Año Nuevo caliente

Juan Pablo Ruiz Soto
02 de enero de 2019 - 12:45 p. m.

Este año será un año caliente para Colombia. No solo por el clima, sino también por razones políticas y sociales. Dado que excelentes columnistas escriben sobre estos dos últimos temas, yo vuelvo a concentrarme en lo ambiental.

Como se había deducido de la aplicación de los modelos de evaluación del cambio climático (CC), este ya está generando altos costos económicos, políticos y sociales. Con el CC, la sequía que nos trae el fenómeno de El Niño; los huracanes y fuertes vientos que suelen presentarse en el mar Caribe, y los incendios forestales que acompañan nuestros veranos se refuerzan y nos afectan. El mundo y los colombianos empezamos a preocuparnos, pero aún no pasamos de la preocupación a la ocupación.

En el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 se menciona el CC, pero no trasciende como eje articulador de la intervención gubernamental. En atención de desastres, no se asignan suficientes recursos para atender los desastres que naturalmente van a venir. Digo naturalmente porque ya está anunciado que vendrán; solo falta referenciarlos geográficamente y estimar su intensidad; pero que vienen avalanchas, sequías e inundaciones, ¡vienen!

En manejo de riesgo tampoco se han previsto recursos ni definido estrategias para adaptarnos de manera efectiva a los climas extremos: no hay una política de prevención y manejo del riesgo.

Dados los múltiples efectos ambientales, la creciente avalancha de necesidades generadas por el CC, las prioridades del Gobierno y su limitada capacidad, propongo que nos concentremos en tres tareas: mejorar el aire en las ciudades, recuperar las cuencas andinas y frenar la deforestación.

Frenar la deforestación es conservar nuestra biodiversidad y apoyar la regulación climática. Exige no titular a quienes deforesten en zonas de reserva forestal o parques naturales y castigar a quienes lo hagan. En áreas estratégicas ya deforestadas —que están plenamente identificadas en imágenes satelitales—, se debe trabajar con los campesinos para buscar alternativas productivas sostenibles y armónicas con la recuperación ecosistémica, y expulsar de las zonas protegidas a los grandes hatos ganaderos que de manera ilegal fueron establecidos y que hoy están manejados y aprovechados por inversionistas. Se debe anunciar a los cuatro vientos que, a partir de la fecha, no se volverá a titular ninguna hectárea que sea deforestada en reserva forestal o parque natural.

Recuperar la calidad del aire en las ciudades —aspecto crítico para la salud pública— exige bloquear los automóviles y fábricas que generan contaminación, que claramente violen las normas de emisión. La ciudadanía debe presionar a las autoridades ambientales para que cumplan su función. Adicionalmente, se debe fortalecer e impulsar la movilidad con motores eléctricos en motocicletas, autos y buses, como parte de la gestión de ciudades sostenibles.

Es urgente recuperar las cuencas andinas. El efecto de su devastación lo vivimos este verano. En época seca, todos pelearemos por el agua. Lo importante es que, después de tanta pelea y angustia, pasemos a priorizar la protección de los nacimientos de agua, la recuperación de las riberas de ríos y quebradas, y el manejo y la protección de nuestros acuíferos subterráneos, condición para la gestión de territorios sostenibles.

Superar el discurso exige priorizar unas pocas acciones, contundentes y efectivas. De lo contario, como diría mi abuelita: “Todos nos vamos a joder”. El CC está pasando la cuenta de cobro.

 

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