AMLO en la realidad

Armando Montenegro
21 de abril de 2019 - 07:30 a. m.

AMLO anunció que sería el artífice de la Cuarta Transformación de México. Las tres anteriores fueron, ni más ni menos, la independencia de España, la revolución liberal de Juárez y la revolución mexicana contra el Porfiriato. Con lo observado hasta ahora, no es fácil saber en qué va a consistir esta transformación, si es que va a haber alguna. Tomemos el caso de la economía y las relaciones internacionales.

AMLO repite con frecuencia que “el neoliberalismo es un horror”, condena, una y otra vez, a sus antecesores y, para diferenciarse de ellos, se autodenomina “posneoliberal”. ¿Qué es esto? El politólogo francés Alain Rouquié ha dicho que “él es posneoliberal, lo que significa que es neoliberal porque no hay de otra”. Y parece que es así. AMLO se dedicó a sacar adelante el nuevo tratado de libre comercio con Estados Unidos y, en materias fiscales, hasta ahora ha sido tan conservador como sus antecesores; ha respetado los equilibrios macroeconómicos y monetarios tanto como Salinas o Peña Nieto. AMLO, además, también ha respetado la autonomía del banco central y las tasas de cambio flexibles, lo mismo que Fox o Calderón.

AMLO no se ha ganado la desconfianza de los inversionistas por su proteccionismo o por los déficits presupuestales, sino porque no respeta las reglas de juego y adopta medidas voluntaristas y populistas, como la de dejar sin un nuevo aeropuerto a Ciudad de México (desconociendo, de paso, los contratos) o, como buen político de provincia, la de construir un tren y una refinería en Tabasco, su estado natal. El problema puede ser que AMLO, en realidad, sí es neoliberal, o posneoliberal, pero los mercados no le creen, piensan que se va a saltar las normas y regulaciones y, por lo tanto, se resisten a invertir, un hecho que ya compromete el crecimiento de México.

En el plano internacional, la algarabía de AMLO tiene también más ruido que sustancia. Colabora en silencio, sin protestar, con el gobierno de su vecino del norte, tal vez porque sabe que no puede hacer nada distinto. Trata de detener a los centroamericanos que quieren llegar hasta Estados Unidos y, por su comportamiento diligente, se gana las felicitaciones de Trump (al mismo tiempo que éste regaña a Duque). Por otra parte, para distraer y satisfacer a la galería, AMLO les exige al rey de España y al papa Francisco que le pidan excusas por la Conquista de América, en su opinión, un genocidio. De esta forma, sus seguidores piensan que AMLO es, de verdad, un progresista, mientras él se esconde detrás de la cortina de humo que impide que se aprecie la magnitud de su colaboración con Trump.

En otros asuntos internacionales, como el problema de Venezuela, AMLO ha vuelto a predicar la no intervención, en línea con una larga tradición mexicana, que en su momento no impidió que su gobierno condenara a Franco y a Pinochet. Además de su ideología, esta actitud aislacionista también puede reflejar el hecho de que AMLO no entiende ni le interesa mucho el mundo exterior (está permanentemente concentrado en viajar por los pueblos y veredas de su país).

Cualquier evaluación de AMLO es demasiado prematura. Falta ver qué hará en temas tan importantes como las inversiones, las empresas estatales, los salarios, los sindicatos y una variedad de políticas públicas. ¿Hará la Cuarta Transformación o será solamente el autor de la Enésima Frustración?

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