, la autoconfianza y la autorregulación, a través de la promoción del desarrollo motor, sensorial, emocional y artístico. Así mismo, durante estas edades se adquieren las bases necesarias para continuar exitosamente con su proceso de aprendizaje y son justamente estas destrezas las que les permitirán, más adelante, ser capaces de leer y escribir (no sólo en su lengua materna, sino en múltiples idiomas), resolver y entender ecuaciones matemáticas, hacer buen uso de las tecnologías que los rodean y, lo más importante, convertirse en personas sociables e íntegras.

La implementación de la política de atención a la primera infancia todavía tiene enormes retos; por eso es necesario priorizarla, institucionalizarla y asignarle los recursos necesarios para desarrollarla correctamente. Necesitamos que el Gobierno concentre sus esfuerzos en brindarles a todos los niños una atención integral que garantice sus derechos a la educación inicial, al cuidado, la recreación, la salud, la nutrición, la protección y la participación. Adicionalmente, es importante que tanto cuidadores como padres entiendan que una correcta atención a la primera infancia no consiste en adelantar el colegio unos años, sino en ofrecerles a los niños a través del juego, la exploración y el movimiento experiencias atractivas y acordes con su edad, que les permitan descubrir el mundo y entenderlo a su propio ritmo. Si esto sucede, lograremos algo extraordinario: superar la condena de 11 generaciones para salir de la pobreza.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar